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La pregunta

La semana pasada, a raíz de que España fuese país invitado en el sarao francés de Angulema, salieron una ingente cantidad de reportajes en prensa celebrándonos y celebrándolo.

Que nadie se lleve a engaño, montar una buena fiesta del tebeo nacional, sea donde sea, es positivo siempre. Puede que no sea la fiesta que a ti o a mí más nos guste, pero tampoco vamos a ponernos excesivamente agrios, celebrar los tebeos siempre va bien.

El caso, amiga mía, es que en esos reportajes tarde o temprano se cuela la pregunta. La cuestión. La interrogante que nunca jamás ha de faltar referida a esas autoras que «se marchan» a trabajar al extranjero buscando dinero, ilusiones y… dinero.

«Cuéntanos, Alfredo, ¿tú por qué trabajas para el mercado de las franciasbélgicas?» Y Alfredo, que es honesto casi siempre, responde: «por panoja, por billets, porque tengo la fea manía de comer todos los días». De ahí, de ese intercambio rápido de palabras, surgen enseguida un montón de relatos posibles.

El primero recoge cierta épica que en España nos suena mucho (y en Galicia ya ni te cuento): el emigrante que en búsqueda de un porvenir se ve obligado a abandonar su hogar hacia tierras más prósperas con una maleta llena de sueños.

El segundo nos lleva a las grandes hazañas deportivas: la joven muchacha de un pequeño pueblo de al lado de Cartagena que triunfa en la editorial más importante de la historia de la humanidad y, además, siempre sonríe.

El tercero tira de sangre, raza y patria: la armada de autores españoles que conquista, pone banderas y demuestra que españolidad y talento son la misma cosa.

Y hay más, muchos más, pero tampoco quiero aburrir a nadie.

Lo curioso, y quizás solo me lo parece a mí, es que no termino de ver en esos reportajes a nadie que tras recibir la respuesta de «me voy al extranjero para poder comer» se vaya directo a preguntar a la gente que paga en España aunque sea solo para un: «oiga, que Alfredo, Maricarmen, Luisa y Roberto dicen que en España ustedes no pagan suficiente como para llenar la nevera, ¿eso cómo puede ser?».

Tengo la sensación (y es solo una sensación) de que ese relato quizás no interesa tanto. Es más, parece que no terminan de encontrar un encaje en las cabeceras más habituales. Se habla de precariedad sí, pero siempre con el enfoque de «autora X dice que es precaria». Ajá. OK. ¿Nadie piensa desarrollar el tema? ¿Será que no interesa llegar a la raíz de qué responsabilidad tiene cada parte del sector en esa pobreza?

Evidentemente, a nivel periodístico, en el contexto de un sarao con ministro de por medio, queda un poco extraño titular con un «España celebra en Francia que en Francia algunos pueden vivir de los tebeos y en España pues no» Con un subtítulo: «Algunos españoles que van allí a trabajar tampoco ganan mucho, pero sigue siendo más de lo que se les paga aquí» y «El ministro asegura que España es la hostia y dijo «desafío» muchas veces».

Contaré una anécdota. Paseaba yo en enero de 2020 por las calles de Angulema (con un frío del carajo) y estaba fascinado porque estaban las autoras autóctonas montando una huelga. Sí, sí, como te lo cuento. No era un comunicado en facebook, ni siquiera era una cascada de comunicados con muchísimos aspavientos digitales, era una huelga.

Se reclamaban aspectos fundamentales que tenían que ver con los daños que estaba ocasionando en la clase creativa la crisis de sobreproducción. Empobrecimiento. Tiradas más cortas. Adelantos más pequeños. Tiempos de trabajo acelerados. Menor exposición de las obras en los puntos de venta. Rotaciones mucho más rápidas. Obras muertas antes de tiempo…

En fin, la lista no acaba ahí, al contrario, había mucho más, pero creo que ya se entiende. Como soy de natural curioso aproveché la ocasión para intentar comunicarme con un hombre en uno de los puestos de las organizaciones convocantes.

Hicimos lo que pudimos por entendernos y en un momento de la conversación me preguntó si soy español y en cuanto dije que sí me espetó un: «vosotros también sois parte del problema».

Yo no comprendí muy bien lo que me quería decir, me sonaba a típica frase cuñada de un fulano rancio del palo de «los inmigrantes nos quitan el trabajo».

Y… bueno… parece que sí, era exactamente eso lo que me quería decir. Pero, ¿por qué? Pregunté.

Me dijo que más allá de la gente que está instalada y asimilada como grandes autoras, llegan cada año decenas de jóvenes que hacen sus primeros trabajos aceptando condiciones inaceptables por los autóctonos pero que siguen siendo mucho mejores de lo que les pagarían en España.

Yo no tengo datos para poder afirmar que eso es así y tampoco se me ocurriría poner el foco de ese problema en alguien que lo que quiere es llenar la nevera con su trabajo. Solo faltaría. 

A donde voy es a que una vez más me suele costar encontrar una pregunta en los medios: «Díganos, François, ¿es cierto que buscan ustedes autoras en el extranjero porque así les pueden pagar menos al proceder de industrias empobrecidas?».

E insisto: celebremos, por supuesto, tenemos grandes cosas que celebrar, pero aunque sea de vez en cuando, yo qué sé, cada 17 de marzo por decir un día cualquiera, podríamos sustituir los relatos de la épica, la competición y la patria, por los del empobrecimiento, la falta de inversión o los mercados que importan y no producen.

Ya comentaba hace unos días que resulta paradójico que sucedan a la vez la gran celebración de lo español en los tebeos y la caída de la segunda empresa del país en el sector de los tebeos.

Pero… ¿y la primera? ¿Qué ocurre con la primera? Pues la número uno acaba de hacerse con la licencia para publicar los tebeos de DC y ya tiene los de Marvel en una jugada que algunas llaman monopolio. Esa jugada les llevará muy cerca (haciendo números rápidos) de publicar la tercera parte de todos los cómics que se publiquen en un par de años.

Sin embargo, ¿cuántos tebeos nacionales en primera edición publicaron en 2023? Dice el informe de Tebeosfera que en 2023 fueron exactamente cero tebeos. En 2022 fueron la friolera de dos tebeos y en 2021 también habían sido cero tebeos. Esto nos deja con cero de 869 (23), dos de 960 (22) y cero de 729 (21). Recuerdo que la última vez que hablé de esto con uno de los responsables de la editorial me dijo: «no haremos más cómic nacional hasta que sepamos cómo venderlo».

Iba a hacer una broma con la broma asesina, pero no es el lugar apropiado.

A ver si consigo llegar al punto de una vez. Está muy bien construir relatos de gloria, éxito y hazañas patrias. Eso no lo voy a discutir porque a fin de cuentas llevamos milenios contándonos las historias tirando de los mismos tropos y estructuras. Nos gustan esos cuentos porque tocan las teclas precisas que tienen que tocar para emocionarnos. Y vaya por delante que no tengo nada en contra de esas narrativas, insisto en que nos viene muy bien como colectividad el celebrar lo celebrable de vez en cuando.

Sí que echo en falta, aunque sea una vez al año, que en vez de preguntarle a Alfredo y a todas las demás por su historia de éxito y medallas, no se pregunte aquí a las empresas (y a los ministros) por las condiciones que obligan a esa misma gente a tener que trabajar en el extranjero y, sobre todo, «¿cuál es su plan para arreglarlo?».

Pero… ¿qué sabré yo? Voy a leerme el flamante plan editorial de Batman para escribir algo que de verdad importe a alguien.