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«No conviertas tu pasión en tu trabajo, porque perderás tu pasión y solo te quedará el trabajo» — Bamf! visita Escribiendo Cómics

Rondaba el año 2014 y en un Youtube que poco tenía que ver con lo que es ahora se ponía en marcha CÓMIC FREAKS, el hogar de Bamf!, un doctor en Filología inglesa que quería hacer de la divulgación comiquera un lugar de encuentro.

Y lo consiguió, vaya si lo consiguió.

Quizás su canal no fuese el primero. Puede que no sea el que más seguidores tiene (aunque ya pasa de cincuenta mil), pero sí que ha conseguido una forma única y muy reconocible de acercarse a los tebeos, sin estridencias, sin necesidad de pegar gritos ni de ir marcando territorio. Porque si hay algo evidente cuando te acercas a todo el contenido que ha ido creando en estos últimos ocho años es que hay sensatez, buen rollo, rigor y, por supuesto, un amor genuino por los tebeos en todas sus formas.

A través de formatos diferentes y pioneros, Bamf! sigue día a día en la pelea por acercar el mundo del cómic cada vez a más lectores y hoy se pasa a charlar por Escribiendo Cómics (y le abrimos la puerta hasta la cocina).

Parece que la divulgación de cómic ha cambiado mucho en los últimos años. Youtube, Twitch, TikTok, Instagram y miles y miles de seguidores, ¿Es compatible la información y el análisis con mantener las exigencias de estas plataformas para los influencers?

Es posible, sin duda alguna. Es un equilibrio complejo e interesante (y que no siempre puede controlar la persona que está divulgando, porque hay factores impredecibles, como el “caer simpático” o el “tener flow” que no se pueden conseguir de forma artificial ni están sujetos a fórmulas), pero desde luego que está en la mano de les divulgadores decidir cuánto y cómo quieren aportar, y cuánto y cómo quieren bailarle el agua a las plataformas y a sus estructuras infernalmente gamificadas, adictivas y pensadas para la cosecha de beneficios.

Otra cosa es que salga a cuenta o sea sostenible o satisfactorio para la persona… pero eso es algo que tiene que valorar cada divulgador o divulgadora con respecto a su tiempo y a su modo de vida. Pero sí, es compatible hacer algo de calidad y mantener las exigencias de las plataformas.

Yo, por ejemplo: ¿podría mejorar la calidad de contenido o de forma? Sin duda alguna. ¿Hacer un contenido con un nivel de crítica y análisis académico, o con una calidad de producción espectacular? Por supuesto. Pero aquí ya entramos en valoraciones internas y en mi caso, por ejemplo, no me sale a cuenta por X motivos (principalmente: la salud física, mental, conyugal y la tranquilidad de espíritu).

El problema: que esta forma de ver las cosas es el punto de vista de alguien que lleva 1) haciendo esto desde 2014 y 2) llegó a esto ya “adulto”, con la empatía desarrollada y con la vida (laboral, familiar, sentimental) “resuelta” al margen del mundo de la divulgación en internet. Meterte en esto por gusto, sin objetivo alguno, y con tus años formativos ya superados es un lujo que no todo el mundo tiene. Para generaciones más jóvenes, nativos digitales y demás, la situación es complicada y han nacido en el contexto de una estafa piramidal asumida por completo como normal, lo que complica ver las cosas de una forma sana. Vivimos tiempos de aprender, investigar, analizar y legislar, pero estos tiempos van a crear mucho “juguete roto”.

El ritmo de lanzamiento de novedades es endiablado, estamos ya en más de 4000 tebeos al año. Hablar de todo es imposible. Hablar del quince por ciento es imposible. ¿Cómo se hace la selección? ¿Es una cuestión de gusto personal?

Hace unos años habría tenido más clara esta respuesta, pero ahora mismo mi criterio de lectura es como el perro de Up cuando ve una ardilla: “¡tebeo!”. Bromas aparte, salvo que la selección te la haga una tercera persona o te limites a reseñar cómics que te llegan por prensa ciegamente, todo es absolutamente una cuestión de gusto personal… pero con matices.

