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¿Hay que escribir pensando en los lectores?

Me siento, enciendo el ordenador, abro el open office (me gustan las licencias abiertas y me cae mal la gente que piratea software para escribir cuando escribir es su profesión) y empiezo a sembrar planteamientos para nuevos proyectos.

Me sale lo que acostumbra a salir: aventuras, algún thriller, algo un poco más juvenil, algo más intimista, una cosilla histórica a la que poder sacar un buen juguillo… Lo normal, vaya.

Les doy una vuelta, los pongo bonicos, me voy al canva y me saco un pdf muy apañadito en el que meto una sinopsis, algunas notas de cómo veo el universo de la historia, hablo un poco de los personajes y, si tengo un buen día, hasta me escribo las primeras páginas del guion.

Si me da tiempo empiezo la búsqueda. Sí, me lanzo a la caza del dibujante con todas mis armas de seducción y buenas maneras. Me contoneo, me pongo muy sexy y me rechazan. Me pongo aún más sexy y me vuelven a rechazar. Así hasta que alguien pica o me voy a una esquina a llorar.

Envío el archivo y tengo una costumbre un poco rara, lo releo de nuevo. Y en ese momento, en ese preciso instante llegan a mi pequeña cabeza y gran cerebro un montón de dudas: ¿habré escrito esta vez pensando en los lectores? ¿Será al fin este proyecto considerado como una obra gafapasta? ¿Esta es la obra idónea para recibir premios y más premios?

Es mentira. Soy un pecador. Jamás he pensado en los lectores a la hora de escribir. Es que no sé cómo se hace. Es más, creo que es completamente imposible pensar en el “público” a la hora de escribir algo o al menos yo no sé qué pasos debo de seguir para ello.

En fin, voy a tratar de explicar un concepto que se me hace súper raro y que no es la primera vez que me habla de él alguna editora, algún reseñista, alguna amiga o algún familiar lejano.

HAY QUE ESCRIBIR PENSANDO EN LOS LECTORES

Corría el año 2014 y estaba yo enfrascado en el guion de dos obras al mismo tiempo, Teluria 108 y Nyx, los sueños de la Diosa. Ambos eran mis primeros trabajos que se iban a publicar. A la dificultad de escribir dos guiones de 100 paginacas de manera simultánea, se sumaba el hecho de trabajar con dos editoras “intervencionistas”.

Llamo “intervencionistas” a ese tipo de editoras que sienten la necesidad de meterse a fondo en las historias y hacerlas “suyas”. Y ojo, que me parece perfecto, cada uno hace su trabajo como mejor considera y si aportan buenas ideas a las historias, no seré yo el que me queje.

No me molestaba en aquel entonces, ni ahora tampoco, el que se quiera aportar algo o cambiar lo que sea, siempre que se llegue a un entendimiento con el autor y que todos hagan lo mejor para la obra, me parece estupendo.

El problema vino cuando ambas editoras introdujeron un concepto que a mí se me hacía un tanto extraño (como casualidad diré que lo hicieron en correos separados por unas horas). Dijeron: “hay que escribir pensando en el lector”.

Vale, genial. ¿Eso cómo diantres se hace? ¿Alguien tiene un superpoder para ponerse en el lugar de todos y cada uno de los lectores (que, potencialmente somos todas las que sabemos leer) y decir “ah, sí, los lectores lo que quieren es esto”? ¿Qué demonios es lo que quieren los lectores?

¿Si alguien cree saber lo que quieren los lectores, como es que no es un multimillonario retirado en el Caribe?

¿Si escribo pensando en los lectores y los lectores leen algo que está escrito pensando en los lectores y resulta que no les gusta, quién está equivocado, yo o los lectores?

¿Pueden equivocarse los lectores?

Después de expresar estas y otras de las dudas que me asaltaron con la afirmación de “hay que…” me llegó una “explicación” por parte de una de las editoras.

No te líes”, me dijo con cierta condescendencia entrañable, “es muy fácil de entender, tienes que dejar todo bien explicado, a los lectores no les gusta que les rompas la cabeza, si leen algo y no lo entienden a la primera, desconectan y ya los has perdido para siempre”.

Para siempre, para siempre, para siempreeeee… Algo así resonaba en mi cabeza de guionista novato y bajito.

