Acabo de dar 43 vueltas al sol. Se dice pronto, pero a ver, son un buen montón de vueltas, supuestamente he dado la mitad de las que daré en total, aunque… podré tener varias virtudes, pero una de ellas nunca ha sido la buena salud.
El caso es que estuve tentado de hacer balance. Ya sabes, cumples años, te ensabias y te crees con derecho a extraer una valiosísima lección que además puedes transmitir a las generaciones venideras. Pero mejor no, la tentación de dar la turra es alta y, sin embargo, es mucho mejor abstenerse antes de dejarme embargar por la nostalgia y la vocación de profe que siempre me acompaña.
Ahora bien, sí que me vas a permitir, amiga mía, que tire un poco de anecdotario para hablar sobre algunas cosillas que están pasando y, por desgracia, resuenan bastante con algunas experiencias desagradables que he vivido a lo largo de los últimos años.
Que cada una se lo tome como quiera, solo faltaría. Bastante he rajado en mi vida de todas las que van pontificando a diestro y siniestro como para andar ahora moralizando a nadie. Mis desahogos adquieren diferentes formas y, según mi terapeuta, es mejor que sea así.
Por otro lado, insisto, acabo de cumplir 43 palos. Si alguien se ofende muchísimo por lo que escribo en un blog, pues… ¿qué quieres que te diga, mi amor? Abre un poco la ventana, respira y préstale atención a las cosas realmente importantes, si lo que lees en una red social te afecta a ese nivel, tus problemas no están aquí.
Uf, me lío solo. Será la edad. Venga, va, ahí van tres piedras lanzadas con verdadero y absoluto cariño (léase esto último sin sarcasmo por favor).
EL CELO DEL CONTACTO
Hace unas semanas tuve unos pequeños flashes de Vietnam cuando leía en un grupo algunos comentarios de compañeras. Hablaban sobre la idoneidad de reservarse determinados contactos editoriales argumentando que no se deben pasar a cualquiera que venga a preguntar.
A ver, si no te conozco de nada en absoluto, me añades a cualquier red social y lo primero que haces es escribirme para pedirme el contacto de mi editora porque has visto que trabajo con X o con Y pues… ahí creo que lo que tienes es un problema de educación.
Lo diré siempre: el mayor problema de las redes es que eliminan la distancia y avatarizan al otro, sin esas dos cosas perdemos el norte con facilidad.
Hasta ahí, en un caso así, estoy de acuerdo con guardar un contacto. Es una cuestión de desconfianza. Si alguien actúa con esa falta de tacto conmigo prefiero no extenderla por lo que pueda pasar.
Ahora bien, entremos en la anécdota. Noviembre de 2014. Mi compi Álex Muñoz y yo estrenamos «Teluria 108» en un Salón del Manga en Barcelona. Es nuestro primer tebeo. Tenemos una energía en ese momento que podríamos competir contra setecientos conejos de Duracell (ojo, la referencia marca la edad…).
Con un par de copias en la mano vamos por ahí enseñando el tebeo. En la zona de artisteo se lo enseñamos a un señor que yo no conozco, pero mi compi sí. Parece un señor serio. Tiene varias lonas con su nombre y vende cosas con cierto éxito.
El hombre nos felicita. Nos dice que le parece un gran trabajo, se permite hacer algún apunte sobre algún aspecto dibujil y nos suelta una frase que escucharemos varias veces ese fin de semana: «tenéis que intentar colocar esto en Francia».
Francia. Ya sabes. El país de esa gente a la que tiramos al mar el 28 de marzo de 1809 por invadirnos sin pedir permiso ni nada.
El hombre insistió y nos habló de que él acababa de sacar un tebeo allí que se iba a convertir en una serie de varios números.
Hicimos caso de su vehemencia. Unos días después, ya en nuestra casa, decidimos probar suerte, pero claro, nos faltaban contactos. Escribimos a ese mismo hombre por si nos podía pasar el mail de su editora.
Dijo que no.
Que no podía hacer que a su editora «le llegase cualquier cosa». Todavía no termino de tener claro si sus cojonazos caben en nuestro Sistema Solar o hay que hacerles espacio en otro.
No es que me molestase la negativa en sí misma. Es que te lo está negando el mismo tipo que dos días antes te insiste (varias veces) en la idea de que sí o sí debes enviar un trabajo (por el que te felicita) a los franceses.