Por ejemplo, yo he ido autoimponiéndome pequeñas normas a lo largo de los últimos años para intentar abarcar, si no todo (imposible), al menos sí una muestra de todo, tanto de géneros como de editoriales y tradiciones comiqueras. Durante el primer par de años de Comic Freaks dedicaba una cantidad de tiempo ingente al cómic estadounidense, y dentro de esa tradición, un porcentaje grande de mis lecturas eran superhéroes. Eso es algo muy goloso porque es lo que trae visitas, pero al final ni te llena en lo personal ni consigues una “dieta divulgadora completa”, porque lo que sí que quiero es tener algo para todo el mundo. Así que fui rascando. Un poquito más de manga. Un poquito más de europeo. Pasan unos años y me meto más en el fanzineo, el indie, el underground. Venga. Ahora algunas rarezas de otros países. Ahora un poquito más de autoría española, que tenía muy apartada. Ahora este clásico que con 15 años me parecía un tostón. Ahora un cómic que no me atrae especialmente, pero no conozco a esta editorial, no sé cómo publican, como mínimo quiero saber qué hacen, etc. Y así ir puliendo poco a poco tu pila de lectura, no solo por el público, sino por ti mismo, para enriquecer tus gustos y ampliar tus horizontes. Pero aún así: no se puede desconectar de lo que te parece atractivo o terrible a primera vista… pero esas opiniones se hacen mucho más flexibles conforme vas ampliando.

Eso sí: mis acciones han ido casi siempre en la dirección de quitar superhéroes y meter otras cosas, jajaja. Lo he dicho mil veces: es bastante habitual que los superhéroes sean la carne en la dieta de mucha gente y los engullan ciegamente. Tienes que ingerir más fruta, verdura, legumbres… ¡es una cuestión de salud! Y de todos modos yo estoy como una maldita cabra e intento abarcarlo todo. A la divulgación debería ocurrirle como creo que está ocurriendo progresivamente con las tiendas de cómics: habrá que especializarse. En los portales de cómic como Zona Negativa o Sala de Peligro no tienes a una persona hablando de todo, tienes reparto y especializaciones. Mi caso es diferente porque tengo ansia de conocimiento comiquero y porque mi Señora Esposa y yo compartimos pasión, y nuestro sueño es tener una biblioteca que rivalice con la de la Bella y la Bestia. Eso facilita mucho lo de venirte arriba.

Cualquier red tiene una parte maravillosa de contacto directo con seguidores, compañeras y gente del gremio, pero también incluye el hate, los trolls y el desprecio. ¿Cómo se lidia con eso desde una labor como la tuya?

Lo primero que hay que dejar claro es que mi respuesta a esta pregunta va a estar en las antípodas de lo que respondería una divulgadora o une divulgadore LGBT+. Cualquier queja, lamento o mal momento con el que yo haya podido lidiar (que los ha habido, sobre todo cuando empiezas a denunciar actitudes de mierda, porque a la gente que se piensa que es buena no le gusta que le digan que no lo es) es jugar en la liga infantil del odio en redes. Yo divulgo desde la mayor tranquilidad y el privilegio absoluto. No solo por mi condición de tío blanco cishetero, que también, sino por lo que comentaba antes de que mi vida “real” está montada al margen del mi vida en redes, con lo cual puedo elegir que todo lo negativo que ocurra no me afecte lo más mínimo. Yo venía con la autoestima ya trabajada de casa. No todo el mundo tiene esa suerte.

También está la cuestión del tiempo vivido en redes. Lógicamente, durante los 2 o 3 primeros años, todo se sentía más a flor de piel, los comentarios se tomaban más en serio, había alguna discusión en Twitter cada X tiempo que te dejaba con el estómago revuelto todo el día, y sí llegaba a contaminar tu vida real. Después de un tiempo entiendes cómo funciona el odio en redes sociales, de donde proviene (e incluso cómo evitarlo si deseas) y tener un entorno sano. Es más complicado cuando el hate, el troleo o el desprecio va dirigido hacia otra persona u otro colectivo. Ahí lo paso mal.

