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¿Cuántas industrias del cómic hay en España?

A principios de mes me fui a pasar unos días al Manga Barcelona. Llegué el jueves por la tarde y nada más salir de la puerta del hotel y avanzar unos pocos metros hacia el recinto de la Fira lo tuve claro: todo había cambiado.

Vale, puede que ahora mismo te preguntes muy fuerte qué es eso que había cambiado, así que voy a tratar de ordenar el relato que llevo contando sin parar una y otra vez desde que volví y en el que seguiré insistiendo unos cuantos meses más por lo menos.

La última vez que había estado en un Salón del Manga (porque todavía se llamaba así) fue en el año 2014 coincidiendo con la puesta a la venta de mi primer trabajo. Y… bueno… no tenía mucho que ver con lo que es ahora. ¿Había gente? Sí, la había, pero no era un evento masivo. El ambiente estaba mucho más desangelado y era mucho más sencillo sentirse un poco fuera de lugar.

Pero ha cambiado, todo ha cambiado y me temo, por desgracia, que existe una buena parte del sector que lo ignora, que lo desprecia, que desea que no sea más que una moda pasajera o incluso las tres cosas a la vez.

Vayamos por partes.

Esto es un mundo aparte

Decía en el post anterior que en esto del cómic hay ligas y categorías, pues bien, Manga Barcelona es la champions, es el combate del siglo, la final del mundial o la superbowl en cuanto a eventos de cómic se refiere en España.

Y digo solo de España porque tampoco me quiero aventurar demasiado, pero si dijera que es uno de los más importantes de Europa me temo que no andaría muy lejos de la realidad.

Sé que habrá mucha gente de la vieja guardia, de los guardianes de las esencias y, como no, de los repartecarnés de toda la vida, que vendrán enseguida con los «es que ahí apenas hay cómic, solo hay frikadas».

Y ese, querida amiga, es el error más grave de todos.

El cómic está en el centro de todo

Todo está lleno de gente, eso es así. Hay videojuegos, hay cosplay, hay K-Pop, hay kendo, baloncesto, volleyball, sumo. Hay conciertos, comida, cine… Sí, hay todo eso, por supuesto, y mucho más.

Pero no nos engañemos porque al final la gente se lo cree. Y yo estaba entre esa gente.

Durante años me dejé llevar por una primera impresión. Después me senté a un montón de mesas en las que unos y otros nos retroalimentábamos en torno a nuestra simulación de la realidad.

«Qué mal huelen los otakus» nos decíamos, «en esos eventos no hay tebeos» insistíamos entre risotadas un poco forzadas y el ruido de masticar cacahuetes pasados de sal.

¿Nos equivocábamos? Pues… más que equivocarnos tratábamos de hacer algo que las personas no podemos dejar de hacer en ningún momento: manteníamos nuestra simulación de la realidad para no afrontar que las cosas estaban cambiando. Es una respuesta biológica que cualquier neurocientífico puede explicar en un santiamén.

La realidad actual (o la simulación de la realidad que yo me explico a mí mismo en este momento para ser más precisos) es bien distinta: el cómic rebosa por cada esquina del Manga Barcelona y está presente por encima de los pabellones, de los stands, de las novedades, de los pósters, las bolsas, las pegatinas, las postales, las prints o los fanzines.

Está en un sitio mucho mejor: en la GENTE QUE ESTÁ ALLÍ.

Y es que lo más alucinante es la ilusión de toda esa gente

Voy a tratar de no atropellarme embargado por la emoción y explicar algo muy importante de forma concreta: la gente que asiste a Manga Barcelona exuda ilusión por cada poro. Ilusión por los tebeos. Y basta apenas un cuarto de hora para darse cuenta, pero por suerte se puede analizar con mucho más tiempo.

Los pasillos rebosan. Si levantas diez segundos las orejas puedes escuchar cómo la gente se cuenta lo que está leyendo, hace recomendaciones, reacciona, agradece, conversa y flipa cuando le dan alguna noticia que le apetece escuchar.

La gente compra, compra mucho, me encantaría que alguien diese datos concretos de lo que se factura en los cuatro días de festival, pero sin ninguna duda se puede afirmar que se mueven buenas cifras.

Se venden dulces, se venden muñecos, camisetas, películas… La gente que tiene puestos en el artist alley vende y vende mucho, pero, sobre todo, se venden tebeos. No falla, todo el mundo lleva una bolsa y en muchas de esas bolsas hay varios tebeos.

Podemos engañarnos todo lo que queramos, pero es ponernos una venda.

