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La salud mental del guionista

Hace unos días, en un evento comiquero recién nacido en mi ciudad, hablaba con una compañera y expresaba en alto algo que muy pocas veces me atrevo a decir fuera de mi casa: llevo cerca de año y medio yendo a consulta con una psicóloga (maravillosa) para tratar de controlar la ansiedad y alguna cosa más (de la que es mejor no hablar en un blog sobre escribir tebeos).

La ansiedad, en mi caso, aparece con la gestión de mi profesión y hubo en esa conversación un diálogo que de alguna manera arrojó gran cantidad de luz en mi masa gris: «a veces me cuesta llegar y me agobia muchísimo saber que tengo a cinco o seis dibujantes esperando y no estoy llegando» dije yo. Y no recibí ni burla, ni sorna, ni condescendencia, solo un gesto de comprensión y un: «a Kelly Sue también le pasa».

Escribir queriendo cumplir con un mínimo estándar de autoexigencia creativa no es algo que se pueda hacer en automático. Requiere de una preparación, de un setting mental, de una disposición física y de tiempo.

La preparación mejora leyendo. Leyendo cómics, leyendo novelas, leyendo manuales, blogs, viendo pelis, series, jugando a videojuegos, a juegos de mesa… Toda información que consigas acerca de cómo se ha construido un mundo y una narración o te ayude a mejorar en el hecho de crearla es buena. Pero la preparación exige atención y análisis. Puedes leer ochocientos títulos al año y no aprender nada si no eres capaz de entender al menos alguna parte del proceso que hay detrás.

La disposición física implica no lesionarse o, en mi caso concreto que soy de pochez genética, tratar de cuidarse un poco y contar con que habrá unas cuantas semanas al año que serán poco operativas porque hay una alta probabilidad de pillar alguna cosa.

Lo del tiempo, en fin… Estando sumidos en el capitalismo de la autoexigencia no sorprende a nadie que alguien, un guionista, una dibujante, una editora o quien sea, nos repita una y otra vez eso de «no tengo tiempo». Creo que acabaríamos antes si nos lo tatuásemos en la frente o nos pusiésemos una tarjetita en el pecho que pudiésemos golpear con un dedo cada vez que alguien nos pregunte.

Y lo del setting mental, ay… eso es en realidad de lo que quiero hablar. Y no pienso dar ni un solo consejo a nadie. Como decía arriba bastante hago con ser capaz de asumir que necesito ayuda psicológica continuada como para no ser un hipócrita y decirle a las demás lo que tienen que hacer con sus vidas.

Esto no va de hablar de pequeños tips para ser mejor en algo o aumentar tu productividad, va de contar que detrás de cualquier exceso de trabajo siempre hay una carga de frustración, de incertidumbre y, finalmente, de ansiedad.

Que conste que voy a hablar desde mi propia experiencia y también de la que conozco de muchas compañeras y compañeros con vivencias muy similares. E insisto, aquí no hay lecciones de nada, solo un desahogo marcado por la necesidad de compartir que en las profesiones culturales, esas que supuestamente «hacemos porque nos gustan», es fácil llegar a sufrir trastornos que requerirán terapia para gestionarlos en condiciones.

El tiempo, el ritmo y demás

Uno de los problemas que yo tuve (y tengo todavía) con respecto a la gestión de lo que escribo es que, al igual que muchas compañeras guionistas, asumo que debo marcar el ritmo del proyecto.

Hacer un cómic es un proceso largo que requiere muchas horas y una constancia muy extendida en el tiempo. Siendo guionista esa es una labor que no puedo hacer yo solo, pero tampoco me gustaría que así fuese.

Pequeño inciso: existe cierta creencia popular que dice que los guionistas de cómic nos dedicamos solo a escribir porque no sabemos dibujar. Eso es una mamarrachada. Fin del inciso.

Aunque existen miles de formas diferentes de arrancar un proyecto, es muy común que quien mayor carga de trabajo acumule al principio sea el guionista. Hay que pensar la historia, tomar notas, documentarse, crear personajes, darles un trasfondo, arrancar el worldbuilding, afinar, retocar, afinar y retocar de nuevo, escaletar, escribir alguna página para ir probando diálogos…

Esa carga inicial de trabajo supone muchas horas. Ahora multiplica esas horas por tres, por seis, por ocho, por diez… ¿Por qué? Porque conozco muy pocas guionistas de cómic que lleven a la vez un único proyecto. Todas llevamos varios en paralelo, pero ¿qué provoca que esto sea así?

Pues no lo tengo claro. Cuando empecé a probar suerte en el mundo del cómic consideraba que si preparaba varias propuestas al mismo tiempo tendría más posibilidades de que me publicasen.

En aquel entonces no me importaba demasiado el tiempo que debía dedicar a cada historia. Tampoco me importaba si me iban a pagar mucho o poco o si iba a tener los meses suficientes para escribir el guion en condiciones. El objetivo estaba claro: publicar. O mejor dicho: publicar con una editorial que pudiese poner mi trabajo en todas las librerías de tebeos.

Eso ya genera ansiedad, claro. Llegué a estar metido en hasta 15 proyectos diferentes. Había fantasía, ciencia ficción, aventuras, histórico… Todo poco trabajado y autoengañandome con la excusa del “talento” para tratar de llegar al Olimpo con las cosas a medias…

Con el paso de los años y con la experiencia de haberme comido una buena cantidad de fracasos, me di cuenta de que no valía con hacer cualquier cosa y era imprescindible trabajar mucho más. Pero eso no hizo que bajase el ritmo.

Seguí trabajando en muchos proyectos, pero ahora cada uno me pedía más horas. Tiempo que le fui quitando a todo lo demás. Sin espacio para pensar demasiado se fueron sumando más responsabilidades.