Cuando va dirigido hacia mí, a día de hoy, no solo me la resbala de forma tremenda, sino que seguramente incluso me proporcione un rato divertido. Una cosa que sí me da rabia y con respecto a la que era más optimista hace unos años es la perspectiva de que se generara un tipo de nuevo fandom comiquero en torno a la divulgación en internet, y saliéramos del pozo de fango hater forero de los noventa y principios de los dosmiles. Obviamente hemos mejorado muchísimo, noto un ambiente de lectura y público lector más públicamente diverso (no es que antes no fuera diverso, sino que era menos público debido a la hostilidad del entorno), pero no tanto como me esperaba. Los pozos de fango siguen ahí. Pero les que queremos sanear toda esa mierda seguiremos trabajando en ello [inserte aquí meme de Frank Scorpio con el lanzallamas].

Hace unas semanas anunciabas un cambio de etapa en Cómic Freaks después de una fase fabulosa con los directos en Twitch. Dejabas claro que estabas empezando a quemarte. ¿Cómo se mezclan la pasión y la autoexigencia en un mundo que reclama más y más contenido cada vez?

¡Muchas gracias por lo de “fabulosa”! Estoy contentísimo con la etapa en Twitch, y me alegro tanto de haberla recorrido como de haberla cerrado. Es como cuando lees una gran etapa superheroica: las mejores son las que consiguen cerrar antes de desvirtuarse, cuando el equipo creativo inicial ya ha contado lo que quería contar y como lo quería contar, sin alargar innecesariamente o cambiar a otro equipo creativo para seguir viviendo de las rentas de la cabecera, forzada a convertirse en una serie regular sin una motivación artística real detrás más allá de las ventas.

Con respecto a la mezcla de pasión y autoexigencia en un mundo que reclama más contenido: mi caso es seguramente diferente al del divulgador o influencer medio por los motivos que te comentaba antes, y es que básicamente todo me da igual. ¿Qué es lo que amo? El cómic, y comunicar sobre cómic. ¿Es mi trabajo? No. ¿Si me autoexigiera más y cediera a los reclamos de más contenido se convertiría esto en mi trabajo? Sí, y por lo tanto ya no estaría motivado por la pasión y las ganas. De ahí que vaya recalculando ruta constantemente.

Cuando un día dices “no tengo ninguna gana de hacer esto” y sin embargo lo haces, es una bandera roja que todo el mundo debería ver a la legua. Pero casi nadie la ve, porque tiene medio cuerpo metido en los engranajes de la maquinaria de la “producción de contenido”, que es una cosa terrible que estamos viviendo ahora mismo. Y como puedes ver, después de mucho tiempo, yo tiendo a hacer lo contrario: dar un giro hacia algo que me lleve menos esfuerzo y tiempo de trabajo (como cuando di el salto a Twitch), o dar un giro hacia la creación de MENOS contenido (como el salto que daré el próximo otoño, stay tuned) o de una forma que me genere menos agobios, tanto como productor como consumidor.

La línea roja definitiva para mí: estar generando algo que no sea lo que me gusta consumir como espectador o como interesado en un tema. Creo a pies juntillas que tanto en el arte como en la comunicación, para crear algo puro y sincero, tienes que hacerlo siendo tú misme el público objetivo. Esto no quita que haya cierto diálogo con el público real, ojo: si algo le gusta muchísimo a la gente o, por el contrario, lo desprecia, también hay que saber valorarlo en su justa medida. Pero si no haces algo que es, en primera instancia, lo que quieres tú y como lo quieres tú, entonces estás siendo una herramienta más para las plataformas.

También creo que se pierde alma cuando se produce en formato de cadena de montaje, por exigencias del sistema, como le ocurre a cualquier serie de televisión, cómic o divulgador: si no lo controlas, lo quemas. Saber dosificar es quizá una de las cualidades más difíciles de encontrar y de adquirir en este entorno.

En cuestión de pocos años han aparecido multitud de blogs, webs y canales de divulgación comiquera y también son más las publicaciones y estudios desde una perspectiva más académica. ¿Todo es divulgación, todo suma?

Pues mira, voy a barrer para casa: en cualquier otro medio de masas te diría que no necesariamente se está sumando y que se está generando una cantidad de ruido y paja increíble. Pero proporcionalmente hablando el cómic es un medio tremendamente minoritario (con la honorable excepción de Japón), así que yo digo: bienvenido sea todo.

