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Escritura fría y escritura caliente: dos maneras de enfrentarse a la hoja en blanco

Llevo escribiendo desde hace más de tres décadas, tuve la suerte de que mi madre siempre escribió y yo quise aprender a hacerlo por mera imitación. Además, desde hace diez años, escribo de forma profesional, es decir, me pagan por hacerlo y eso casi siempre supone tener que adquirir un método de trabajo, fijar unos objetivos, calcular bien el tiempo, etcétera.

En todo este tiempo me he vuelto un auténtico obseso de los manuales de escritura, especialmente de los referidos al guion cinematográfico porque es de donde viene mi formación académica. Sin embargo hay un concepto que apenas he visto tratado en ninguno de ellos y que me resulta muy interesante: la escritura fría y la escritura caliente.

Para un momento, ¿de qué demonios estás hablando? ¿La escritura caliente es eso que intercambio a veces por instagram y va acompañada de enviar muchos fueguitos? Eh… no, no se trata de eso, pero no seas inquieta, espera un momento y te enterarás de todo.

Al lío.

¿Existen dos tipos de escritura?

Odio cualquier clasificación que empiece diciendo «existen dos tipos de loquesea». En serio, no lo soporto, me parece de una simplificación brutal que pocas veces es aplicable al cien por cien en ningún ámbito.

Pues resulta que en el campo de la escritura me he encontrado la famosa frasecita un montón de veces. Quizás la más repetida sea aquella de los escritores de brújula y los escritores de mapa, o dicho de otro modo, de los que planifican todo bien antes de escribir o los que prefieren dejarse llevar por la intuición para arreglarlo todo después.

No creo que nadie que escriba pueda afirmar de sí misma que es cien por cien «brújula» o cien por cien «mapa», existen una serie de matices que tienen más que ver con la fase concreta en la que nos encontremos y me parece que se comprende muchísimo mejor si hablamos de escritura fría y escritura caliente.

¿Qué es la escritura fría?

La escritura fría es aquella en la que intervienen factores referidos al cómo y no tanto al qué a la hora de escribir una historia. Cuando preparamos una escaleta, cuando aplicamos una estructura, cuando escogemos un tipo de trama, cuando creamos un personaje…

En todos esos momentos escribimos desde un punto de vista más racional y analítico. Si estamos construyendo una estructura solemos tener en cuenta la extensión de los capítulos o el número de ellos que vamos a necesitar hasta llegar al detonante, cuánto podemos extendernos en el segundo acto o cómo vamos a impresionar en el tercero.

Es más, en el momento en que decidimos si contaremos nuestra historia en tres, en cinco o en dos actos, es la escritura fría la que está entrando en juego.

Es decir, la escritura fría se encarga más de la forma, de cómo vamos a hacer que encajen bien todas las piezas en la narración para llegar a transmitir aquello que queremos transmitir. ¿Eso quiere decir que abandona por completo el lado más emocional de la escritura? No, no del todo, más bien lo refuerza porque se fija en la mejor forma para llegar a tocar el corazoncito de las lectoras.

Si lo cuento desde mi propia perspectiva yo utilizo la escritura fría en dos momentos muy concretos de todo mi proceso creativo:

El primero es cuando redacto escaletas. En esa fase está mucho más activa mi mente fría porque estoy ordenando bien los acontecimientos y generando una cadena de causa-efecto que me permita tener bien controlado todo el armazón de la historia. Sobre la escaleta puedo preparar un análisis de estructura, puedo ir alternando las tramas para rimarlas, hacerlas simultáneas, ponerlas en paralelo o lo que me apetezca.

En ese momento también trabajo los arcos de transformación que pueda haber para los diferentes personajes y me encargo de que vayan teniendo un avance gradual y no resulten demasiado inverosímiles o se construyan a base de cambios muy bruscos.

El segundo es cuando hago guiones técnicos, es decir, cuando me encargo de la narrativa interna de cada página de un cómic marcando lo que ocurre en cada viñeta. En esos momento el frío viene marcado por un lenguaje audiovisual muy técnico que habla de tamaños de plano, de angulaciones de cámara y de perspectivas.

Se trata de generar todo un ritmo visual que permita seguir bien la narración, pero también que saque a la luz las emociones oportunas en cada momento y tenga siempre en cuenta que los cómics tienen forma de libro y eso significa que las páginas se pasan y debemos preparar cosas en las páginas impares que se resolverán en las pares para no sabotearnos con autospoilers involuntarios.

En definitiva, la escritura fría en mi caso aparece con asuntos de orden y estructura, pero también cuando se trata de generar impacto visual a través de una secuencia colocada de una forma determinada.

Haciendo un pequeño juego con el amigo Nietzsche, la escritura fría está regida por Apolo.

¿Qué es la escritura caliente?

