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Herramientas básicas para escribir una historia: la premisa

Premisa herramientas

Las ferreterías están llenas de cachivaches. Hay gente que sabe perfectamente qué son todas esas cosas de formas extrañas y cómo utilizarlas de forma precisa para montar un mueble, reparar una cañería, hacer un apañito en el cuadro eléctrico o arreglar el muelle que ha convertido en inextensible tu viejo butacón.

Otros —puede que muchos más— apenas diferenciamos un destornillador de un martillo y, entre estos últimos, no vemos más allá de martillos redondos de goma o martillos cuadrados y metálicos, y no podemos más que imaginar para qué demonios servirá cada uno.

Con todo esto lo que pretendo decir es que el mundo de las herramientas en el bricolaje es casi infinito y así ha de ser. Habrá quien lo disfrute como un crío al que le regalan un balón y quien se sienta perdido como otro al que regalan un diccionario.

En el mundo de la escritura de guiones de cómic las herramientas que tenemos a nuestra disposición son igual de inacabables e inabarcables.

Si los tropos narrativos fuesen objetos que colocar en una ferretería, no habría polígono industrial que tuviese un tamaño suficiente para contenerlos todos.

Y es que todo el relicario de recursos que tenemos a nuestra disposición es tan ingente como podamos imaginar.

Después de dejar bien claro todo esto, es momento de bajar a la tierra de nuevo y desglosar los que son nuestro martillo, el destornillador, el alicates o la llave allen, es decir, herramientas muy útiles, de uso frecuente entre expertos y novatos y que no deberían faltar en el trastero de nadie con intención de escribir.

LA PREMISA

La semilla fundamental de cualquier historia es la premisa, también conocida como LOGLINE.

La premisa está formada por las tres patas fundamentales de cualquier historia: personaje, conflicto y contexto. Ni más ni menos.

Por tanto, un buen logline debe dejarnos claras algunas cosas: quién protagoniza nuestra historia, cuál va a ser su objetivo fundamental dentro de ella o a qué se va a enfrentar, y en qué ambiente social e histórico se desarrollará todo.

En vez de recurrir a ejemplos de cómics que puede que no hayas leído y que quizás no te apetezca ir a buscarlos a la librería o a una biblioteca, vamos a crear un ejemplo paso a paso con el que ir trabajando con cada una de las herramientas que iremos sacando de la caja.

Ahí va. Premisa:

Marisa, una opositora a profesora de secundaria descubre que un examinador hizo trampas en la última convocatoria de 2022 y decide desenmascararle para anular todo el proceso.

¿Qué nos cuenta este logline?

Vayamos por partes:

Marisa, una opositora a profesora de secundaria

Bien, esto nos da una protagonista. Sabemos que es mujer y que dentro de su mundo ordinario, es decir, de su día a día, se incluye el preparar unas oposiciones.

¿Podríamos deducir algo de todo ello? Podríamos. Sabemos que al menos ronda los 25 años, aunque podría tener varios más. Haciendo conjeturas y si hemos tenido contacto con alguien que haya preparado unas oposiciones, podríamos establecer un estado de ánimo —o más bien un estado de nerviosismo vital— en función de si lleva más o menos años preparando las oposiciones.

Pero eso serían conjeturas. ¿Son malas? En absoluto, lo mejor que puedes hacer con todas ellas en esta fase es apuntar las que se te ocurran, sean cuantas sean, para después incorporarlas en la siguiente fase.

Pero de momento sigamos.

descubre que un examinador hizo trampas en la última convocatoria de 2022

Lo primero que deja claro esta parte de la premisa es que esta historia transcurrirá en la época actual.

¿Cómo de importante es fijar eso? Mucho. Nada tendría que ver la Marisa de 2022 con una hipotética Marisa que preparase sus oposiciones en 1980 o en 2060.

Por mucho que parezca que el grueso principal de una historia reside más en el conflicto o en los personajes, el contexto es fundamental por todo lo que puede enriquecer la trama. Hay historias que son puro contexto ya que no tendrían ningún sentido si ocurriesen en otro lugar e incluso las calles, el ambiente por el que transcurre, adquiere un punto de protagonismo.

Al margen de eso ¿podríamos decir que descubre que un examinador hizo trampas es el conflicto de la historia? Pues no, no lo es. Plantea una parte del conflicto, lo anticipa, lo incita, pero no es más que la chispa que podría hacer estallar el petardo.

Es momento de parar un segundo en este punto porque es fundamental.

Pongamos que yo quedo en un parque todas las tardes con mis amigos Luis y Ana. Cada día parloteamos durante horas y siempre acabamos en el mismo punto: para alcanzar la felicidad que tanto ansiamos deberíamos atracar el banco de la esquina. Sin embargo, al despedirnos y llegar a casa, recuperamos la cordura y nuestra charlatanería sobre asaltos y millones de euros se diluye en la nada al menos hasta la tarde siguiente.

Esto no supone un conflicto y aunque pudiésemos tener algún problemilla con un policía que nos escuchase hablar sobre rifles automáticos y cámaras de seguridad, no existe delito alguno en ello y no podría más que aconsejarnos vehementemente que no lo hiciésemos.

A lo que voy, volviendo a Marisa, hasta que: decide desenmascararle para anular todo el proceso no hay conflicto que valga, porque Marisa podría haber descubierto el fraude, mirar para otro lado, marcharse a su casa, prepararse una sopa de miso para cenar y acostarse tan ricamente.

Para que exista conflicto en una historia, aquello que sucede a la protagonista ha de hacerla reaccionar o debe hacer que se implique emocionalmente de algún modo.

Nuestra Marisa podría callarse lo que descubre y después no ser capaz de dormir y ser presa de una culpa que la obliga a abandonar sus estudios y caer en una espiral de autodestrucción. Eso nos plantearía un conflicto muy diferente, pero conflicto al fin y al cabo.

También podría descubrir que ella es una de las beneficiadas del fraude del examinador, ocultar la información y ser denunciada e inhabilitada por ello un año después de conseguir su plaza.

En definitiva, de nuevo existen gran cantidad de opciones, pero para que el conflicto exista hemos de ser capaces de formular una pregunta dramática tras leer la premisa.

En nuestro ejemplo la pregunta dramática tendría esta forma: ¿conseguirá Marisa desenmascarar el fraude del examinador y que se anule todo el proceso?

Con esto habríamos resuelto el triple puzzle que nos plantea siempre la creación del logline y habremos ganado mucho con respecto al resto del proceso: ya tenemos punto de partida.

La función de la premisa es fundamentalmente narrativa, nos ayuda a sentar las bases de la historia y nos mete de lleno en un juego de expectativas en el que queremos saber más. En nuestra caja de herramientas siempre hay algo que no debería faltar, el logline es una de esas herramientas.