Bienvenido sea el canal del chaval al que no se le da bien hablar frente a una cámara y se graba en vertical y casi a oscuras. Bienvenida la explosión de cuentas de micro-reseñas en insta de hace unos años. Bienvenidos los hilos de Twitter. Bienvenidos los reels. Bienvenidas sean las preguntas y respuestas rápidas en TikTok. Todo suma. Lo único que resta es el odio y, por desgracia, de eso también hay canales, micro-reseñas, hilos, reels y vídeos de TikTok. Pero qué le vamos a hacer. Y esto vale tanto para la divulgación informal como para la más académica: todo suma, todo genera un diálogo. Son dos ámbitos que crecen rigurosamente en paralelo y tienen objetivos y públicos distintos, pero coinciden en el crecimiento del medio.

El aumento de medios dedicados a hablar sobre cómics también ha supuesto una proliferación de listas y más listas de recomendaciones. Lo mejor de cada semestre, lo mejor de cada trimestre, lo mejor de cada mes… ¿Crees que estamos llevando todo esto a una lógica competitiva? ¿Se habla de “obra maestra” y de “puta mierda” con excesiva facilidad?

Aquí la clave está en cómo nos expresamos y en el uso que le damos a las plataformas que nos permiten expresar opinión. La dicotomía de “obras maestras” y “putas mierdas” no es algo nuevo en absoluto: se lleva hablando así toda la vida. No demonicemos la modernidad. Es algo que llevo criticando años, así como los cánones, las supuestas verdades inamovibles y los supuestos buenos criterios. Hay que incidir más en que lo que estamos expresando es una valoración, una opinión, y no una ley. Tampoco vale lo de “esto es una puta mierda PERO EH, NO TE ENFADES, ES TAN SOLO MI OPINIÓN”: la opinión, la crítica y la divulgación deberían ir siempre de la mano del respeto y la valoración del trabajo que conllevan las obras de las que hablamos, nos gusten o no.

Hay quien lleva su forma de expresarse a una zona “competitiva” como dices, o incluso tóxica, digna de una época de púlpitos y élites culturales que yo creía superada. Esto no es ni más ni menos que una cuestión de la educación que tenga cada persona, pero la pena es que cuando alguien comunica desde la soberbia, la ira, la falta de respeto (una actitud que, recordemos, en el entorno de las redes sociales suele traducirse en más tráfico y más “casito”) genera una retroalimentación en esos mismos términos con su audiencia. Y así no avanzamos.

De todas formas, he percibido una evolución tremenda en todo esto desde que empecé a leer cómics hace más de 25 años hasta hoy. Siempre hay zonas oscuras, y las redes sociales han inventado nuevas formas de ser nocivo y cruel… pero también nuevas formas de trasmitir pasión, amor y crear comunidad.

Con respecto a las listas: se está publicando tantísimo ahora mismo que su proliferación me parece incluso un suceso natural. Pueden ser más útiles o menos útiles y gustarte más o menos, pero no son más que una serie de recomendaciones a las que no hay que darle más importancia de la que tienen.

Y esta es la clave: recomendaciones, guías, prescripciones… en cuanto alguien quiera endosarte que su lista es algo con más autoridad de la que transmiten esas palabras que acabo de decir, es cuando tenemos el problema. Una lista simplemente representa una opinión o grupo de opiniones. Y la opinión es subjetiva, por muy académico que sea uno. Sólo existe la subjetividad, y la clave está en acercarte a la subjetividad que más y mejor resuene contigo, sin hacer de menos a las otras. Que cada persona (o bibliotecas, o librerías, o instituciones, muchas de las cuales sí han expresado abiertamente su opinión de que las listas les son útiles) elija la lista que le represente, o elija ignorarlas todas.

Vivimos en una época de “sobreopinión” en la que cada usuario en redes quiere poner en un atril su visión de las cosas, a la altura de todas las demás, vengan de donde vengan. Es un hecho abrumador que a veces cabrea e indigna. Pero no sé hasta qué punto es bueno, malo, correcto o incorrecto; solo sé que ES… y que tiene algo de democrático y de poder igualador.

Algo que sí me disgusta bastante son las puntuaciones, los ránkings numéricos y los tops, precisamente porque genera esa sensación de competitividad que mencionas, y porque incluso dentro de la subjetividad… siempre son falsos. ¿Qué baremo, qué forma de puntuar usas que te permite saber con certeza que te gusta más la obra A que la obra B? ¿Cómo has medido eso para que se traduzca en cifras? ¿Con qué fórmula estás diciendo que un cómic es un 9,5 y otro un 9,6? ¿Cómo es capaz de hilar tan fino tu cerebro que puede otorgar décimas de puntuación a un dibujo o a un guion en base a PATATA? La realidad es que tu cerebro no está hilando tan fino, simplemente te lo estás inventando.

