Recuerdo que hace unos años se puso de moda recomendar por las redes comiqueras «El entusiasmo» de Remedios Zafra y a mí personalmente me parecía muy cruel.
No porque la autora no estuviese acertada, al contrario, porque su análisis es tan preciso y tan falto de esperanza que me daba miedo que cundiese el desánimo y la desafección (todavía más) dentro de la clase creativa.
Si lees con frecuencia este blog ya te habrás dado cuenta de que estoy obsesionado con las narrativas y con la manera en que estas nos obligan a configurar nuestro mundo interno y también el externo. En el mundo del arte en general y en el del cómic en particular sufrimos constantemente el impacto de discursos que nos conducen una y otra vez al mismo punto.
Se habla y hablamos de la «carrera» de Mengana y de Fulano. Y se dice que es una maratón. Que es de larga distancia. Que hay que ir paso a paso. Escalón a escalón. Pero en realidad no es más que una trampa dialéctica más que se genera para evitar hablar de lo de siempre: lo material. La pasta.
Ahora mismo, en este preciso momento, el sistema está roto porque solo te pagan una parte proporcional de la venta de cada libro, los esfuerzos por vender ese libro concreto serán pocos e insuficientes y nadie te va a decir que te necesitan pobre, esperanzado y dispuesto a aceptar la visibilidad como cobro porque es necesario empezar por alguna parte tu carrera.
Cuenta Zafra en su ensayo que nuestra ilusión por formar parte de una profesión artística es tan grande que empezamos por conformarnos con un pago bajo, seguimos aceptando incluso cuando pagamos de nuestro bolsillo y al final ya nos vale todo con tal de sumar unos cuantos likes a pesar de pelearnos con el algoritmo de señores millonarios (y fascistas).
El problema de este planteamiento y de otros libros similares es que siempre consiguen que cunda la apatía y se genera la sensación de que no existe posibilidad de cambio. Y esa desesperanza es mortal física y moralmente.
Pero ¿existe? ¿Tenemos alternativas? Quiero creer que sí, que hay margen de mejora en nuestra profesión y que pasa, como siempre, por construir colectividades fuertes. Cualquier cambio estructural es imposible sin el respaldo y el compromiso de grandes grupos. Eso ha sido siempre así en cualquier sector y el nuestro no es diferente.
Desde hace ya varios años, gracias al trabajo de diferentes grupos y asociaciones de profesionales, se han conseguido pequeñas mejoras: pagamos menos de la mitad de IRPF en los adelantos, las asociaciones pueden representar judicialmente a sus socias, las guionistas y escritoras tenemos un grupo en el IAE que nos hace existir frente a la administración, se puede compatibilizar la jubilación con el cobro de derechos de autoría, y vienen más avances, poco a poco, pero irán llegando…
Evidentemente hace falta más, mucho más. Necesitamos un sistema que nos garantice un pago apropiado por cada hora de nuestro trabajo. Necesitamos una cadena del libro totalmente transparente para saber qué ocurre con nuestras obras en cada momento para asegurarnos de que se está haciendo una explotación continua. Necesitamos un endurecimiento de las leyes para que se sancione de forma contundente a todo aquel que se salte los contratos y la ley que los regula.
También necesitamos un sistema de cotización justo y adecuado para nuestra profesión. Necesitamos que se reconozca nuestra intermitencia, pero no solo para la declaración de un año con respecto al anterior y ajustar lo que nos exija la agencia tributaria, también para que se pueda ajustar la cotización durante la fase de preparación de proyectos o los períodos de inactividad.
Eso para empezar, pero no estaría de más hablar de ayudas para pagarnos el fisio o la psicóloga.
¿Se puede conseguir, tenemos alguna manera de reclamar todo eso? Para ello es imprescindible agruparse, ser capaces de construir un espacio común que tenga las ideas muy claras, que aglutine y, sobre todo, que lo pelee sin descanso frente a las administraciones. Esta lucha no es contra las empresas (o al menos no solo contra algunas de ellas) es para conseguir leyes. Leyes que cambien las reglas del juego.
Para eso es imprescindible la organización, el debate sosegado, dejar los egos atrás, dejar los egos atrás, dejar los egos atrás, dejar los egos atrás, fijar metas cercanas para ir aumentando poco a poco, dejar los egos atrás y, por supuesto, dejar los egos atrás.
El desánimo, la acedia, la apatía, la desconexión, el cansancio, la quemazón y el rencor por las mil movidas del pasado ya los tenemos, de eso vamos sobradas todas. Ponerme en plan «hay que hacer que la ilusión domine el mundo» tampoco me parece especialmente acertado, el positivismo en medio de la indigencia me parece hasta de mal gusto.
Creo que es mucho más útil ir paso a paso. Infórmate, estudia, comprende. Rompe las narrativas impuestas. No dejes que te vendan motos y, cuando veas que alguien te cuenta una milonga, díselo. Tenemos más posibilidades que nunca para reventar todos esos relatos rancios del «esto es así y no se puede cambiar». Ya ha cambiado antes y puede volver a hacerlo como ha pasado siempre.
Hace falta voluntad, claro, y compromiso, por pequeño que sea. Hay que implicarse, meterle horas de las que no tienes. Nadie va a venir a la puerta de tu casa a preguntarte si estás bien y si necesitas que te modifiquen alguna ley. Pero ojo, que no se trata de hacer de la lucha una obligación ni un trabajo más (que si haces tebeos seguro que ya tienes más de uno), haz lo que puedas, hasta donde llegues, pero hazlo.
¿Por qué? Creo que la única respuesta posible es: porque merece la pena. Porque lo justo siempre merece la pena. Porque nuestra situación es injusta y es desigual, la industria se cimenta sobre las espaldas de autoras en situación de pobreza extrema.
Y eso debe poder decirse siempre, en cualquier foro y en todo momento. Es urgente modificarlo y solo se puede modificar desde una colectividad fuerte, unida, sosegada, preparada y dispuesta a no callarse en ninguna situación.
También hay que celebrar, gozar de nuestro talento, nuestro sacrificio, nuestra capacidad, nuestro ingenio y nuestra creatividad desbordada. Celebrar también el compañerismo, los cuidados, los abrazos, el consuelo, el consejo y el desahogo. Existen cosas muy buenas en todo esto y hay que agradecerlas y celebrarlas, eso por descontado y siempre.
Pero necesitamos consolidar una voz crítica potente. Puede ser amable y dulce y, a la vez, firme y decidida. Para ello necesitamos ser más, muchas más, te necesitamos a ti, desde la convicción de que estamos mal, pero podemos cambiarlo porque simplemente: es lo más justo.
No importa tu rol en el espacio común, si estás bajo unas siglas o si te representa más una forma de habitar el espacio u otra, yo mismo he dado un paso atrás, pero eso da igual, insisto, dejemos los egos atrás, esto no va ni de ti ni de mí, querida amiga, va de todas.