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El año de Escribiendo Cómics

Menudo añito loco. Ya a finales de 2024 me planteé meterle una buena dosis de energía al blog. Venía de un período bueno, de escribir 24 entradas en ese año y eso suponía más que el 2023 y el 2022 juntos.

Añadí la opción de que la gente se pudiese suscribir. Que bueno… la única ventaja es que te mando un mail unos minutos antes de que todo el mundo pueda ver la publicación nueva promocionada en redes. No soy el mejor ofreciendo ventajas, eso seguro.

Me vine arriba, mucho, puede que demasiado. He llegado a las 51 publicaciones. La media dice que casi una por semana. Es una locura.

El número de visitas ha crecido en consecuencia, claro, es lo esperable si das muchísimo la turra. Han sido pocas más de 30000 en 2025 (de un total de 46000 desde que pasé el blog al nuevo dominio). Eso supone un 140 por ciento más que el año anterior. He escrito algo más de 90000 palabras (el año pasado fueron 39400). Luego siempre me asusta ponerme a escribir cosas de más de 40000 y me digo enseguida que no tengo tiempo… los misterios de la mente.

El blog ha tenido una media de poco más de 80 visitas diarias y en algunos meses se ha disparado hasta casi 150.

Los cinco textos más leídos del año fueron:

El dedicado a la catástrofe de ECC; uno en el que hablaba de un modelo de guionista de tebeos que no me gusta un pelo; el de que la cultura no se consume ni se le ponen estrellitas; el que hablaba de que casi siempre se evita preguntar por qué las autoras tenemos que ir a buscarnos la vida al extranjero y el que ponía la lupa sobre algunas cifras un tanto extrañas en las cuentas del Viñetas desde o Atlántico.

A partir de ahí me hace especial ilusión que lo siguiente más visitado sea la biblioteca, de verdad, no te imaginas lo feliz que me hace que haya recibido tanto tráfico.

Mi intención a lo largo de esta última etapa no era llegar a escribir un texto por semana, no tengo ni siquiera claro qué era lo que buscaba o si estaba buscando algo. Me apetecía expresarme. Y me ha explotado en la cara.

Hace ya años (desde mucho antes de hacer tebeos) que tengo la fea costumbre de no saber callarme. Puede que alguna gente piense que en realidad es una virtud, pero no siempre lo es. Hay momentos que exigen discreción, situaciones que requieren no tomar la palabra y opiniones que en determinados instantes solo aportan ruido.

Discernir, tener la claridad mental como para saber cuándo corresponde hablar y cuándo es mucho mejor mantenerse en silencio, es quizás una de las cosas que mejor diferencian a los sabios de los necios. Y me temo que a lo largo del 25 he sido excesivamente necio.

En estos 12 meses he perdido amigos y amigas. He defraudado a gente a la que admiro y he provocado algunas situaciones que han enrarecido determinados ambientes. Eso no es bueno. También me he puesto obstáculos en el camino profesional y he cometido algunos errores que han perjudicado a otras personas y eso entra en el campo de lo inaceptable. Me disculpé por ello cuando sentí que debía hacerlo, pero me temo que era demasiado tarde.

Al mismo tiempo también me he sentido decepcionado por gente a la que consideraba amiga, eso no lo voy a negar. Se me han dicho cosas muy feas y hay gente que pasó de repetirme que me tenía mucho cariño a retirarme la palabra. Yo qué sé, la vida supongo. Algunos, los más honorables, lo hicieron a la cara. Otras no y cayeron en el clásico de hablar más de mí que conmigo.

El caso es que me he cansado de todo esto, de jugar a sacar punta a cualquier cosa, del análisis y el sobreanálisis y la opinión de esto y la opinión de aquello.

Estoy cansado porque en estos 12 meses he hecho muchísimas cosas más: escribí tebeos, algunos salieron ya y otros saldrán en el 26, en el 27 y en el 28. Di clase como todos los años y seguí leyendo y formándome para intentar aportar cosas nuevas en cada nuevo curso. Empecé a colaborar en la radio, un medio que me apasiona desde que siendo un crío veía a mi yayo afeitarse cada mañana mientras escuchaba algo en un transistor portátil del que alardeaba mogollón. También formé parte de la organización de un evento y estoy convencido de que salió especialmente bien y saldrá aun mejor. Y eso solo en las cosas del trabajar.

En las cosas importantes de verdad, el 25, en fin… espero que no vuelva jamás un año como este.

Todo eso, en la coctelera que es mi cabecita, forma una mezcolanza bastante loca. Quiero dejar atrás el papel en el que me he metido yo solo. Mis opiniones constantes me aburren y, además, cuando se repiten tanto pierden intensidad, se diluye la capacidad de análisis real y se cae mucho más fácilmente en el resentimiento y la mala baba.

2026 cambiará el blog, amiga mía. ¿Dejaré de opinar de cosas? No lo sé, no lo creo, pero no será la función de este espacio porque su esencia siempre fue otra: servir como herramienta para la gente que quiere escribir pueda asomarse.

Y la idea es recuperar eso. ¿Que luego resulta que explota un escándalo que relaciona la Comic Con de Torrelavega con una trama chunga de aguacates tóxicos y narcotráfico oscense? Pues si creo que tengo algo que decir lo diré, claro, pero ni será algo semanal ni mensual ni trimestral porque insisto: la esencia era otra y toca recuperarla.

Puede que esto me cueste suscriptores y lo entiendo. Es lo que hay. Lo fácil para mí, si quisiese simplemente sumar visitas, sería seguir en la misma línea, pero prefiero complicarme más las cosas y poner en el centro algo diferente. Hace unos días me escribió una autora para agradecerme el material que hay en la web porque está escribiendo uno de sus primeros cómics y le está ayudando. Y eso… eso es oro.

Además, tengo la suerte inmensa de que no estaré solo en todo esto. Me acompañan tres amigos que son a la vez tres guionistas y la vez tienen años de experiencia en eso de hacer cosas. Javier Mora, Manu Gutiérrez y Roberto Corroto. No se puede tener más suerte.

Lo dicho, 2025 se va, con sus sombras, sus luces y todos sus movidotes. 2026 llega para cambiar la imagen de este espacio, para recuperar lo que siempre debería haber estado en el centro y para ofrecer algo mínimamente útil.

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