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El cumpleaños de EC

A finales de 2024 decidí hacer una serie de cambios en el blog, mi intención era alejarme cada vez más del sistema clásico de las redes sociales de varios posteos diarios y opiniones sobre cualquier cosa para pasar a una serie de textos mucho más elaborados, escritos con mayor tranquilidad y centrados en apenas cuatro o cinco temas que rodean el mundo del cómic.

Creo sinceramente que deberíamos volver al blog. Las redes sociales están en manos de milmillonarios sin un ápice de ética que pueden cambiar las reglas en cualquier momento y dejarte atrapado en un lugar que destina parte de sus fondos a financiar odio. ¿Es WordPress mejor que todos ellos? Pues la verdad es que no lo sé y, de momento, me aterra muchísimo comprobarlo, pero sí sé lo qué está ocurriendo en lugares como Meta y ese es posiblemente el motivo fundamental por el que me he vuelto al blogging como principal actividad digital.

Y sí, todo lo que escribo lo comparto de inmediato en instagram y allí también pongo fotos de mi perro, de vez en cuando recomiendo alguna lectura y cuelgo vídeos de las cosillas que voy jugando. Ahora, si comparamos las métricas de hace dos años en esa red social con las que tengo ahora son tan diferentes que parecen de personas distintas. Porque lo son. Gracias al cielo no soy la misma persona que hace dos años y espero que dentro de otros dos no ser la misma que ahora.

Mi propósito en el medio plazo es mantener una única red social y un único espacio de expresión. ¿Por qué? Por pura salud mental. Tener que mantener varias redes, querer participar de todas ellas, adoptar roles diferentes en cada una y competir con todos los demás en la búsqueda de diez segundos de atención es agotador.

¿Todo eso lo evita un blog? No, todo no. Pero aquí nadie me marca los temas del día. Aquí no tengo por qué sumarme a «opinar sobre lo que toca», puedo extenderme tanto como me apetezca y no tengo que rendir cuentas a nadie. Además, pago. Tener este espacio abierto con unos mínimos de seguridad y de mantenimiento me cuesta dinero, en torno a los cinco euros mensuales. Ya solo por eso tengo la sensación de que el espacio me pertenece y, una vez aquí dentro, llegues como llegues, no hay competición alguna, no están mis textos y después los de cientos de personas más en una lucha sin cuartel por quedarse con tus próximos tres minutos.

En estos últimos seis meses (a los que habría que sumar diciembre del 24 porque fue especialmente frenético justo un par de días antes de navidad), Escribiendo Cómics ha crecido como unca antes había crecido desde que lo abrí un 14 de julio de 2017 (sí, también estamos de cumple).

En ese tiempo subí 30 entradas al blog. Eso ya son más que en todo 2024, pero también son más que 2023 y 2022 juntos así que al menos en lo que a cantidad se refiere parece que hay un cambio drástico. El número de visitas tampoco tiene nada que ver. Desde mediados de diciembre hasta principios de julio se pasó de las veinte mil visitas, más de 18000 desde España y luego algunas llegadas desde Estados Unidos, México y Argentina principalmente.

Además puse en marcha un sistema de suscripción que consiste en anotarse a una lista para que te lleguen directamente al mail las novedades. Ahora mismo hay 120 personas anotadas en la lista y, a pesar de que de vez en cuando cometo errores como enviarte la entrada que no es o mandarte lo mismo dos veces (lo siento), de momento nadie se ha dado de baja y la frecuencia con la que se abren los correos es alta.

¿Es todo positivo en esto de «la vuelta al blog»? Bueno, amiga mía, todo todo, no. También hay algún aspecto negativo o que alguien podría considerar como tal. Con estas cifras cualquier «experto» en comunicación y redes sociales te diría que no tiene ningún sentido haber cerrado una cuenta de Twitter con 8000 seguidores y otra de Instagram con más de 5000 porque con una foto o un hilo de 200 palabras superaría con creces un alcance global de 20k. Todo podría haber convivido y se habría retroalimentado.

Puede ser, pero no me importa. A pesar de que ahora me sienta muy orgullosa sacando a relucir cifras que me parecen buenas jamás abrí este espacio pensando en ello. No voy a empezar ahora ni tampoco voy a buscar o a aprender ninguna estrategia que me permita mejorar los números. Si ya no tenía sentido buscar eso en 2017 ¿por qué iba a tenerlo ahora?

El capital acumulado de este pequeño rinconcito del éter digital no tiene nada que ver con el «éxito». Sé que lo he repetido bastantes veces y que la gente no termina de creérselo del todo, pero uno de los motivos fundamentales de llenar una y otra vez de palabras este sitio es que tiene un efecto terapéutico. Necesito expresarme para vivir de forma plena y satisfactoria.

Eso me ha generado y me generará problemas. Ya ocurría a principios de los 2000 cuando escribía textos críticos en una pequeña revista que lanzábamos un puñado de amigas del barrio. Llegaron a decirnos que éramos unos peligrosos anarcocomunistas trasnochados y, a la vez, los cachorros del PP. Y todo porque de cuando en vez atizábamos a unos y poco después a los de enfrente.