Evaluar así el arte y el entretenimiento (esto sigue siendo algo muy extendido en el mundo de los videojuegos, por ejemplo) me parece un error que crea competitividad, hace daño a los artistas, y genera falsos ídolos. Lo entiendo desde un punto de vista práctico para quien no tiene tiempo (o no quiere) leerse un artículo entero… Pero creo que hay otras formas de hacerlo. De ahí, por ejemplo, mi amor por la micro-reseña: en casos en los que he detestado un cómic, hay lectores y lectoras que han decidido leerlo igualmente y lo han disfrutado gracias a algo que dije en el texto. Si me hubiera limitado a decir “le doy un 1 sobre 10 a este cómic y es una puta mierda” nadie lo habría disfrutado, ni siquiera la gente que sí que tenía en su interior la capacidad de disfrutarlo. Es triste condenar al ostracismo a un cómic que realmente tiene público solo por que tú crees que no.

Autorxs desconocidos y prescriptorxs con decenas de miles de seguidores. Esto ya puede suponer cierta extrañeza y, sin embargo hay casos en los últimos tiempos muy alocados. Streamers reclamando unas condiciones para asistir a eventos con las que lxs creadorxs ni siquiera sueñan, alguno que se pone a firmar obras que no son suyas sin pudor. ¿Esto es una época dorada o una crisis?

En última instancia esto es el capitalismo siendo capitalismo, ni más ni menos. Ni crisis, ni época dorada: simplemente un periodo de tiempo que ha avanzado extremadamente rápido, generando luces y sombras, y que hasta que no se estabilice no podremos procesar, analizar y actuar en consecuencia. De todos modos no sé si estás metiendo en el mismo saco el “ser influencer/streamer/youtuber” a “ser influencer/streamer/youtuber DE CÓMIC”, porque son dos juegos totalmente distintos que pertenecen a mundos distintos por una cuestión de cifras, impacto y exigencias. ¿Lo demás? Pues qué le vamos a hacer: en 2022 las cifras de seguimiento determinan tu caché igual que antes lo determinaba la audiencia o las cifras de ventas. A mí no me ha extrañado nunca: es como funciona el mundo. Que me guste o no me guste es otra historia. Que las cosas funcionen mejor o peor y dejen de realizarse prácticas ridículas como las que mencionas se consigue mediante un esfuerzo colaborativo.

Primero, la persona en cuestión ha de tener un mínimo de pudor, conciencia, dedos de frente. Hay gente muy grande, y hablo de gente con millones de personas de seguimiento, tanto dentro como fuera del mundo del cómic, que tiene esta cualidad. Y hay gente que es o bien imbécil, o mala, o simplemente inconsciente. Y para que esta gente se percate de que no está actuando bien necesitamos que los eventos, las editoriales, las librerías y, en última instancia, las grandes empresas e instituciones (que siempre van con retraso porque tardan años en aprender por dónde sopla el viento, además de que las cosas de palacio van despacio) sean las que digan “¿quién te crees que eres, flipao?”. Pero claro: ¿las empresas quieren actuar de forma positiva para que mejoremos como sociedad… o quieren ganar dinero y por lo tanto lo único que les importa es que venga el influencer y cedan en su negociación con terroristas? Sabes la respuesta tan bien como yo. Meme de Rodrigo Rato, etc.

Tengo la sensación de que los ataques de ego desmedido que antes eran más propios de creadores y creadoras han pasado la frontera y se han instalado también en algunos divulgadores. Se ven golpes de pecho y batallas de cifras ¿ha llegado el momento de encerrarnos en una sala a oscuras y liarnos a navajazos?