Pero cuidado, que me lo veo venir, también se vende cómic nacional

Para esto que voy a contar voy a permitirme perder cualquier tipo de objetividad (en realidad nunca la hay porque es imposible, pero ya me entendéis).

En sus redes sociales, Planeta Cómic, anunciaba que las dos obras más vendidas durante el sábado del Manga Barcelona (el día grande), fueron SOMA (obra de Carles Dalmau y mía) y KOHVA obra de Konata.

Voy a insistir muy despacio: las dos obras más vendidas en un stand como el de Planeta, en un evento como Manga Barcelona y en el día en el que más gente acude al evento son obras cien por cien nacionales. Producidas aquí, primera edición de aquí y con autoría de aquí.

Pero eso es solo una muestra, bastaba con acercarse a las firmas de Luis Montes, de Ana C Sánchez, de Ana Oncina, de Miriam Bonastre o a las nuestras…

Había que darle ticket a la gente para que se pudiesen gestionar, había que meter prisa para que nadie se quedase sin al menos una dedicatoria. Ocurría en Planeta Manga, pero también en los encuentros organizados por el propio evento o en las firmas de gente de aquí en otras editoriales.

¿Y qué hacemos con todo esto?

Pues no tengo ni idea, cuando se analiza el mundo del cómic en España ya se habla de dos industrias: la industria del cómic y la «industria» del cómic nacional.

¿Debemos empezar a hablar de cuatro industrias? ¿la del cómic, la del cómic nacional, la del manga y la del manga nacional? Parece delirante, pero tiempo al tiempo…

La realidad, o al menos una parte de la realidad, demuestra que si se apuesta de verdad por autorías nacionales, podría llegar a haber visos de sostenibilidad y de futuro.

Pero ojo, hay que acompañar todo eso con todo lo demás que está por arreglar. ¿Hay que apostar y generar nuevos modelos? Sí. ¿Hay que tratar de internacionalizar todo lo que se haga aquí? Por supuesto.

Pero no olvidemos todo lo demás: el funcionamiento de la cadena está tan caduco como la gran cantidad de libros que se lanzan muertos al mercado.

Que la aparición de cuatro brotes no impida ver que lo que hay detrás es tierra quemada.

Eso sí, hay un caldo de cultivo que se está desaprovechando

Año 2018, acudo a un evento en Madrid con una novedad caliente entre las manos. Hemos sido nominados a mejor obra, mejor guion y varias cosas más. Vamos a la entrega de premios, hay seis personas.

Después de eso vamos a una de las charlas, nos sentamos, somos los únicos en el público. La gente que habla lo hace sobre un tema interesante, pero el público está a otra cosa.

La charla ocurre en un espacio abierto con un escenario a un lado y unas mesas para talleres al otro. Apenas se escucha.

También hay una de esas tan cacareadas «revisiones de portafolios». También se hacen en un espacio abierto. En mitad de una de las revisiones, un editor de Glénat se levanta y corre hacia un hombre disfrazado del Juez Dredd para hacerse una foto con él.

El chaval al que le hacían la entrevista se queda alucinado. Nosotros nos quedamos alucinados, el mismo Dredd se queda alucinado. Los siguientes para la entrevista somos nosotros y preferimos no ir. No sirve para nada.

Sé que todo eso puede entrar en lo anecdótico, pero creo que es más bien sintomático. Los «grandes» salones del cómic en España están enfermos. Hay una falta de interés, una apatía y un perder las formas constante.

Durante ese fin de semana en Barcelona me di cuenta de que hemos perdido la ilusión por completo. Allí dentro cualquier actividad estaba llena. Y cuando digo cualquiera me refiero a que los talleres estaban llenos, había charlas sobre tipos de sake a rebosar, había encuentros con autores en los que no cabía un alfiler y, a ver… las presentaciones editoriales…

Eso ya es una auténtica locura…

Gente que celebra las novedades como un gol en la final de la champions.

Conciertos llenos, concursos de cosplay llenos, espacio de baile lleno. Ponen pelis y van cuatro mil personas en cuatro días…

Llevan a Fermín Muguruza y la gente se interesa, va Lee O’Maley y también.

Es una fiesta, se vive como una fiesta y se disfruta como una fiesta.

No sé vosotras, pero yo he vivido eso en muy poquitos eventos de cómic y, siempre que fue algo similar, fue muy alejado de las grandes urbes.

Quizás va siendo hora de fruncir menos el ceño, de abrir un poco las ventanas y de preguntarnos muy fuerte por qué funciona lo que funciona.

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