A mediados de 2019 se puso en marcha la asociación profesional de guionistas de cómic. Como siempre que pasan estas cosas en los meses siguientes intentamos poner en marcha diferentes iniciativas y, entre ellas, surgió un ambicioso programa de becas y residencias que incluían ayudas a la creación, a buscar la entrada de los más jóvenes con condiciones dignas, a la edición, a la investigación, a la escritura o a la colaboración con museos y otros tipos de instituciones culturales.
Insisto, era ambicioso y, desde mi punto de vista, todas las iniciativas de este tipo deben serlo siempre porque no tiene ningún sentido reclamar desde una base de mínimos porque siempre, sin excepción, se va a conseguir menos de lo que se pide.
A mediados de 2020 se puso en marcha el grupo de trabajo que acabaría conformando la Sectorial del Cómic y allí presentamos ese mismo programa. No sé si a día de hoy sigue figurando en su web, pero allí estuvo durante años como uno de sus proyectos en desarrollo. El objetivo principal estaba clarísimo: conseguir al menos unas ayudas directas a la creación.
Pues ha llegado el día: por primera vez habrá en España unas ayudas directas a la creación de cómic. Un millón de euros distribuidos en 40 ayudas de 25000 lereles.
No nos equivoquemos ni un solo segundo: esto hay que celebrarlo. No caben las medias tintas ni los aspavientos. Se va a destinar un millón de euros que se va directo al bolsillo de las autoras para que puedan desarrollar un proyecto durante 18 meses.
Eso es un millón de euros más de lo que había antes, o más bien, un millón de euros destinados a dignificar la profesión y a contribuir a engrandecer un mercado interior que lleva en la UCI ya demasiado tiempo.
Recordemos: ahora mismo en nuestro patio de recreo lo que menos se edita es cómic nacional, no llega ni al 10 por ciento del total, son menos de 450 títulos al año.
Eso se suma a dos factores fundamentales para entender cómo estamos:
- El 63 por ciento de las autoras de cómic están por debajo del umbral de la pobreza.
- De los que están por encima de ese umbral, casi un 80 por ciento declaran que pueden subsistir gracias a trabajar para mercados extranjeros.
¿Eso lo va a solucionar un millón de euros repartido en 40 tebeos? Pues no, claro, quien piense eso está lejísimos de acertar en el diagnóstico. Pero va a AYUDAR y eso es de lo que se trata. En cualquier situación de emergencia, y lo de los tebeos patrios lo es, toda contribución es más que bienvenida.
Por eso estoy convencido, querida amiga, de que no debería haber mucho disenso en este tema.
A nivel individual, si consigo que uno de mis proyectos reciba una ayuda, supone para mí una inyección de pasta que me permite vivir bastante más tranquilo un tiempo. Mi perfil no es que sea universalizable ni mucho menos, pero… digamos que encaja bastante bien con las medias reflejadas en, por ejemplo, el White Book de la historieta en la piel de toro.
A saber: soy pluriempleado. Soy profe en una escuela profesional de cómic entre 15 y 20 horas a la semana en función de la época del año, escribo tebeos, novelas y guiones para cosas, redacto de forma externa para diferentes webs y organizo saraos comiqueros (algo que en el noventa por ciento de las ocasiones resta dinero en vez de sumarlo).
Dependiendo de si la cosecha de las letras fue mejor o peor unos años mi declaración es de unos 16 mil lereles y otros puede llegar hasta los 21 mil.
Eso en el capital monetario, en el capital emocional pues… ya he tenido que acudir a terapia varias veces en la última década para tratar problemas de ansiedad que acabaron derivando en movidas hardcore de las que no se puede hablar en un blog como este dirigido al público familiar.
El empobrecimiento de mis relaciones sociales es… una cosa…
Y, por supuesto, la pregunta constante de «¿por qué demonios sigo haciendo tebeos?» es algo tan recurrente y constante que se puede equiparar al número de veces que hay luna nueva al mes.
Dicho esto, ¿a nivel personal qué me parece que se creen ayudas a la clase creativa de un millón de euros? Nada, te voy a responder como corresponde: ¿tú qué crees que me parece?