Vender y negociar cada proyecto

No tengo ni idea de por qué, pero en el noventa por ciento de los proyectos que he movido por editoriales me ha tocado asumir el rol de vendedor, de negociador y de interlocutor entre las partes.

¿He querido asumirlo yo? Pues no lo tengo claro, a mí me gusta en parte el tener un papel proactivo y, sobre todo, ser capaz de hablar con unos y con otros y estar al tanto de todo, pero hay muchos momentos en los que lo único que me gustaría sería escribir. Y ya.

Algunas veces han tratado de explicarme que como el proyecto surge de mis entrañas es natural que asuma toda la responsabilidad en ese sentido. Otras veces me han dicho que es una forma natural de compensar la gran diferencia de horas que existe entre quien dibuja y quien escribe.

También se me ha dicho que como yo tengo toda la historia en la cabeza y me conozco perfectamente el proyecto es mucho más fácil para mí asumir el papel de vendedor haciendo pitches por aquí y por allá. Porque lo mío son las palabras y vender entra dentro del palabreo…

Y esto poca solución tiene. Parafraseando a algún filósofo absurdo: «es lo que hay».

Pero el problema no solo es asumir determinadas funciones que poco o nada tienen que ver con lo creativo, son las consecuencias de esa asunción.

Las negativas, las tensiones, los rifirrafes, los teléfonos estropeados, las triquiñuelas, la condescendencia… Todo eso y mucho más pasa primero por quien establece la comunicación con las editoriales y añade dos factores terribles a la ecuación: fracaso y culpa.

El fracaso viene en forma de negativas editoriales. A veces vienen con explicación y otras sin ella. Y la verdad es que da un poco igual. Cuando no te explican por qué te rechazan un proyecto puedes llegar a sentir que has fracasado porque ni siquiera se han tomado un minuto en darte al menos algo de feedback al que sacar partido.

Pero cuando sí que te dan ese feedback es casi peor. Si los comentarios son del tipo «el dibujo no nos encaja» te ponen en un compromiso. Si se enfocan en «la historia no nos termina de convencer» vas a pasar por varias fases, desde «menudo gilipollas», hasta «tienen razón, lo que hago es basura».

Y tanto en una posibilidad como en la otra (y en un montón más) se va a activar la culpa: no estás siendo claro con tu compañero, no vales lo suficiente, no eres tan bueno como te crees, no eres capaz de gestionar todo…

Precariedad

Después de dedicar tu vida entera a la creación. De compaginar el hacer cómics con enseñar a hacer cómics y gastar el tiempo libre en hablar sobre el mundo del cómic e incluso después de involucrarte en alguna asociación de autoras de cómic para tratar de buscar soluciones en el mundo del cómic podrías llegar a una conclusión: no llega.

Y con eso no me refiero a que no realizas el esfuerzo suficiente. El esfuerzo es inhumano. Tengo la espalda pelada de latigazos. Lo que no llega es el dinero.

Me dijeron que la solución era publicar en Francia y dediqué muchos esfuerzos a hacerlo. Lo conseguí y hasta me pagaron medio bien algún trabajo. Pero el discurso de la emigración como única solución posible, la condescendencia absoluta de editores extranjeros y de compañeros que se creen alguien me agotó. Dejé de buscar fuera y mi salud mental mejoró un tiempo.

O eso creía, porque en realidad lo único que conseguí fue volver al principio. Había factores que habían dejado de importarme y estaba de nuevo como al principio: solo me importaba publicar.

Mucho. Publicar mucho. Hacer de mí mismo una marca. Tocar todos los palos. Hacer, hacer, hacer. Consideré que eso me daba la autoridad del que no para de crear, del que siempre está con algo nuevo y al final que queda de todo eso…

En 2021 publiqué cuatro novedades. Comedia, ciencia ficción, fantasía, superhéroes…

Si sumo lo que gané con las cuatro no llega a 2000 euros.

Y eso ni siquiera es lo peor, porque cuando asumes ciertas cosas excluyes otras de la ecuación. Lo peor es que cualquiera de esos títulos ya no es novedad. Ya no se habla ni se va a hablar de ninguno de ellos. Ya no se les va a dar publicidad, ni promoción. No habrá entrevistas, ni reseñas ni críticas. Nadie me va a preparar una presentación ni una firma ni me va a llevar a una feria del libro a comentarlas. En menos de un año esos libros han muerto.

Todo es precario y no solo hablo de dinero. Si quieres emigrar prepárate porque sufrirás menosprecios y te encargarás del trabajo de mierda hasta que seas lo suficientemente importante como para formar parte de la cadena. ¿Y qué supone la cadena? Pues en muchos casos MÁS autoexplotación…

¿Cómo huir de la ansiedad en este panorama?

Yo no fui capaz.

La terapia me ha enseñado a gestionar de otra forma. A buscar proyectos con otras motivaciones, a decir que no, a rodearme de compañeros que me descargan de responsabilidades y me enseñan que el camino no es hacerlo yo todo.

Estoy aprendiendo. Sigo aprendiendo y buscando herramientas. He tenido la suerte de firmar buenos contratos en los últimos meses y estoy siendo capaz de recuperar algo que creía que había perdido hace tiempo: ilusión.

¿Es la ilusión una forma de lograr algo? ¿Una forma de vencer a la precariedad, al fracaso, a la culpa y a todo lo demás? Ni por asomo.

Hace falta mucho más. Ojalá tuviese un montón de respuestas. Lo único que puedo decir es que dedicarle mi vida entera a algo y con el objetivo de hacer, hacer y hacer, solo me llevó a un sitio.

Un sitio al que prefiero no volver y del que cuesta mucho salir.

Y por eso hay que cuidarse. Analiza tus objetivos y piensa en tus motivaciones, no puedo decirte más.