Hace muchos años, en una clase de literatura, el profesor empezó una ronda de la clásica pregunta «¿tú qué quieres ser?». Yo respondí que jubilao y el profesor, que ya sumaba más años que tres faraones, me replicó: «tú eres un zángano».
El día ha llegado. He dejado el trabajo.
Ojo, que no he dejado de ser profesor ni guionista ni productor de saraos, la nómina, por lo que sea, me sigue viniendo bien, pero sí que he dejado el trabajo que más horas me ha quitado en la última década (en realidad en la década anterior a esta también se llevó un buen saco de horas): lo del asociacionismo.
Sí, querida amiga del alma, he puesto punto y final ayer mismo por la tarde a un montón de años de peleas, de compromiso y de toneladas y toneladas de frustración. Bueno, algunas alegrías también, por supuesto, pero… digamos que en el balance son bastantes menos.
Lo cierto es que llevo ya tiempo con esta idea rondando por la cabeza. Los que siguen el blog recordarán que hace unos meses, en un texto titulado «Muerte ven» ya anunciaba que me quedaban cinco años de una forma muy concreta de habitar los tebeos. Pues mira, el tiempo ha pasado volando.
Si he preferido saltarme al menos cuatro años y medio de proceso es porque tengo motivos de peso para ello, principalmente dos.
LA VIDA TE DA SORPRESAS
En ocasiones la vida no solo te da sorpresas, a veces te da suspense. La diferencia ya la explicaba el bueno de Don Alfredo en conversación con un gabacho: la sorpresa es cuando tienes a dos personas charlando sobre el fichaje de Figo en un bar y de repente la mesa estalla. Movidón, boca abierta y «¿qué demonios ha pasado aquí?». El suspense es cuando te enseñan unas manos que colocan una bomba debajo de esa mesa con un temporizador. Después ves a esas personas hablando del galáctico luso y de vez en cuando enseñas que el tiempo se va consumiendo y aproximándose al cero a un ritmo machacón e inexorable. Ya tienes el petate montao. Cada palabra que digan, cada gesto, cada mínimo detalle, obtiene una dimensión especial que dota a toda la escena de una intensidad única por muy intrascendente que sea el tema que estén tratando.
Yo ya tenía la bomba debajo de la mesa. Quizás el temporizador no estaba bien ajustado, pero entraron en la ecuación un puñado gordo de movidas de la vida. Movidas relacionadas con hospitales, con enfermedades y con darse cuenta de que las cosas importantes de verdad tienen poquísimo que ver con la fauna y flora del mundillo editorial de los tebeos.
Tampoco quiero extenderme en esto mucho más, pero si después de tres semanas de estar comiendo en el restaurante (macabro) de un hospital recibes una llamada porque X se ha quejado de que se ha dicho una absoluta nimiedad en redes y eso puede llegar a causar una hecatombe mundial de imprevisibles consecuencias (jamás pasa nada) pues… yo qué sé.
Sin duda alguna es en esos momentos cuando puedes darte cuenta de dónde estás metiendo tu energía y llegas a preguntarte muy fuerte si de verdad merece la pena. Y lo cierto es que en muchos momentos la respuesta es un sí rotundo, eso lo tengo y lo tendré claro, pero en otros dan ganas de mandarlo todo al carajo, cerrar la puerta y tirar la llave al mar.
Sea como fuere (ves, ya hablo como un jubilao) es evidente que en la balanza entre cosas relevantes de la vida real y cosas que a veces son importantes y otras muchas veces son gilipolleces ha salido ganando la sensatez de invertir muchas más horas en todo aquello que de verdad las necesita.
LAS HERIDAS ABIERTAS Y LA GENTE QUE EN VEZ DE OFRECERTE VENDAS TE OFRECE PUÑADOS DE SAL
El otro motivo por el que he apresurado mi salida del entramado asociativo de los tebeos es que ya llevo acumuladas unas cuantas movidas de esas que han llegado a quitarme el sueño. Y no es una forma de hablar, he tenido que recurrir primero a melatoninas y después a diazepanes durante demasiados momentos en los últimos años porque hay vainas que han trastocado de forma grave mi capacidad para descansar y mantener un equilibrio.