COWABUNGA.
A nivel colectivo, es decir, lo que me parece en cuanto a la repercusión total que esto puede tener para el grueso de las autoras, solo puedo decir dos o tres cosas:
- Si esto sirve para que la producción total de cómic español en España se ponga de nuevo por encima del diez por ciento del total, bienvenido sea.
- Si esto sirve para que gente que se ve obligada a trabajar sí o sí para mercados foráneos pueda crear aquí, es decir, pueda incrementar nuestro patrimonio cultural y disminuir la fuga de talento, bienvenido sea.
- Si esto sirve para que las editoriales refuercen sus estrategias de promoción y se incrementen las ventas de tebeos de aquí, bienvenido sea.
¿Entonces no hay nada que se pueda decir sobre las ayudas? ¿Todo es estupendo y maravilloso?
No, claro. No todo es una escena de Mary Poppins, también hay detalles que habrá que vigilar y mucho.
El primero de ellos es que aunque no sea un requisito para presentarse sí que puntuará el tener un contrato o un acuerdo de publicación con una editorial.
De momento no se sabe cómo de importante será tener ese compromiso cerrado con una empresa, pero el simple hecho de que puntúe ya resta autonomía a las autoras. ¿Por qué? Porque lo ideal, tanto para unas ayudas públicas como en cualquier otra situación posibles, es que las autoras tengamos libertad total a la hora de disponer de los derechos de nuestras obras para hacer con ellos lo que mejor nos parezca en cada momento.
Además, esto genera cierta desigualdad con respecto a, por ejemplo, las ayudas a la creación literaria. En ese caso, los proyectos subvencionados (con cantidades mucho menores), no tienen por qué tener ni contrato, ni acuerdo, ni nada en absoluto: te ayudan a crear y, una vez creada, la obra es tuya y la negocias en libertad con quien quieras y, muy importante, cuando quieras.
Por otro lado, es de todas conocido que el gravísimo problema de precariedad de las autoras está relacionado con un círculo vicioso de tiradas cortas en un mercado sobresaturado que supone adelantos muy bajos y una rotación tan alta que los títulos mueren antes de tiempo. Si se suma todo eso, es importante tener en cuenta una frase que habrá que repetir y repetir y repetir para ver si así cala: las editoriales tienen que estar a la altura.
¿Eso qué significa? Algo que ya se repitió varias veces en las diferentes reuniones que se mantuvieron con las instituciones para terminar de afinar las ayudas: el dinero recibido no puede tomarse en ningún caso como el único pago que reciban las autoras. Pero no solo eso, deben apostar más y más fuerte por toda la obra nacional (la que reciba subvención y la que no).
Ese millón de euros contribuye a dar un impulso, pero es necesario que las empresas acompañen con esfuerzos reales o no servirá de nada, todo quedará diluido en 40 proyectos «bien pagados» y otros 400 que se quedan como estaban.
Y esa lógica tan clara nos lleva de nuevo a algo que algunas llevamos repitiendo años siempre que nos dejan (y cuando no nos dejan también): no podemos fiar el futuro del sector únicamente a las ayudas que vengan del dinero público. Esa es una parte importante para empezar a asomar desde el agujero, sí, pero necesitamos sentarnos entre todas a organizar lo interno.
Más allá de los triunfalismos y de que estos días empiecen a salir los de colgarse medallas, hay que hablar, conformar mesas en las que se puedan afrontar esos «problemillas» que ya conocemos: la falta de transparencia total en la cadena de distribución, los cientos de problemas legales en la redacción de contratos y en el cumplimiento de obligaciones básicas, la falta total de planificación y promoción y, por supuesto, la burbuja que se ha llevado por delante decenas de librerías y nada menos que una empresa enorme como ECC.
Podemos ponernos como queramos, sentirnos más o menos indignadas, pero sin hablar de todo eso, las ayudas harán una parte del trabajo, pero el grueso real de todos los problemas seguirá ahí rodeado de los «es lo que hay» de siempre.
Las ayudas son un GRAN motivo de celebración, ahora, una vez más: TOCA ESTAR A LA ALTURA.