Con los años comprendí que detrás de esa reserva (y de otras que conocí y vi después) hay una mezcla de ego, de competición y de creerse que estás en una jungla con un cuchillo entre los dientes.
Los tebeos me han enseñado muchas cosas acerca del concepto de compañerismo. He hecho amigas. Muy buenas. Pero también he conocido a quien mira con desdén, a quien se piensa que tiene algún tipo de disputa contigo por vete tú a saber qué y a quien te niega un mail después de tirarse veinte minutos diciéndote que mandes mails.
Yo qué sé, no seas esa gente.
LA REAL Y VERDADERA ASOCIACIÓN BUENA, AHORA SÍ, FINAL, FINAL, OK (TM)
Hace apenas unos días se ponía en marcha la asociación Comiqueras para luchar por la visibilización del papel de la mujer y del Colectivo LGTBIQ+ en el mundo del cómic.
Que se pongan en marcha nuevas iniciativas colectivas siempre es de agradecer y, a la vez, resulta extraño que en los últimos años hayan surgido varias y no seamos del todo capaces de aunar esfuerzos o conseguir una voz más cohesionada en vez de siete u ocho pequeñas voces en sus parcelas.
Ahora mismo, en el ámbito nacional, tenemos a la veterana AACE y al Colectivo de Autoras como las iniciativas más longevas. Después llegaron NEUH para las autoeditoras, ARGH para los guionistas, APCÓMIC de ámbito general, Pifs centrado en la gente que trabaja en las franciasbelgas y ahora Comiqueras.
Y yo me pregunto (y solo pregunto, que luego hay quien responde con mis ideas sin yo haberlas expresado en un juego divertido pero falsario): ¿hay realmente tantas diferencias? ¿Después de los maravillosos y loables impulsos iniciales, cuántos de esos grupos son realmente funcionales? ¿En cuántos de ellos invierten trabajo de verdad un equipo de más de diez personas? ¿Si luego en las asociaciones curran solo unos pocos (esto es así y el que lo niegue te miente) qué sentido tiene mantener grupúsculos separados con dinámicas hiperviciadas en vez de unir y reunir a esas personas (que tienen el cielo ganao) bajo una idea de trabajo común?
¿Hay cabida de verdad para siete u ocho entidades de autoras (eso sin contar las de ámbito regional) teniendo en cuenta que hacemos tebeos apenas mil personas en todo el país? ¿No estaremos atomizando la lucha? ¿No habremos caído sin darnos cuenta en un «divide y vencerás» de manual? ¿Si estamos defendiendo EXACTAMENTE lo mismo y las diferencias que existen muchas veces están motivadas desde rencores y rencillas personales no estaremos haciendo el gilipollas?
Como de costumbre, yo no tengo respuestas a nada de eso, solo preguntas. El que quiera hacérselas y atreverse a responderlas será bienvenido. Mientras tanto habrá que ver cómo se va moviendo y estableciendo el espacio asociativo porque estamos en un momento extraño con cierta tendencia a la tensión que no viene nada bien y que se podría solucionar si somos capaces de comprender algo básico: en el centro las autoras. Prioridad las autoras. La emergencia es la de las autoras. Todo lo demás, todo, viene después.
Sin esa motivación de base podremos tener una asociación o diecisiete y todo irá igual de mal o peor.
EL BUSCADOR DE IMPRESORAS
Hace unos meses me escribió vía red social un compañero. Buscaba desahogo. Estaba trabajando con un guionista y la situación se había complicado tanto que ya no sabía qué hacer y estaba pensando incluso en cancelar un proyecto con más de un centenar de páginas dibujadas.
¿Qué era lo que estaba pasando? Pues que no existía ninguna comunicación y, tras meses de respuestas cortas del tipo «ok» o «todo bien», de repente habían surgido de la nada unas fuertes discrepancias estéticas que venían de la mano de una exigencia de cambios y «correcciones» sobre material supuestamente revisado meses atrás.
La historia, por desgracia, me resultaba familiar. Hace años que la vengo escuchando y siempre con un mismo protagonista que siempre ejerce el mismo modus operandi: monta decenas de propuestas, las distribuye a troche y moche entre decenas de dibujantes e intenta cerrar acuerdos de forma rápida y sencilla con las editoriales para volver a empezar.
¿Tiene esto algo de malo? Varias cosas. No importa el estilo, no importa la experiencia, no importa tener o no tener ningún vínculo previo, el proyecto vuela de mano en mano hasta que alguien acepta y entonces pide «unas páginas de prueba» para comprobar si le gusta lo que ve y, más importante, para calibrar si eres o no eres lo suficientemente «profesional».
