Saltar al contenido

Abriendo el taller

Se acerca mucho el veranito, la calma, la tranquilidad y las mañanas relajadas con el ventilador encendido, el café enfriándose y el ordenador sobre las piernas esperándome para que lo aporree con cariño.

Para este año mi plan no dista mucho de los anteriores con la diferencia de que tengo ganas de escribir y me he puesto en marcha para ello. Entonces, querida amiga, ¿es esto un anuncio para buscar dibujantes? Pues no, no exactamente. Por un lado lo es y lo digo claramente: busco dibujantes, si me conoces (o conoces mi trabajo) y crees que podríamos hacer algo juntos el mejor momento para hablar de ello es ahora.

Peeeeero por otro lado quiero aprovechar todo esto para hablar del taller o, más bien, de la forma que tengo de trabajar en el inicio de las historias cuando estoy en modo «me apetece escribir».

Hace meses escribí un largo e intenso texto en el que iba desgranando todo mi proceso paso a paso, pero hoy voy a centrarme solo en un aspecto concreto: la elaboración de premisas y cómo he construido algunas que puede que acaben en el fondo del cajón o puede que acaben convertidas en algo.

Vamos allá.

FASE 1 — IDENTIFICAR LAS GANAS

Soy escritor. Eso es así y a estas alturas ya no lo voy a poder remediar. Eso no significa que escriba todos los días y, ni mucho menos, que tenga ganas de escribir todos los días. Las ganas son algo que fluctúa, son cíclicas. Evidentemente, después de todos estos años de experiencia, tener o no tener ganas no significa escribir o no escribir. Si tengo que hacerlo porque hay algo en marcha pues lo hago. Sin dramas y sin historias. Es mi trabajo y sé comportarme como un profesional.

Cuando hablo de identificar las ganas no me refiero solo a si existe ese gusanillo por ponerme a teclear, sino más bien a tener un periodo en el que me apetece pensar en nuevos proyectos, en nuevas propuestas a las que intentar dar vida. Y ahí sí que lo tengo claro: eso es algo que yo no puedo forzar por mucho que me ponga.

Esas ganas me suelen surgir cuando viajo. A poco que me monte en un tren y vaya a otra ciudad, aunque sea un par de días, se me activa ese picorcito. Especialmente si el viaje está relacionado con ir a alguna feria, presentación o similar (aunque me pasa con todos los viajes).

Tiene lógica, claro. Escribir es algo que se hace de forma bastante solitaria. Es cierto que después hay mucha comunicación con la persona que dibuja, con la editorial y, con suerte, con algún librero, compañeras y demás. Pero en los eventos es cuando recibes el mejor feedback de todos: el de las lectoras.

Y eso te pone blandito, se te pone la sonrisa en la cara y aparecen las ganas. El tema es: ¿ganas de qué exactamente? Esa es la clave. Hay veces que se pueden identificar como algo muy concreto: de montar una novela, de escribir algo infantil, de algo de ciencia ficción. O incluso mucho más específico: de una historia costumbrista cyberpunk sobre la pérdida de la memoria.

Lo importante en esos casos es identificarlas para poder darles forma.

FASE 2 — DANDO FORMA A MARTILLAZOS

En esta última etapa mis ganas han venido desencadenadas por diferentes motivos. En uno de los eventos en los que estuve involucrado me ofrecieron montar un proyecto conjunto. No sabía muy bien qué hacer, pero sabía que quería hacer algo y que hacerlo juntos sería estupendo. Así que le pedí una lista de cosas que le gustan, cosas que no haría bajo ningún concepto y varias semanas para pensar.

Recibí el archivo y entonces hice lo que recomienda Daniel Tubau en «La musa en el laboratorio»: escribí en un papel cuál era mi problema. Necesitaba un pitch para una historia en tono amable, que tuviera un aspecto de futuro sucio, pero que a la vez fuese una historia humana y cercana.

Y no escribí nada más, cerré el papel y esperé.

Al hacerlo de esta forma se activa la parte subconsciente del cerebro. Sabe que hay un problema por ahí pululando y va a tratar de resolverlo en los momentos que le dejes libres. A los pocos días apareció algo: una historia de una mujer con una tienda de cachivaches de todo tipo en un barrio lleno de callejones en un ambiente cyberpunk. Vende y compra de todo, incluso recuerdos digitales que poder incrustar en la mente de los demás a cambio de unas cuantas monedas.

Y no lo apunté porque yo no apunto las premisas. Voy así de loco por la vida. La dejé macerando en sopa de neurona un rato más hasta que salió algo a lo que de forma provisional llamé «Memoria de neón» (recordadme que algún día os hable de mi problema con los títulos). Y dice:

Luna regenta una pequeña tienda en el corazón del barrio donde se compra y vende memoria digital con la misma naturalidad que se piden favores. La vida sigue su curso entre chismes y trapicheos hasta que Doña Esperanza, una clienta con la mente hecha jirones, le pide ayuda para recordar.

Junto a Rob3rt, un ayudante robótico que aún se pregunta para qué sirve una sonrisa, Luna se mete de lleno en el enredo: mercados, portales y plazas del barrio, buscando algo que puede que ya no exista. Lo que empieza como un encargo se convierte en una oportunidad de entender (y querer) a los que nos rodean, aunque no todo se arregle ni tenga final feliz.

Porque, a veces, ser del barrio es justo eso: no dejar que nadie se pierda.

A partir de ahí empecé a pelearme con la historia hasta que saqué una escaleta completa. Eso sí, fueron muchos martillazos.

