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Un año después del libro blanco

A mediados de enero de 2024 se publicó, con comparecencia express del ministro incluida, el Libro Blanco del Cómic en España y es momento de recordar por qué es tan importante que exista.

Voy a ser muy claro: el simple hecho de que haya llegado a hacerse es prácticamente un milagro. ¿Por qué? Porque consiguió que más de seiscientos profesionales vinculados de alguna forma al mundillo participasen, ya sea aportando datos, rellenando formularios o de diferentes maneras en su preparación y en su redacción.

Digámonos la verdad, seamos honestas, ¿qué tipo de informes similares a este existen o han existido en nuestro sector? Pues… ya…

¿Es perfecto el libro? No, de hecho es muy imperfecto y lleno de problemas. Y eso es una radiografía precisa de cómo estamos ¿o acaso podemos defender que nuestra postura y nuestra parcela del mundillo es intachable, perfecta y llena de virtudes?

Al libro le faltan datos reales de ventas, le faltan datos referidos a la distribución (que no hay ni uno solo), contiene esos párrafos terribles sobre la IA generativa e incluye algunos artículos que podríamos considerar «perezosos». Y eso también es una radiografía muy precisa de cómo es nuestro sector.

Las editoriales no aportan cifras de ventas. ¿Por qué? Pues porque así es esa parte del sector en España. Seguiremos pidiendo insistentemente que lo hagan y seguiremos teniendo el mismo resultado.

Las distribuidoras no aportan en el libro ni un solo dato en cuanto a su labor y todo se queda en su opacidad de siempre. ¿Por qué? Pues… porque así es esa parte del sector. Podremos seguir pidiendo una cadena del libro transparente en cuanto a la trazabilidad, pero visto lo visto habrá que pelearlo en otro ámbito referido a modificar las leyes.

Las autoras aportamos una ingente cantidad de datos que demuestran que su situación es de emergencia absoluta. ¿Por qué? Pues ya te sabes la respuesta.

De ahí que esté totalmente convencido de que el libro blanco es exactamente lo que se proponía: una radiografía precisa del panorama comiquero nacional, tanto por lo que contiene como por lo que no contiene.

Pero es que además (y esto es lo más importante) también es una hoja de ruta en cuanto a las propias intenciones de la Sectorial del cómic porque establece hasta ocho peticiones que se piden a las administraciones.

Y he aquí el asunto, la madre del cordero, el punto exacto de todo esto. La sectorial del cómic es un cúmulo de diferentes voluntades dentro del noveno arte patrio para actuar como interlocutor frente a las diferentes instituciones y conseguir mejoras para el sector a nivel de visibilidad, a nivel de ayudas, a nivel de promoción e incluso a nivel de legislación. Podemos compartir o no sus prioridades, solo faltaría, pero ahí está.

El libro blanco ha servido (y sirve) para establecer de forma clara cuáles son esas prioridades. Y, si se echa un vistazo a esas ocho propuestas, dudo que haya una sola persona del sector que diga que están mal planteadas. Ojo, que seguro que sale alguno diciendo que no se habla de X o de Y que es muchísimo más importante. Seguro. Pero eso es totalmente diferente a lo que yo he dicho.

Ese octólogo de demandas es estupendo a pesar de que pudiesen ser diez, doce o veintitrés. Y que estén plasmadas en un documento que te gustará más o menos pero lleva las palabras «libro blanco» en la portada es igual de estupendo porque demuestra varias cosas frente a las administraciones al margen de que sean ciertas o solo ciertas a medias.

La primera es que ha existido una voluntad colectiva por llevarlo a cabo, se inició el proceso y se terminó.

Amiga mía, permíteme que me detenga aquí otra vez. Se llevó a cabo. Se hizo. Yo llevo solo diez años en el mundo del cómic y ya he tenido ganas de mandar a todo el mundo al carajo unas cuatrocientas veinticinco veces. Es más lo he hecho, me he dado la vuelta y lo he vuelto a hacer.