En esto estamos totalmente de acuerdo. Me parece súper llamativo que un influencer de X cosa tenga más poder, más ego, más sonoridad, que les artistas que llevan a cabo aquello de lo que el influencer se nutre. Me parece el mundo al revés. Por una parte me alegro por les artistas, porque la fama, el ego desmedido y ese tipo de poder corruptor se me antoja algo asqueroso, de las cosas que más capacidad tienen de destruir la esencia de una persona y convertirla en algo despreciable. Y como amo el arte y amo a les artistas, me alegro de que puedan escapar de ello. Pero por otra parte me parece terrible que haya otra gente llevándose un rédito económico y un tiempo bajo los focos que debería ser para elles. Eso, y que creo que a algunos creadores y creadoras esto les impacta directamente en su seguridad, autoestima, síndrome del impostor y salud mental. No solo por esto que comentamos, sino por otro tema de rabiosa actualidad como es la constante presión a la que se ven sometides para tener una presencia constante en redes: hacer reels, hacer vídeos de procesos, estar en todas las redes, contestar preguntas en directos…

Durante los últimos años he visto a muches artistas queriendo reconvertirse en influencers/divulgadores no por ego, sino por necesidad o presión, y esto es terrible. Y así pasa: ya he visto a varios decir “hasta aquí” o “voy a relajar” o hablar abiertamente (y mucho mejor que yo) de esta presión para generar contenido de forma constante para recordar que existen. Es una nueva forma de la precariedad el artista. Es terrible.

Creo que aquí, una vez más, son las editoriales y eventos las que tendrían que demostrar un continuo estado de orgullo, excitación y promoción por sus autores. Y a niveles superiores, las que tienen que trabajar esto también son las empresas grandes e instituciones. Pero ya nos metemos en algo complicado, y es en la consabida falta de respeto por el arte y las humanidades contra el que hay que luchar desde la educación y las instituciones para cambiar mejorar progresivamente a lo largo de los años, y así conseguir que el orgullo por nuestres artistas sea algo que expresemos de forma natural, no algo que haya que mendigar.

Sobre los navajazos en la oscuridad: volvemos a lo mismo de siempre: no creo que ahora haya más gente inmerecidamente famosa que antes, o con más ego absurdamente desmedido que hace tres siglos. Simplemente ahora es nuevo y distinto y con redes sociales de por medio, lo que hace que lo tengamos más presente y sea más rápido. Pero de verdad que no creo que sea peor ni mejor. Lo único que está claro es que hay que intentar mejorar siempre nuestra forma de hacer las cosas. Ahora, dentro de un año, dentro de cien, y dentro de mil (si no hemos reventado el planeta para entonces).

En medio de todo el ruido que provocan las polémicas de distinto pelaje se diluyen reivindicaciones que parecen legítimas pero que se olvidan en cuestión de días o se les cuelga la etiqueta de “drama comiquero” que muchos utilizan para quitar trascendencia. En apenas unos meses se juntaron el camelgate, el martíngate, el señorofeministagate… ¿La velocidad nos impide el análisis? ¿Podemos arreglar algo en medio de un ritmo tan loco?

Oye, yo uso mucho lo de “drama comiquero” y no es para quitar trascendencia. Es porque da la impresión de que hay uno cada dos días y porque si no nos tomamos las cosas con humor, qué sentido tiene la vida, jajaja.

Creo que las polémicas legítimas sobreviven en función del seguimiento que tienen. No le puedes pedir a un polémica de la que nos hemos enterado 1000 personas en España y que nos importa REALMENTE a 500 personas que tenga el mismo impacto, duración y consecuencias que la última polémica generada por un actor de Hollywood o por un estudio de videojuegos, porque las cifras no acompañan.

Hay una gran disonancia entre lo que es “el cómic” y lo que son los “satélites del cómic”. Pensamos que como a un salón del cómic van, yo qué sé, cien mil personas, la trascendencia de una polémica debería ir en consecuencia, y eso no es realista.

El nivel de autoexigencia que hay en el entorno del cómic en España es BRUTAL y no corresponde al tamaño que tenemos, pero creo que esto es positivo porque para que algo crezca bien tienes que estar llamando la atención de forma continua cuando se hacen las cosas mal. Pero nada más sencillo que lo siguiente: no se le puede pedir a una industria que no tiene medios profesionales especializados, como es la del cómic en España, que se regule de forma profesional. ¿Qué hacemos ante una polémica, denunciamos a alguien? ¿Nos ponemos en pie de guerra los cuatro o cinco medios de actualidad en los que nos conocemos todes? Esto último lo hacemos, pero todo queda en casa y llueve sobre mojado. Hasta que no crezca de un modo profesional esto, tengamos más presencia en medios generalistas, o los eventos, editoriales y empresas se tomen en serio lo de asumir errores y penalizar actitudes de mierda, los demás seguiremos trabajando siempre para mejorar la cosas dentro de nuestras capacidades, pero solo llegaremos hasta cierto punto.