Allá por el principio de los tiempos, cuando apenas acabábamos de empezar, nos dedicábamos entre otras cosas a divulgar en torno a la ley de propiedad intelectual y la revisión de contratos para evitar cláusulas abusivas y ofrecer un servicio útil para todo el mundillo en general. Lo hacíamos a través de escritos en los que colocábamos una cláusula chunga de un contrato real, explicábamos por qué era chunga y ofrecíamos una alternativa.
En el tercero de aquellos textos cogimos una cláusula del contrato de una editorial que en aquel momento gozaba de muy buena fama porque «por fin alguien empezaba a hacer bien las cosas en el cómic español». Dicha cláusula te pedía la cesión de derechos hasta que tu obra entrase en el dominio público, es decir, 70 años después de tu muerte. Eso es ilegal. En España el tiempo máximo de cesión de derechos para cualquier cosa en forma de libro es de 15 años.
Además del tiempo que pedían de cesión, que ya digo que es ilegal, pedían la cesión para diez lenguas diferentes y, ojito a esto, en todos los territorios en los que alguna de esas lenguas sea oficial. Y esto, que no es ilegal, es abusivo.
Para terminar de arreglarlo, el contrato no explicaba en ningún sitio cuál era el número mínimo y máximo de ejemplares de la primera edición y siguientes y, por tanto, el contrato era nulo.
Ilegal, abusivo y nulo, la tríada mágica, la trifuerza del mal. Puedes intentar hacerlo peor, pero te va a costar.
Y lo dijimos. Sin afán de grescas ni movidas, solo con ánimo divulgativo y para que la gente entienda por qué no se debe firmar un contrato así por mucho que te lo esté ofreciendo la editorial que ha venido a salvar el cómic español.
Ya he contado esto mil veces: el editor amenazó con denunciar a la asociación y con denunciarme a mí. Tuvimos que gastar parte de los recursos de una asociación recién formada para consultar a una abogada y estudiar qué podríamos hacer si de verdad se llegasen a cumplir esas amenazas.
Pero lo grave no fue eso. Lo que de verdad pasó los límites es que varios socios que en aquel momento incluso formaban parte de la junta directiva publicitaron de forma muy activa a aquella editorial, alabaron a su editor e incluso llegaron a publicar con él.
No voy a entrar en por qué todo eso me parece repugnante, que cada una saque sus propias conclusiones.
¿Terminó ahí? Qué va… En estos casos siempre recuerdo una frase magistral de «Cidade de Deus» que decía: «los chulos nunca lo dejan». Años después, un socio denunció públicamente la mala praxis de esa misma editorial hablando de prácticas que rozan el chantaje y la extorsión. ¿Y qué ocurrió? Que alguno de los mismos que ya había defendido a su «amigo» el editor volvieron a la carga.
En fin, anécdotas. Cuando denunciamos públicamente los saldos ilegales que estaba haciendo Malpaso (y que sigue haciendo) con sus títulos de Dibbuks se armó un revuelo enorme. Ayudamos a varias socias a recuperar los derechos de sus obras y gastamos muchos euros en abogada. ¿Y qué pasó? Que alguna de las socias prefirió confiar en la buena fe de la editorial (sí, apasionante) y firmar nuevos acuerdos con ella…
Podría seguir contando más y más momentos en los que me he sentido la persona más imbécil del planeta, pero tampoco tiene mucho sentido, solo contaré un par de ellas más.
En algún momento nos dio por lanzar listas de recomendaciones de tebeos. «Los mejores guiones del año», «Los cómics más estupendos para regalar en navidad» y otras similares. Me sonroja tener que contar que esas listas dejaron de hacerse porque recibí varias veces la llamada de algunas socias para exigirme responsabilidades por haber incluido un título de Fulanito y no haber incluido ningún título suyo. No daré más detalles, creo que se entiende fácil.
En este mismo campo, hace ya muchos meses que dimos por finalizado un trabajo largo y ambicioso: un catálogo de lecturas recomendadas para profesoras de instituto dividido por materias. Juntamos cómics para la clase de matemáticas, para las clases de historia, las de lengua, las de filosofía, las de química o las de cualquier otra materia.