FASE 3 — LOS DAÑOS COLATERALES

El problema de haber seguido el consejo del papelito y que coincidiese con un momento de varios viajes y reactivación de las ganas es que me han salido unas cuantas sinopsis más y ahora mismo estoy que me escribo encima.

La primera sería para una historia dirigida a público infantil-juvenil con un tono divertido y mucho humor idiota de ese que me gusta tanto:

ShuriTown es un pueblo donde todos son ninjas y viven siguiendo reglas muy estrictas. Aquí ser silencioso es obligatorio y cualquier ruido está mal visto. Los adultos entrenan a los niños para ser perfectos en sigilo y obediencia.

Un pequeño grupo de adolescentes está más que harto de seguir tantas reglas. Quieren divertirse, reírse y romper el silencio. Todo cambia cuando, sin querer, arruinan un objeto valioso y dejan escapar al tanuki sagrado, la mascota y espíritu animal del pueblo.

Ahora deben arreglar el desastre. Para lograrlo, tendrán que pasar por pruebas extrañas, enfrentarse a los adultos y demostrar que se puede ser ninja sin perder la alegría. En su aventura descubrirán que a veces romper las normas ayuda a mejorar las cosas.

La segunda es puro grimdark que en mi cabeza ocurre a la vez que «Dreambreaker» pero en la otra parte del mundo:

En las tierras baldías de Aghvel, donde las cenizas de un imperio se mezclan con la miseria y la leyenda, un exiliado marcado por mutilaciones recibe un fragmento óseo: el último vestigio del tirano que arrasó el continente. Este artefacto da al exiliado control sobre la muerte y al mismo tiempo lo somete al eco persistente de la mente del tirano. Cada uso del poder le arranca recuerdos y sentimientos, alimentando tanto su fuerza como su aislamiento.

Mientras aprende a sobrevivir entre saqueadores, sectas y pueblos que lo temen, una figura surge entre las ruinas: la Madre Bethel, líder de un culto que predica redención y justicia. Bethel es la única capaz de verlo como humano y no como monstruo. Pero sus milagros y compasión esconden un lado oscuro: un afán por restaurar el orden perdido y una disposición a sacrificar cualquier cosa en aras del bien común.

Ambos avanzan hacia la colisión inevitable: él debe decidir si se aferra al poder corruptor y al fantasma que lo acompaña o si busca pertenecer a una comunidad que no lo quiere. Bethel debe medir su fe y su ambición frente a los límites reales de la compasión y la justicia.

La tercera es una utopía de convivencia social después del colapso que se ve alterada por un hecho inesperado:

Tierra Clara es una comunidad solar donde todos trabajan juntos. Leire, una ingeniera tranquila, mantiene la energía del barrio y cuida el bienestar de sus vecinos. Cuando Iván, uno de los delegados más carismáticos de la asamblea, muere durante una celebración, la vida perfecta del vecindario se rompe y la sospecha se extiende.

Leire decide buscar respuestas. Las pistas la llevan a desconfiar de Ahmed, el botánico recién llegado, y de Mara, la médica de la comunidad. A medida que Leire investiga, descubre secretos del pasado y pequeñas mentiras en la vida diaria.

Nadie parece culpable, pero todos guardan algo. Cuando la verdad sale a la luz, la comunidad tiene que enfrentarse a sus heridas más antiguas. Leire se pregunta si es posible reparar la confianza entre vecinos después de un crimen así.

Y la última, de momento, es un spokon de baloncesto 3×3 femenino con todas las vibes de cosa muy molona que podría extenderse todo lo que se quisiese:

Sarah vive en un barrio olvidado por la ciudad, donde los edificios vacíos y las calles marcadas por la crisis parecen poner límites a todo. Aun así tiene claro que nadie la va a frenar. Es bajita, pero en la cancha se mueve como un rayo y está decidida a ser la mejor pese a lo que piense el mundo.

Con su grupo de amigas, cada una distinta pero igual de obstinada, se inscriben en el torneo local. El reto es duro. Algunos equipos son muy técnicos, otros tienen fuerza bruta o talento natural. Cada partido es una pelea, en la que lo único que vale es demostrar quién manda en el asfalto.

Mientras el barrio las observa como si fuesen su última apuesta, las chicas juegan para algo más que una copa: juegan para cambiar lo que parece escrito. Aquí no hay superpoderes, solo coraje y calle. Es cuestión de ritmo, de corazón, de no rendirse.

El partido empieza en las calles y no termina nunca. Para Sarah y sus amigas, este es solo el primer paso de una historia mucho más grande.

FASE 4 — ¿Y AHORA QUÉ?

Pues ya lo decía al principio: busco dibujantes. Pero ojo, no los busco solo para hacer estas historias. Puede que algo de lo que leas ahí te guste y podamos hablar sobre ello. Eso estaría genial. Puede que nada de lo que veas ahí te guste e incluso así te gustaría que hiciésemos algo juntos y podríamos hablar sobre ello sin ningún problema.

Es más, existen más opciones, que leas esas cuatro cosillas y quieras remodelar alguna de ellas de arriba abajo. O que las leas y justo una se parezca aunque sea de manera tangencial a algo que lleva dando vueltas en tu cabeza y quieres enseñármelo para ver si le damos forma juntos.

No sé… si de alguna forma crees que estás motivada para montar un proyecto conjunto escríbeme a fernando@escribiendocomics.es y hablamos sobre ello.

Puede que todas estas propuestas salgan, puede que se queden en un cajón para siempre o puede que dentro de unos cuantos años alguna de ellas encuentre el momento oportuno para salir a la luz. Quién sabe.

Mientras tanto ahí están. Seguiré con el martillo por si acaso.