La escritura caliente es aquella en la que intervienen factores referidos al qué, es decir al fondo, a las emociones que queremos transmitir con aquello que vayamos a escribir. Cuando escribimos una escena, cuando escribimos un diálogo, cuando queremos que nuestro personaje sujete una calavera y suelte un monólogo que haga llorar a Darth Vader…

En esos momentos escribimos desde un punto de vista emocional y apasionado. Si estamos escribiendo una escena queremos conocer cómo se siente un personaje y en qué momento tendrá algún tipo de arrebato que le convierta en todo un torbellino de emociones. Queremos que cada sensación traspase el papel, que se active la empatía de las lectoras y sean capaces de vivir todo lo que ocurre en la historia como si les pasase a ellas.

Esa búsqueda de empatía, todo ese juego de expectativas y sentimientos que fluyen por toda la narración se escriben desde la escritura caliente. Es la manera que tenemos de conseguir que lo que contamos sea capaz de llegar a las lectoras, que rompa ciertas barreras y nos haga llorar, reír, estremecernos, excitarnos, pasar miedo…

Es decir, si la escritura fría se encarga de la forma, la caliente está pendiente del fondo y le importan muy poco las reglas, las estructuras y cualquier tipo de corsé narrativo. Es más, habrá momentos en los que estés escribiendo algo en los que la escritura caliente suba tanto de temperatura que decida prender fuego a todo lo que estaba previsto por la escritura fría. En esos momentos no habrá estructura, trama o arco de personaje que tener en cuenta, solo habrá alguna emoción abriéndose paso porque la escritura caliente solo sigue una norma: si funciona, funciona.

Ya habrá tiempo después de bajar la temperatura, hacer un balance de daños y continuar.

Si vuelvo al ejemplo de mi propio trabajo también encuentro dos momentos clave en los que aparece la escritura caliente:

El más importante es el de la escritura en sí misma. Es decir, siempre que escribo una escena o un capítulo de algo. Los momentos en los que estoy narrando y no preparando la narración. Cuando escribo un guion literario o el fragmento de una novela o un relato corto, lo hago desde la escritura caliente.

Al hacerlo necesito meterme dentro de la historia, me pongo en contexto y trato no solo de contar lo que pasa sino que me fijo también en todo el mundo emocional de los personajes. Interpreto cada diálogo (y esto era digno de verse cuando iba a escribir a lugares públicos), necesito meterme mucho y ser capaz de encontrar la voz de cada personaje de una forma muy explícita y visceral.

La otra fase en la que aparece la escritura caliente es cuando me toca escribir un pitch porque es un momento en el que siempre intento transmitir mucho con muy pocas palabras. Es cierto que hay una labor de síntesis más propia de la escritura fría, sin embargo me parece fundamental que un pitch sea capaz de generar un estado emocional en quien lo lea por sutil que sea.

Volviendo al bueno de Nietzsche, el dios que se encarga de regir la escritura caliente es el bueno de Dioniso.

¿Eres más de caliente o más de fría?

Para mí no existe una escritura mejor o peor, ni tampoco creo que pueda decir en mi caso que soy más de escritura caliente que de escritura fría. Existen fases, momentos concretos en la elaboración de una obra en las que nos va a ayudar más una que otra.

También habrá días en los que no estemos del todo en sintonía con el tipo de escritura que necesitemos en ese momento. Puede parecer absurdo, pero no lo es si lo piensas un momento. Puede que estés escribiendo una maravillosa comedia absurda, que te toque escribir uno de los momentos más delirantes y justo te coincida con algún tipo de evento traumático o doloroso. Es natural que un momento así el calor que necesita tu escritura no termine de llegar, es como querer hervir unas judías con el agua a treinta grados.

Mi recomendación en esos momentos es descansar. Eso de «escribe todos los días al menos una hora» es una falacia turbocapitalista más que pretende enfocar la escritura como si fuesen trabajos forzados para adquirir «disciplina». Si lo haces así tienes más posibilidades de abandonar que de poner el punto final a nada de lo que hagas.

Se supone que escribir te gusta y te apasiona y eso ya debería hacer que te pongas a escribir siempre que te apetezca porque te apetecerá muchas veces.

En cualquier caso, hay veces en las que no podrás descansar porque se acerca una deadline o algo similar. Si es así te recomiendo que ya que no vas a poder utilizar la escritura caliente utilices la fría, repasa lo que ya esté escrito, analízalo, corrige, reestructura…

Podrás seguir escribiendo, estarás avanzando, puede que no del modo que necesitabas, pero serán avances de todas formas.

Y recuerda, esto no es una clasificación marcial de esas de «existen dos tipos de». Entre una escritura caliente como la lava y una escritura fría como un vikingo, existen una gran cantidad de temperaturas intermedias, lo ideal es que encuentres las tuyas y te acostumbres a graduarlas en función de tus necesidades.