Bueno, pues los amigos de Escribiendo Cómics ya nos hemos mudado a un apartamento más chiquitito, un blog simple, sin dominio propio, pero con las mismas intenciones de siempre. En este primer post de la nueva etapa voy a abordar un tema complejo y que levanta innumerables dolores de cabeza a todos los que escribimos: el tiempo.
No quiero engañaros, nunca quiero, de verdad, puede que con lo del síndrome del impostor sí… o no, yo qué sé… era el chiste fácil… Manejar el tiempo a la hora de escribir es algo muy complicado de conseguir porque esa gestión nunca viene sola, está acompañada de pequeños factores que además son muy variables en función de cada persona.
Aun así voy a tratar de comentar algunas cosillas que me parecen fundamentales para tratar de aprovechar el tiempo de modo que no nos volvamos locos y lleguemos a todos los objetivos que nos propongamos (si es que nos ponemos objetivos, claro).
Venga, vamos allá que no tenemos todo el día.
¿Qué pasa con el tiempo de los guionistas?
Señor Llor, señor Llor, ¿cuándo se puede considerar que empieza el proyecto? –dice Manolito levantando mucho la mano.
A ver, Manolito, baja la mano que no estamos en el cole. En mi caso existen dos maneras de arrancar un proyecto: la primera es la más “bonita” y la más “llena de magia”. Sucede cuando estás dando un paseo, comiéndote una hamburguesa vegana hecha con frijoles, viendo una peli horrible de Nolan o bailando reggaetón como un loco en un chiringuito de la Costa del Sol. Sin saber cómo, te llega una idea y te dices: “coño, qué ideón para una historia”. Esto es lo que algunos llaman inspiración y, bueno, digamos que yo no soy muy amigo de este concepto y, sobre todo, soy un enemigo declarado de dejarlo todo en sus manos.
La segunda manera es menos espectacular de cara a la galería y le quita un punto de misticismo. Se trata de sentarse a currar. Ponerse delante de una libreta e ir anotando ideas hasta llegar a ese: “coño, que ideón para una historia”. Es cierto que muchas veces este método te pone en disposición de que aparezca por ahí la inspiración y te mejore lo que estabas haciendo, pero no ha venido sola, la estás forzando a aparecer.
La gran diferencia entre un método y el otro es el tiempo. En el primero no estás destinando ni un solo minuto a elaborar una idea, sino que surge en el medio de otra actividad (o inactividad) y por tanto no habría que poner en marcha todavía el cronómetro de guionista. En el segundo, sin embargo, sí que hay un tiempo específico destinado a elaborar la idea o al menos el punto de partida, nos hemos puesto a eso concretamente y puede que nos levantemos de la sesión habiendo parido una idea buenísima o que la abandonemos con un folio lleno de frases inconexas e ideas terribles, pero en cualquier caso ya habremos invertido minutos u horas que nadie nos va a devolver.
Así que, al menos en la mayoría de las ocasiones, mi tiempo para escribir arranca en sesiones dedicadas a la búsqueda de ideas. ¿Cuántas empleo, cuánto duran, cuántas necesito antes de dar por terminada esta fase? Pues depende, depende y… depende. Hay veces que una sola sesión es suficiente, hay veces que empleo tres o cuatro y hay veces que al llegar a la quinta me doy cuenta de que estoy haciendo el canelo y dando vueltas a algo que no va a ningún sitio. Así que aquí arrancan los problemas para contabilizar el tiempo invertido en un proyecto: partimos de una inconcreción.
Y esto me lleva al punto más complicado de todo el post, tratar de responder más allá de un “depende” a la famosa pregunta que te puede hacer un editor: ¿cuándo tendrías el guion?
Las fases, divide y vencerás
Hace cosa de dos años, cuando me preguntaban la tan famosa: ¿para cuándo tendrás el guion terminado? siempre respondía más o menos igual: entre cuatro y seis meses. Actualmente respondo: pronto, creo que estará pronto. ¿Por qué? Pues porque por mucho que este sea un post sobre gestionar el tiempo y aprender a calcular cuánto tardan tus procesos de trabajo, hay una máxima estupenda para todo esto: no te pilles los dedos con algo que no depende de ti al cien por cien.
Espera, espera, espera, espera, ¿cómo que no depende solo de ti? No, Manolito, cálmate, tiene una explicación: llegado un punto del proyecto no escribo si no tengo un contrato firmado para hacerlo y el tiempo que puede tardar un editor en enviarte el contrato de un proyecto aprobado puede oscilar entre unas horas y 150 años. Así que si el editor tarda un mes, yo puedo entregar el guion en 5 o 6, pero si tarda tres pues tardo entre 10 y 12.
Independientemente de que los editores vivan en una burbuja en la que el tiempo se amplía, se contrae y hace cosas maravillosas, mis tiempos de trabajo suelen ser:
Para montar proyecto: quince días
Dos semanitas y un poco más para el texto que incluye un dossier de venta, es decir: pitch, argumento completo, primeras páginas de guion, fichas de personaje y biografía actualizada. Esta parte del proceso es fundamental y, aunque parezca que se resuelve pronto incluye un texto dos textos que son los archienemigos declarados de cualquier guionista: el pitch y el argumento. No hay nada más tedioso de escribir que estos dos, porque se trata de algo que generalmente se nos da fatal a la gente de verbo fácil: sintetizar.
Otras cuatro semanas hasta llegar a una versión definitiva de escaleta, dando por hecho que el primer borrador será una chufa, que habrá que dejarlo reposar al menos unos días y que con cada versión nueva, llegará su respectiva fase de descanso. La escaleta para mí es tan fundamental que es posible que se pueda alargar esta fase hasta las seis semanas y, normalmente voy compaginando este proceso con el de documentación y se cerrarán al mismo tiempo.
Tres meses para convertir la escaleta en guion literario. Esto cuando se trata de un álbum de entre 48 y 64 páginas. Si va a ser una obra más extensa es muy posible que todo el tema se alargue. Si se trata de algo cercano a las 100 páginas suelo simultanearlo con otro proyecto para no acabar totalmente absorbido puedo llegar fácilmente al medio año para terminarlo.
Para el guion técnico, que solo escribo si me lo pide el dibujante, no empleo un tiempo extra muy elevado, ya que por norma, suelo hacerlo justo después de acabar cada escena en el guion literario y esto no alarga demasiado el proceso, apenas un par de semanas en el global.
O sea, que si sumamos todo, y siempre y cuando no haya problemas inesperados por el medio, mi proceso puede alargarse hasta los seis meses o un poco más. Esos inconvenientes pueden venir de retrasos con el pago, de parones provocados por algún cambio en el calendario editorial, porque me pongo enfermo, porque tengo alguna avería en mi equipo o quién sabe…
Por eso insisto en que lo mejor que puedes hacer siempre que te pregunten cuándo tendrás el guion es responder: “pronto, creo que estará pronto”.