Fue un trabajo largo, intenso y complejo.
Seguro que ya te estás imaginando qué ocurrió, amiga mía. Pues sí. Hubo quien incluso sumando hasta tres o cuatro títulos dentro del catálogo se quejó de que no añadiésemos alguno más. Y no te puedes imaginar cuánta gente escribió a última hora con «os habéis dejado fuera este» y siempre eran sus propios tebeos.
Eso provocó que ese catálogo, que representaba un trabajo bonito y el inicio de algo que podría llegar a establecer un puente directo con la rama educativa, se quedase sin ejecutar. Jamás se envió y dudo mucho que se llegue a enviar.
Podría hablar de muchísimas más cosas, pero no tengo muchas ganas, todas las trifulcas y tejemanejes con otras asociaciones, incluida la sectorial, ya se han tratado largo y tendido en el blog y en otros espacios, tampoco pretendo aburrir a nadie.
Pero sí que ha habido una gota de esas de colmar el vaso. En mi penúltimo texto en el blog lanzaba una serie de preguntas a las lectoras:
¿Cómo de limpio es un proceso en el que, por ejemplo, el delegado de ARGH en la asamblea defiende la postura de la asociación a la que representa y el presidente de ARGH vota en sentido contrario al del delegado de la asociación que preside porque no está de acuerdo en defender la postura de sus asociados? ¿Cómo de limpio es que esa misma persona siga formando parte de la junta directiva cuando ARGH decide quedarse fuera y le basta con decir que ahora representa a otro colectivo? ¿Basta con un cambio de cromos? ¿Es que a nadie le importa que pasen estas cosas y ni siquiera se comenten ni se expliquen?
Se puede saber que son preguntas porque incluyen en su redacción estos símbolos: ¿?
¿Dije yo lo que me parece que pasen esas cosas en una asamblea? Pues no, lancé unas preguntas. ¿Dije que Fulano es noséqué o nosécuántos por haber actuado de una forma u otra? Pues no, en realidad no digo nada de eso. ¿Podría haberlo hecho? Sin duda. Pero las cosas es mejor juzgarlas por lo que son y no por lo que podrían haber sido y, sobre todo, si alguien quiere interpretar determinado subtexto quizás hubiese sido mucho mejor preguntar antes de disparar.
Después de haber escrito ese texto, ayer mismo llegó la respuesta, pero la respuesta no me llegó a mí, llegó en forma de carta a todos los socios y socias de ARGH (una asociación de la que ya no formo parte desde hace semanas y de la que me fui de la junta directiva hace meses).
Una carta dirigida a los socios y socias.
Mira, ni voy a valorar lo que me parece esa forma de proceder ni voy a responder (ya lo hice en privado donde correspondía) ni voy a montar ningún revuelo. ¿Podría hacerlo? Podría. ¿Podría incluso, por utilizar alguna terminología muy en boga últimamente, «poner a parir a alguien en redes»? Podría intentarlo, pero mira, voy a optar por algo muchísimo mejor: hasta luego.
Ya está. Hasta luego.
Me hubiese gustado que a la hora de dejar todo el panorama asociativo alguien se me acercase y me dijese que algo de lo que hicimos estuvo bien. Una también tienen su ego y su corazoncito, pero nah, las cosas son como son y como decían los Piperrak: «¿qué le voy a hacer si soy todo lo que tú quieres que yo no sea?».
Solo espero, ya a modo de cierre, que después de algo así no venga nadie a saludarme como si tal cosa.
En fin, hoy arranca una época gloriosa, podré observar las obras desde la valla, comentar lo que me dé la gana y, a las doce, irme a tomar un pincho al bar mientras sigo comentando lo que me apetezca.
De lo del asociacionismo me voy y no pienso volver que uno puede ser tontísimo pero no tanto. Eso sí, que quede claro, lo de callarme no va conmigo. Y, por supuesto, en esto de los tebeos seguiré implicadísimo como guionista, organizando saraos y puede que más pronto que tarde desde otros medios audiovisuales.
Son las doce, me bajo al bar.