Reconozcámoslo, somos unos insoportables del carajo y los resentimientos de unos con otros están tan enquistados que no solo es difícil trabajar, pensar tan siquiera en hacer algo que implique a más de diez o doce es algo que apela a la épica. Conozco autoras que se odian entre ellas, editores que se odian entre ellos, libreras que se odian entre ellas. De formas viscerales. De llegar a desear que les pase todo lo malo. Pero también conozco todos los cruces que se te ocurran, autores odiando a libreras, libreras odiando a editores, divulgadores odiando autoras…

En ese ecosistema viciado conseguir que la gente haga lo que sea en común implicando ramas diferentes es prácticamente magia.

Lo segundo que se demuestra es que para una administración, sea cual sea, es muchísimo más sencillo trabajar con alguien que aporta datos concretos, que tiene demandas concretas y que tiene (o se le supone) una amplia representatividad. Y eso se consigue (desde el punto de vista del político de turno) con libros, informes, cifras y datos que vengan respaldados o construidos en torno a centenares de profesionales. Y esa función, este libro (insisto de nuevo, que te gustará más o menos) la cumple y la seguirá cumpliendo.

Por todo ello creo que hay que celebrarlo porque de forma directa y también indirecta nos ha quedado una radiografía súper precisa de cómo estamos y encima se proponen cambios en esa página de demandas y en unas cuantas páginas más a lo largo de todo el informe.

Más allá del libro, la sectorial también consiguió que el 17 de marzo haya quedado establecido en el calendario como el día del tebeo.

Y aquí podemos volver al mismo punto de nuevo. ¿Es el día del cómic lo que tú quieres que sea? Pues seguramente no. Pero la realidad es que es. Y fíjate, a pesar de caer en la psicología positiva de chichinabo, voy a lanzarte algo que seguro que ya imaginas: «el día del cómic puede ser lo que tú quieras, bebé».

A mí me encantaría (y con ello llevo dando la matraca ya tres años) que se dedicase a enseñar un balance de la situación de la industria. Que sirviese para llamar la atención sobre los problemas principales y ofrecer soluciones. ¿Y qué hago? Pues eso exactamente, aprovecho ese día para soltar la turra desde los espacios que habito y con la proyección (o falta de ella) que eso supone. ¿Es lo ideal? Desde mi punto de vista, no. ¿Debe ser mi punto de vista el único que impere en todo esto? No, por dios, tampoco nos volvamos locas.

Me daría pena, eso sí, que el día del cómic acabe convertido en una fiesta más del consumo porque de esas ya tenemos unas cuantas, aunque seguro que la parte empresarial de todo esto te dirá que lo que necesitamos son dos docenas más de esas.

También es de agradecer el tema de los diferentes catálogos de ventas de derechos internacionales para llevarlos a las ferias más importantes del mundo porque demuestra una intención de internacionalizar lo nuestro desde el origen, desde la base, desde la parte más débil de la industria, la de las obras que se lanzan directamente para nuestro mercado. Además son una manera de ofrecer soporte a las editoriales más pequeñas y eso siempre es bueno.

Una vez más, ya sabes… ¿Podría salir mejor? Por supuesto. Y de nuevo: que salgan estas cosas en nuestro contexto está al nivel de caminar sobre las aguas.

Lo mismo ocurre con el tema de la delegación en Angoulême y otros asuntos similares que llegarán. Está bien que de vez en cuando se pueda demostrar cierta cohesión en según qué cosas.

Ahora bien, reconocidas todas esas virtudes y aciertos, también hay que hablar de los problemas. La sectorial actúa de una manera muy poco comunicativa (prácticamente opaca) con respecto ya no al sector en global, sino hacia sus propios socios. Existe una junta directiva que toma las decisiones y las ejecuta sin informar en ningún momento de los pasos dados y sin consultar nada.

Esto genera varios problemas. El primero es el de la desconfianza. La junta desconfía de que si se va informando del paso a paso todo se vaya filtrando y se vaya al traste, pueda cundir cierto caos, cierta desorganización o un intercambio de pareceres infinito que provoque una total parálisis ejecutiva. Pero la desconfianza también opera en el otro sentido, los socios pueden caer en la sensación de que una vez al año te invitan a una asamblea de plato único: lentejas.