Hay quien piensa que cuando me muestro crítico desde el blog me busco problemas y yo solo puedo pensar en eso del dedo que señala la luna. Que un tipo cualquiera escriba un texto en su blog diciendo que el proceso electoral de la Sectorial del Cómic deja mucho que desear, que falta transparencia y que las cuentas que ya debían haberse presentado en mayo ajustadas al detalle siguen sin aparecer por ningún sitio en julio, no significa que ese tipo sea un polémico y un buscabroncas. En realidad significa que hay cosas que huelen realmente mal en nuestro entorno y no pasa nada porque alguien lo diga.

Si alguien piensa en serio que todos los problemas que envuelven a la sectorial, a determinadas editoriales, a determinadas librerías o a determinadas distribuidoras, es que alguien lo señale, tiene un clarísimo problema de percepción o directamente está buscando con desesperación algo que le sirva de alfombra bajo la que esconder el polvo.

Dicho esto, yo no soy un intrépido reportero, no hago una labor periodística, no estoy en esto de los tebeos para dedicarme a juzgar a nadie. Tengo opiniones y las expreso. Más sencillo de entender que el funcionamiento de un lápiz.

¿Me he ganado enemigos y me han metido en listas negras por decir lo que pienso? Pues… tampoco podría asegurarlo, amiga mía, pero… Enemigos, sí, varios. Mi yayo, que era una persona muchísimo más inteligente que yo, que pasó por una guerra y por dos campos de concentración, decía siempre: «a mis amigos los escojo yo» (justo después de decir esa frase (y creedme que la repetía mucho) explicaba su origen y tiene que ver con Lola Flores, con Antonio «El pescaílla» y un concierto en la mítica sala Nova Olimpia de Vigo). Se refería el yayo Juanito a que uno no puede escoger bien de quién es enemigo. Hay gente a la que caemos mal, a la que hemos ofendido o despreciado y, aunque nunca nos hayan hecho conocedores de ello, nos odian y nos desean que todo nos vaya regu. Ahí no hay mucho que podamos hacer, sobre todo si nadie nos advierte de ello. Por contra, sí que tenemos elección a la hora de escoger a nuestras amigas y durante cuanto tiempo les ofrecemos esa condición.

Sí que creo que me he ganado la enemistad de compañeras y además con razón. Pero ojo, yo también he metido en ese saco a unos cuantos. He anotado unas cuantas matrículas y sé que hay gente con la que nunca más me sentaré a comer ni a tomarme un café por muy unidos que hubiésemos estado. Ley de vida, supongo. ¿Merece la pena llegar al extremo de enfrentarse o de romper relaciones por las cosas de los tebeos? Es que no creo que sea un tema de los tebeos.

Los tebeos están de fondo, sí. Son el diminuto y viciado ecosistema en el que nos movemos, pero eso es lo de menos. Si he tomado nota de algo que me ha dolido hasta el punto de no querer saber nada más de ti ni de tu entorno no es por los tebeos. Es un tema de emociones. Quizás me di cuenta de que me estabas mintiendo, de que estabas siendo desleal, de que me estabas clavando un puñal en el pecho, de que estabas intentando aprovecharte de mí o de que me estabas utilizando para tus intereses. Todo eso me ha pasado y podría desarrollarlo punto por punto y en un texto completo para cada cosa, pero no me apetece. Ya digo que anoté algunos nombres en la Death Note, la cerré y a otra cosa mariposa.

Al final me temo que meter cierta intensidad en las cosas que hago siempre tiene consecuencias igual de intensas, algo de termodinámica también hay en todo esto.

En fin, después de esta «breve introducción» vamos al porqué de todo esto:

Hay 117 entradas en Escribiendo Cómics desde el 14 de julio de 2017. Cumplimos ocho años y en lo que va de 2025 son 30 entradas.

En estos últimos seis meses las cinco entradas más visitadas son:

«Lo de ECC es lo de la burbuja»

«La vergüenza en torno al Real Decreto»

«Ya está bien»

«La cultura no se consume»

«La pregunta»

Las tres más leídas de todos los tiempos (sin tener en cuenta las anteriores) son:

«Pequeña guía para revisar un contrato de edición»

«¿Qué ha pasado en la(s) industria(s) del cómic en 2023?»

«El real decreto que no debe salir»

Y por último, los textos que a mí más me gustan y a los que la gente no ha hecho mucho caso:

«Mi proceso: así escribo los tebeos»

«Un año después del libro blanco»

«En contra de la resiliencia»

Y ya estaría. Muy posiblemente durante el mes de julio suba un par de textos más, estoy preparando uno sobre mi yayo Juanito que siempre lo menciono mucho y creo que se lo merece, otro sobre rutinas y hábitos de escritura que pueden venir muy bien para gente que quiera ponerse las pilas ahora que viene el veranito y se puede salir al fresco a escribir y otro más sobre el estado de la crítica de arte en la actualidad y como a veces las sinergias que se crean entre la parte autoral y la parte divulgativa/crítica tienen elementos que pueden acabar resultando desastrosas.

A partir de ahí me tomaré unas vacaciones en agosto que solo romperé si me aburro muchísimo o pasa algo lo suficientemente relevante como para opinarme por encima.

A modo de cierre: mil millones de gracias por seguir soportándome y darme aliento para continuar. Ya van ocho años y jamás pensé en pasar de seis meses. Gracias, de verdad, gracias.