Esto es como lo de las emisiones, los plásticos o el ahorro de agua: tengo la sensación de que se nos exige constantemente a las personas de a pie que soportemos todo el peso cuando serían cinco cabrones los que podrían solucionar el problema si tuvieran una miajita de conciencia.

Anuncias junto al final del show de Comic Freaks una nueva etapa y se te nota ciertamente entusiasmado. Parece todo un ejemplo de “parar para reconectar”. ¿Cómo lo haces? ¿Cómo consigues mantener la ilusión a pesar de todo?

MUAHAHAHAHAHA. Me pillas justo en el día el que he tomado una decisión bastante anticapitalista de la que estoy muy orgulloso y de la que ya os enteraréis en otoño (mis estimaciones son que en octubre volveremos por todo lo alto; podría ser antes, pero quiero preparar las cosas lo mejor que pueda, así que con calma, que esto pinta muy bonito).

La clave para mantener la ilusión a pesar de todo es literalmente lo que has dicho: parar para reconectar. Hay que recalcular ruta todo el tiempo, o cada X tiempo, para ver si estás contento, si te estás agotando, si es esto lo que querías, si sigues fresco, cómo está afectando a tu vida “real” lo que haces… y en mi caso, mantenerte ajeno al ruido y hacer siempre, absolutamente siempre, lo que te apetezca hacer.

No hagas tal cosa porque sea lo que hace la gente en ese momento, o porque sea “lo que funciona”, o lo que quiera el algoritmo, ni tan siquiera lo que quieren les espectadores. Haz lo tuyo y mantente puro dentro de tus propios parámetros, porque lo que has conseguido hasta ahora ha sido gracias a eso. Y más aún si, como yo, has estado solo todo este tiempo (obviando maravillosas ayudas puntuales de amigos y familia, principalmente la omnipresencia de mi Señora Esposa). Si comes el mismo plato de macarrones con tomatico durante 8 años, por muy ricos que estén, acabarás odiando los putos macarrones con tomatico.

Pues esto es lo mismo, y por eso incido tanto en la novedad, en la frescura, en el cambio, en la renovación (tanto en la ficción como en la divulgación): por una cuestión de no aburrirme y de mantener la salud mental. Y también por eso mismo he rechazado a lo largo de los años varias propuestas y ofertas que habrían supuesto ataduras que habrían convertido mi labor en Comic Freaks en un trabajo, en un contrato. Eso va en contra de mis principios. Ese habría sido el fin de mi libertad y de mi ilusión, y por lo tanto el final de Comic Freaks. No conviertas tu pasión en tu trabajo, porque perderás tu pasión y solo te quedará el trabajo (y una falsa ilusión de que le le estás dedicando las 24h de tu tiempo porque es tu pasión).

Y hay un último detalle clave, importantísimo para mantener la ilusión, el amor, la frescura: ¿tú has visto los cómics que tenemos en 2022? ¿Has visto el acervo cultural comiquero que llevamos generado en siglo y medio? ¿La gente bella que está ayudando a otra gente en redes sociales a expandir sus horizontes comiqueros, cuando hace no tanto eran el único lector o lectora de su zona, no compartían el hobby con nadie, iban en bus “a la capi” a comprarlos, o lo vivían en silencio porque la tienda de cómics era un antro hostil y/o machista? ¿Has visto les autores tan increíbles, tan apasionades, tan generoses que tenemos en España? Lo sabes porque eres uno de elles.

Nunca, absolutamente nunca me verás idealizar el pasado por mucha mierda que haya en el presente, y pese a la tonelada de actitudes y situaciones que queden por mejorar y arreglar, el día de hoy siempre es el mejor momento para vivir el cómic. Y por eso tengo bastante claro que, de una forma u otra, reinventándome como sea, seguiré aquí mucho tiempo, intentando no quedarme anclado en actitudes pretéritas puestas en un pedestal y saboreando cómo hemos ido siempre a mejor, aprendiendo de los errores.