Además de la desconfianza se genera la especulación. Cuanta menos información se tiene más huecos se rellenan tirando de la maravillosa teoría de la mente, esa que dice que las personas somos capaces de atribuir constantemente intenciones y motivaciones acerca de las acciones o incluso de las inacciones de los demás. Si formas parte de esto de los tebeos basta con que pienses cuántas veces has hablado sobre las intenciones y motivaciones de la sectorial del cómic o de alguno de sus representantes en los últimos cuatro años. ¿Tres veces? ¿Cinco? ¿Quince? ¿Treinta?

Eso ocurre. O yo qué sé, quizás me ocurre solo a mí… Si una junta no informa jamás de los jamases sobre el paso a paso de cada acción y consulta continuamente, llegarán las especulaciones y, fíjate, el propio carácter peyorativo del término ya te dice cómo suele acabar eso.

La única forma de rebajar eso es con información. Y sí, sé que con la información muchas veces ocurre exactamente lo mismo, siempre habrá quien la cuestione, pero… Volvemos a lo mismo de siempre, a la construcción de los relatos. El dato, la información, el hecho, lo constatable, también sirve para construir una narrativa, pero de una forma muy distinta porque siempre será más solida y transforma la desconfianza en todo lo contrario.

El tercero de los problemas es el del agotamiento y es más que probable que venga muy motivado por los problemas anteriores. Diga lo que diga la sectorial, haga lo que haga, siempre va a recibir una buena cantidad de críticas. ¿Por qué? Porque es una anomalía en sí misma, pretende ser representativa al mismo tiempo de los jefes (las distribuidoras), los de los escalones de arriba (las editoriales grandes), los de los pisos de abajo (las editoriales pequeñas y las librerías), los del sótano cochambroso (las autoras) e incluso de los vecinos de enfrente (divulgadoras, organizadoras de eventos, etc). El hecho en sí, la forma misma que tiene, antes siquiera de entrar a valorar si hace o no hace, si funciona o no funciona, ya puede generar tanta confusión que lleve al rechazo.

Y más allá de discutir aquí si la forma es más o menos apropiada el caso es (una vez más) que ES. Tiene esa forma porque así se quiso concebir y pasar la tarde o la vida entera debatiendo sobre si debería tener otra forma pues… es absurdo. Y, a la vez, es perfectamente lícito que pienses que esa forma no te gusta y debería tener otra. Genial, ya estamos otra vez en el punto anterior.

Pero retomo, la crítica constante agota, por supuesto y también es peligrosa. Por un lado se construye una coraza y una burbuja cada vez más cerrada. «Para qué voy a decir nada si cada vez que digo algo me llueven palos». Y por otro se puede caer en el error de pensar que toda crítica es mala, que viene desde la sinrazón y «dirán lo que quieran, pero nosotros trabajamos incansablemente y ya estamos agotados de toda esta mierda».

Ese agotamiento, hartazgo, cansancio, burnout o como lo queramos llamar es parte de todo esto. Ocurre en la sectorial y ocurre en todas y cada una de las asociaciones que se constituyen dentro del sector de los tebeos. Y es súper peligroso porque acaba mandando al traste las iniciativas colectivas una y otra vez. Suele tener difícil arreglo porque solo se soluciona con oleadas de gente nueva dispuesta a implicarse y con la capacidad de renovación de los órganos de gobierno (tengan la forma que tengan). Y, a veces, bajando los muros y abriendo las ventanas.

El cuarto de los problemas y el elefante en la habitación es que la sectorial cuenta en estos momentos con un presidente que ha sido condenado por actuar, según dice la sentencia, con evidente mala fe en un asunto concerniente a la organización de eventos relacionados con los tebeos.

No tiene mucho sentido entrar aquí a valorar si el hecho en sí es más grave o no, solo faltaría, para eso están los juzgados y para eso se ha dictado sentencia. Ese no es el punto, la cuestión es si en una asociación que supone el mayor acercamiento que haya tenido jamás nuestro sector a las instituciones, es conveniente mantener como cabeza más visible y con el cargo más importante a alguien en esa situación.

