En el año 2020 me invitaron a formar parte del grupo que pondría en marcha la Sectorial del cómic. La verdad es que en ningún momento pensé en que era el más apropiado ni mucho menos, es más, llegaron hasta mí después de que los dos anteriores dijesen que no.
Mi papel allí dentro era representar a ARGH, es decir, formar parte de todo lo que se fuese a hablar o decidir, pero siempre como representante de la asociación y, por tanto, mi obligación era mantener informados de todo lo que se hacía a nuestros socios y socias. Nunca entendí que pudiese hacerse de otra manera.
El tiempo que yo estuve sentado en la sectorial no fue demasiado, pero fue suficiente para lanzar unas cuantas propuestas. De hecho, a la primera reunión ya acudí con una serie de hasta 12 propuestas consensuadas con el equipo de organización de ARGH.
Esas propuestas, que se repetirían durante años en las asambleas de la sectorial, siempre han ido encaminadas a lo mismo: conformar dentro de la sectorial un espacio de debate entre las partes del sector para llegar a acuerdos que pudiesen poner la semilla para un convenio colectivo en el futuro.
Quisimos hablar de porcentajes de royalties, quisimos hablar de pagos apropiados, de la directiva europea, de contrataciones, de un organismo que velase por la transparencia en la cadena de distribución…
Insisto, eso siempre estuvo encima de la mesa, desde la primera de las reuniones hasta la última de las asambleas. Y siempre hemos recibido respuestas del tipo «hay que centrarse en navegar todos juntos», «esto no puede servir para un “¿qué hay de lo mío”» y los siempre socorridos «de lo que hay que ocuparse es de conseguir más lectores».
Pero nada, somos cabezones, eso sin duda. Así que, en cada una de las asambleas aparecíamos con nuestra tanda de 10 o 12 o 15 propuestas enfocadas de nuevo hacia lo mismo. ¿Por qué? Pues porque creíamos que esa era la manera de incorporar nuestra forma de hacer asociacionismo en lo que no dejaba de ser una asociación de asociaciones.
Pero algo cambió. En un momento determinado empezó a cundir cierto miedo a que se filtrase lo que se decía en las reuniones de la junta directiva. Mientras yo estuve allí sentado solo recuerdo una filtración, sé perfectamente quien la hizo y no es un autor, pero el tema es que se quiso poner la desconfianza encima de la mesa.
Se empezó a repetir que todo lo que se comentase en las reuniones de junta debía ser secreto y, además, se quiso hacer un cambio en la organización interna: los representantes allí sentados ya no eran representantes como tal. Sí que estaban allí sentados al haber sido seleccionados por sus respectivas asociaciones, pero allí solo eran miembros de la junta y nada más.
Eso provocó que la única información que salía desde la junta directiva hacia el resto de la sectorial, es decir hasta el grueso de quienes la conforman, llegase a través de las actas de las reuniones de la junta. Pero esas actas nunca se redactaron.
¿Y eso en qué nos deja? Pues en una situación muy simple de entender: la junta decide sin informar a socios y socias y solo les rinde cuentas una vez al año en la asamblea ordinaria, es decir, en la asociación de asociaciones que dice representar a las diferentes patas del sector apenas opinan una docena de personas. El resto pueden hablar, presentar propuestas y votar en una asamblea anual, pero el resto del año están completamente a oscuras.
Aquella desconfianza creada por las supuestas filtraciones, generó una desconfianza todavía mayor en el seno de las asociaciones que supuestamente tenían un “representante” sentado en la junta. Y esa desconfianza no hizo otra cosa que crecer. Y cada vez se hace más grande a tenor de lo que está sucediendo.
Algunos ya conocerán la anécdota de los estatutos. Han tenido que pasar cuatro años para que figuren en la página web los estatutos reales y ha tenido que hacerse público porque todas las veces en las que se había pedido de puertas hacia dentro se había ignorado la petición amparándose en todo tipo de excusas.
Pero eso a fin de cuentas no es más que una anécdota. En las últimas semanas ha trascendido que el presidente de la sectorial ha sido condenado por una jugada un tanto extraña que tiene que ver directamente con la organización de eventos en Granada. Supuestamente quería quitarse competencia. Y lo dicho, ha sido condenado. Y no lo ha sido en un ámbito privado que nada tiene que ver con el mundo del cómic. Es más, ese hombre es presidente de la sectorial porque lleva más de dos décadas dedicándose a la organización de eventos de cómic. Es alguien con muchísima experiencia. Pues a pesar de toda esa experiencia supuestamente recurrió a mecanismos un tanto turbios con tal de salirse con la suya y un juez le ha condenado por ello.
Eso añade una tonelada y media más de desconfianza. Pero enseguida se podría sumar otra media tonelada. La junta de la sectorial estaba informada de que había un procedimiento judicial en marcha. La junta sí, los socios no. ¿Era necesaria la opacidad en este caso? ¿Había que esconderle a los socios y socias que el presidente estaba implicado en un asunto de estas características tan vinculado al mundo del cómic?
Insisto una vez más en la premisa fundamental de este texto: la desconfianza genera más desconfianza.
Después de todos estos años he aprendido que es muy difícil que alrededor de una mesa en la que se tratan asuntos profesionales todo el mundo esté lleno de buenas intenciones. No suele ser así, es ley de vida. También he aprendido que si alguien suele llenarse la boca con «hay que remar todos juntos», en realidad está pensando en que rememos hacia la orilla que más le conviene a él.
Yo no soy nadie para pedir la dimisión de nadie. Creo que hay motivos para sentarse a reflexionar, para pensar en todo lo que se ha hecho mal y, sobre todo, en todo lo que hay que hacer para reconducir la situación.
Lo dije el primer día y lo vuelvo a decir hoy: la sectorial es un organismo útil y necesario para el mundo del cómic. Los logros conseguidos son muchos y alguno de ellos será para siempre. Por eso es importantísimo repensar su forma de organizarse de forma plural, transparente y participativa. Que fluya la información y, por encima de todo, que se construya en torno a la confianza. Porque sin confianza no podremos hacer nada y ahora mismo es imposible tenerla.