A día de hoy, ya en 2019, sigo sin tener ni la más mínima idea de qué significa escribir para los lectores o pensando en los lectores o escribir pensando en la crítica o escribir pensando en los premios o hacer una obra “muy para el premio nacional” o “muy para regalar” o “muy para salir en las listas”.

De verdad, ni idea, así que las únicas recomendaciones que podemos hacer desde Escribiendo Cómics en este sentido son estas tres.

TODAS SOMOS LECTORAS

Como todas somos lectoras y todas tenemos la extrañísima cualidad de leer aquello que nos gusta e incluso decirlo y, resulta, que cada una tenemos el gusto adecuado a, oh, sorpresa y fatalidad, nuestros gustos, es completamente esteril e imposible que te sientes a escribir pensando en las lectoras.

Ya ves. Imposible. Irreal. No se puede. No es una de esas cosas con las que decir “me dijeron que es imposible, así que me puse a hacerlo”. Que no, que lo dejes, que no se puede. De verdad. ¿Yo por qué voy a mentirte, a ver?

Seguro que más de uno dirá: “todo el mainstream se hace pensando en los lectores y en lo que les gusta y blablablablabla”. “Si existen fenómenos de masas es porque el público los demanda y se les da y blablablablablabla”.

Y aún así, al que le toca escribir un nuevo arco para una serie con millones de seguidores ¿puede sentarse delante de su ordenador, abrir el Word (esta peña hasta se paga la licencia) y decirse “bien, hoy voy a pensar en Jeff, Mini, Laura, Lucas y la abuela Peggy para escribir esta escena”.

Imagino que pensará en billetes, en ritmo, en diálogos, en más billetes, en si se ha dejado el hornillo encendido, en la siguiente escena, en un girito que se caga la perra, en más billetes, en el amor libre, ese tipo de cosas, pero ¿escribirá pensando en los lectores?

No lo creo.

Por eso, estoy convencido de que lo mejor que puedes hacer al escribir tus historias es, oh, sorpresa, pensar en tus historias.

HAY UN LECTOR PARA CADA LIBRO

Porque por mucho que alguien te diga que tú estás pensando o no en lectores a la hora de escribir, hay algo que es incontrolable y es que, por cada persona que te diga que no has pensado en los lectores a la hora de escribir, aparecerá un lector contento con tu obra y que, oh, absoluta locura, puede llegar a pensar “este libro está escrito tal y como me gusta que se escriban los libros”.

Y ahí está la maldita paradoja de todo esto. Hay un tipo de lector idóneo para cada libro, pero es tarea del lector encontrarlo y no del guionista o del escritor producirlo. El esfuerzo del primero es sano y habitual, el esfuerzo del segundo suele ser esteril y parir obras mediocres.

NUNCA LE DIGAS A NADIE “NO TE LÍES, TÚ LO QUE TIENES QUE HACER ES…”

Lo hemos repetido tantas veces que hay quien nos acusa de cansinos irredentos: no existen las fórmulas mágicas, no hay tips, no hay trucos, no hay manuales que nos puedan decir lo que hay que hacer paso por paso para escribir una obra maestra. Y aún así nos las repiten una y otra vez y, por desgracia, esa de “hay que escribir pensando en los lectores” es una de ellas.

Pero es que además, no es una del tipo: “sigue esta estructura y verás qué bien todo” o del tipo: “debes crear un arco de transformación para cada personaje”. Esas al menos tienen algo de instructivo y se puede aprender algo. Con “hay que escribir pensando en los lectores” ¿qué es lo que se aprende? ¿Dónde está el punto didáctico? ¿Cuál es exactamente la manera en la que se debería hacer eso?

RESUMIENDO

No te líes (hoy estoy especialmente graciosillo), lo mejor que puedes hacer por tu historia es escribir, escribir y seguir escribiendo. Si pensar en el éter te ayuda, genial, si pensar en tu prima te ayuda, piensa en ella; que quieres pensar en todos los lectores del planeta, adelante, pero tú escribe, no pares de hacerlo, revisa, lee, corrige, vuelve a escribir, tira cosas a la basura, vuelve a empezar, sigue escribiendo y ya está, no te compliques pensando cosas que no puedes controlar.