Cuando he hablado de este tema con compañeras y amigas de dentro y de fuera del sector no son pocas las veces que alguien deriva los argumentos hacia el trabajo y la labor realizada por ese hombre en estos cuatro años. Dicen que eso es lo relevante, que deberíamos fijarnos tan solo en lo que haya hecho desde que ostenta ese cargo y en relación a los objetivos propuestos y los objetivos cumplidos. Teniendo en cuenta solo ese balance, la gestión podría considerarse buena. Ojo, lean bien la frase antes de martillearme a mí con teorías de la mente varias.

Pero claro, también hay quien piensa que eso no es suficiente, que alguien en ese puesto, con esa responsabilidad y esa relevancia no puede tener a sus espaldas determinados problemas, especialmente cuando se trata de algo dentro de nuestro mismo ámbito. Y no es una cuestión estética (que también), es ética.

¿Y qué opino yo? Pues opino que hay miedo al debate público en general, que ha cundido la sensación de que no debemos hablar de nuestras cosas y nos hemos empeñado en generar espacios diminutos y cerrados en vez de espacios abiertos. Es más, si se habla de ciertas cosas se utilizan enseguida verbos como «airear» o se señala el hecho mismo de expresarse porque «se dice en redes» como si eso ya deslegitimase cualquier discurso o relato por escoger una forma u otra.

Seamos adultas o, al menos, tratemos de eliminar la condescendencia de la conversación y no limitemos la expresión de nadie. Resulta difícil de asimilar ponerse cortapisas dialécticas desde dentro de una profesión artística.

Lo que opine yo a nivel personal sobre qué debería hacer el presidente de la sectorial es del todo irrelevante e importa entre cero y nada. Otra cosa es lo que opinen las asociaciones de autoras, de editoriales, de divulgadoras y demás grupos, colectivos y empresas que forman parte de ella. Y no son pocas opiniones.

Tengo la sensación (y la tengo desde hace años) que la gente no termina de entender del todo bien qué es la sectorial o cómo se trabaja en ella (puede que tampoco se hayan hecho excesivos esfuerzos por explicarlo). Es una asociación. Un grupo de personas diferentes que se ha juntado en torno a una mesa para tratar de trabajar en común en función de unos objetivos que ayuden a obtener un mejor terreno de juego para todas.

Evidentemente eso genera y generará tensiones siempre dentro y fuera. ¿Por qué? Porque esos objetivos pueden ser muy diferentes para unos y otros y resulta muy complejo llegar a fijar un mínimo común denominador. Y, sin embargo, a pesar de lo extremadamente complicado que resulta, lo cierto es que las cosas van saliendo y los objetivos se van tachando en la lista.

A mí no tiene que convencerme nadie ni yo tampoco pretendo venderle nada a los demás, la sectorial no solo es útil, es necesaria y debería sobrevivirnos a todas nosotras porque eso significaría que las cosas salieron bien.

Eso no quita que haya mucho que mejorar.

Incluso con un pie en la puerta de salida de todo este mundo me parece importante señalarlo. ¿Por qué? Porque siempre he sido así de ingenuo y siempre he creído que debe poderse hablar de todo.

¿Este es el espacio? No, esto es mi blog. Aquí me dedico a ordenar mis ideas a través de la escritura. No tiene más (ni menos) importancia que eso y todo lo demás vuelve a ser teoría de la mente.

Tampoco debemos pensar que la sectorial debe ser el antibiótico perfecto que se encargue de afrontar y hacerse cargo de todas las dolencias del sector. Es más, la más importante de todas ellas: la pobreza extrema de la clase creativa, la fía única y exclusivamente a lo que pueda venir de fuera, de las ayudas. Desde dentro calla y evita el tema porque es incómodo.

Todos esos síntomas deberían hablarse en otros espacios, pero para eso habría que asumir que tenemos algo de lo que hablar.

En cualquier caso, lo que sea o deje de ser, cómo se ordene, cómo se gobierne, cómo fija sus objetivos o cómo los ejecuta es algo que atañe solo a sus socios, como en cualquier otra asociación. Se podrá decir, opinar, comentar y demás, pero la realidad sigue siendo esa y así debe ser.

Los problemas están ahí, se pueden ver, pero también están ahí los aciertos y, no lo olvidemos: en un contexto donde hay muchísimas más posibilidades de que cualquier iniciativa colectiva, por pequeña que sea, se vaya al carajo en medio de broncas, movidas y resentimientos.