Es complejo explicar qué es lo que falla en todo esto, cualquiera que lo vea desde fuera podría tomarlo como algo normal, pero es que siempre es importante tener en cuenta las características contextuales de nuestro mundillo. Una de esas características es que está plagado de gente joven con unas capacidades espectaculares en cuanto a dibujar, pero que van bastante perdidas en todo lo demás. Gente que sale de Joso, de ESDIP, de O Garaxe Hermético… que tienen cientos o miles de seguidores y que tienen ganas de encontrar proyectos en los que meterse cuanto antes.
Son, además, un «caladero» abundante que se renueva año a año.
Otra de las características es que existe un perfil de autoras a quienes obsesiona la idea misma de publicar. Acumular y acumular obra con su nombre en el lomo. Generalmente tienen una profesión asentada como primera fuente de ingresos (como un altísimo porcentaje de gente que hace tebeos en España) y el cómic es una segunda o tercera actividad en la que las cantidades no importan tanto, lo que importa es no parar, ser más y más y más prolífico, estar constantemente en la mesa de novedades.
Sí conozco bien el perfil es porque yo he estado ahí. Es muy fácil caer en la creencia de que el «éxito» puede llegar con la sobrecarga, la autoexplotación y el acompañar el ritmo sobrenatural impuesto por la rueda que todo lo devora con más y más aceite y sangre para sus cuchillas. Estando en ese estado resulta muy sencillo caer en dinámicas perniciosas en las que no importa la obra, no importa la compañera y ni siquiera importa el mundo, solo importa mantener un ritmo frenético que te coloque una y otra vez en la mesa de novedades para alimentar un espejismo que se diluye en cuanto el título muere, algo que cada vez ocurre más deprisa.
La fuente de energía, lo que recarga la batería, es la novedad, un nuevo proyecto con un nuevo dibujante para ofrecerle a una editorial con la que firmar un nuevo contrato. Tener 10, 12, 15, 20 proyectos en marcha. Ser escritor, comercial, corrector, editor, juez, llevar las riendas y seguir, seguir, seguir y seguir. No parar jamás porque si paras desapareces.
Yo salí de ahí. Por eso lo reconozco como quien reconoce otras cosas con tan solo escuchar un deje en la voz, un gesto al caminar o una voz que balbucea.
Esto no es una cuestión de proceder de mejor o peor manera, no es un tema (como ya decía al principio) de moralizar con nada ni a nadie. El asunto es algo más profundo que eso. La falta de contacto real dentro del mundillo se ha extendido en los últimos diez años. Trabajamos con gente que no conocemos y que muchas veces ni siquiera reconoceríamos por la calle porque ni siquiera nos hemos visto jamás. La comunicación se hace a través de plataformas que promueven la extinción de la tridimensionalidad. El otro es un nickname acompañado de una imagen que permanece inalterable. No se deja espacio para hablar de nosotras, para conocernos, para saber qué opinamos del trabajo, de la vida, del arte, de la cultura, del entretenimiento o de lo que sea.
Acabamos convirtiendo al otro en herramienta, en impresora, en medio para cumplir una serie de objetivos profesionales y ni tan siquiera le damos el más mínimo mantenimiento.
Por eso dejé de actuar de esa forma. Dejé de montar más y más y más proyectos con más y más y más dibujantes nuevas con las que firmar nuevos contratos. Necesito, una vez más, sentir que la lógica funciona de forma diferente y que se ponen en el medio cuestiones muchísimo más importantes. En un par de meses tengo pensado poner en marcha un par de nuevos proyectos, lo haré despacio, con tiempo, sabiendo que todo sale mejor cuando se hace desde una relación sana, igualitaria y con intereses comunes entre todas las involucradas.
Solo un consejo (perdón): desconfía de alguien que publica cinco o seis títulos al año y nunca jamás repite con el mismo equipo.
En fin, si cuento todas estas cosillas es porque creo que comparten algo en común: a veces, en este mundito nuestro, más que colocarnos al lado de nuestras compañeras, acabamos buscando la forma de situarnos enfrente. Lo mismo negamos un contacto, creamos un nuevo espacio reducido con los mismos intereses o incluso avatarizamos al otro negándole hasta lo más básico.
Qué se yo, quizás habría que reflexionar un poco más. Yo lo hago, es mi cumple, es el día ideal para hacerlo.