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Fracaso, resiliencia y cosas chungas de escribir tebeos

fracaso

Seguro que más de una recuerda esas palabras de Beckett, sí, ya sabéis, las que han convertido en infinidad de tazas positivistas y carteles con diseños muy cuquis. ¿Aún no pillas a qué me refiero? Venga, las pongo: “Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.” Ahora sí, ¿verdad? ¿A que lo habías visto antes?

Nadie conoce la verdadera intención de Beckett con su texto “Rumbo a peor” en el que figura este fragmento, sin embargo se ha convertido en un mantra en el mundo de los entrepeneurs, empresarios, emprendedores y creadores de frases motivacionales. De hecho yo la he visto en la pared de un gimnasio… ¿no sé qué pensaría el bueno de Samuel al ver sus palabras rodeadas de cuerpos sudorosos en mallas?

Es cierto que en esto de hacer tebeos nos encontramos muchas veces con el fracaso en múltiples formas. Podemos fracasar al tratar de encontrar dibujante con el que afrontar un proyecto. Podemos fracasar al no conseguir el resultado esperado al elaborar el dossier. Podemos fracasar a la hora de encontrar una editorial que apueste por nuestro trabajo. E incluso, llegando a publicar el trabajo, podemos fracasar estrepitosamente en las ventas, en las críticas o en la acogida del público.

Así que sería bueno admitir una par de cosas. La primera es que el fracaso forma parte indiscutible de cualquier profesión artística. Hace poco leía a alguien comentar que el estado natural de un proyecto es que no salga, que no se concrete, que no vea la luz. Y tenía razón, la grandísima cantidad de proyectos que surgen cada día y la inmensa calidad de la gran mayoría de ellos, hace que lo más normal es que cuando elaboremos un dossier se quede en el cajón.

Con esto no pretendo desanimar a nadie porque es cuando entra en juego la segunda cuestión: la resiliencia, o dicho de forma que lo podamos entender la gente que crecimos en el barrio, la capacidad que tenemos todos de reponernos de las hostias, de adaptarnos a las dificultades o de hacer frente a la frustración.

Porque una de las claves de todo esto no es fracasar, es qué vamos a hacer en el momento siguiente al fracaso. Puede jodernos unos días, puede que semanas, incluso meses, pero si existe un truco fundamental en todo esto, es el de siempre: escribir, escribir y escribir. ¿Que no sale un proyecto? Pues montas otro. ¿Que alguien te deja tirado porque le sale otra cosa? Te buscas a otro. ¿Que solo consigues respuestas random de los editores? Te haces más pesada que una empanada de cocido madrileño. Porque ya lo hemos dicho cienes de veces en Escribiendo Cómics: el único truco es seguir adelante. ¡¡¡Tacháááááááán!!!

Eso sí, hay múltiples actitudes que se pueden adquirir frente al fracaso, algunas de ellas son muy comunes, y creedme, no muestran un buen camino, más bien todo lo contrario. Seguro que ya os suenan, pero qué demonios, los titos de EC estamos para recordarlas las veces que hagan falta.

Vamos al tomate.

Los editores de todo el mundo están equivocados

Este es el gran clásico entre los clásicos. Es una mezcla entre ego, ignorancia, falta de escrúpulos y poca vergüenza. Consiste en echar siempre la culpa a los editores del fracaso de tus proyectos. Pero no una vez ni dos, de manera sistemática. Tiene distintas variantes: “los editores no saben lo que se pierden”, sí, lo saben; “los editores no saben valorar mi trabajo como se merece”, sí, saben y, en la mayoría de los casos, aciertan; “si los editores hiciesen lo que yo digo, el mundo editorial daría un vuelco”, esta ya es de nivel premium gold edition, afrontar el fracaso exclamando que hay que cambiar todo el sistema es cuando menos alocado.

La historia es como es y no pienso tocarla

En ocasiones algunos editores, lectores cero, amigos, compañeras, reseñistas, familiares o enemigos pueden advertirte de que algo no funciona en tu historia.

En estos casos yo suelo hacer caso de un comentario del amigo Neil Gaiman. Él dice que si alguien te dice que algo, un personaje, un giro, una escena o un planteamiento no le convence, suele estar acertado y deberías replantearte lo que te está apuntando. Sin embargo, si te dice exactamente cómo tienes que cambiarlo es mejor ignorarlo.

La moraleja de todo esto es que no te aferres a tu texto como si fuesen salmos escritos en tablillas sagradas, déjalo evolucionar, acepta críticas y comentarios de todo el mundo, puede que no se dediquen a escribir, pero todo el mundo lee (o casi todo) y, por supuesto, saben si aquello que están leyendo les gusta o no.

Como ejemplo en este punto me gustaría comentar una anécdota. Mi primer proyecto de cómic era una historia llamada Blindtown creada junto al dibujante Alex Muñoz. En ella contábamos como los nazis habían ganado la Segunda Guerra Mundial y Hitler, con 100 años, trataba de encontrar una serie de idolillos Incas que le permitirían alargar su vida y su imperio 100 años más.

Por aquel entonces, llenos de ingenuidad e ilusión desmedida, pensábamos que manejábamos un material de primera, creíamos que lo íbamos a petar tanto que los editores se pelearían por sacarlo. Pero no ocurrió. Tuvimos algún buen comentario, buenas palabras, alguna palmadita en la espalda y un par de decenas de fracasos y rechazos.

Pasado un tiempo seguimos intentándolo y llegamos a un editor bastante interesado en sacarlo. Empezamos a hablar sobre ello e hizo algunos apuntes muy interesantes. Sin embargo llegó a un punto en que propuso algo que nos resultó muy extraño: quitar los nazis. Sí, así es, quería quitar a Hitler y a los nazis de nuestra historia de Hitler y nazis. Contarla con un dictador inventado en un mundo inventado.

Para nosotros eso sobrepasó un límite. ¿Acertamos? No lo sé, puede ser que hoy tuviésemos un cómic más con nuestros nombres en el lomo, pero… ¿sería el mismo cómic?

Resumiendo: escucha, escucha y escucha y después toma las decisiones oportunas, pero escucha, no hay nada peor que un guionista cerrado que solo se escucha a si mismo.

Como todo el mundo me ha dicho que mi historia no vale, me autoedito

La autoedición es una opción maravillosa, a poca gente admiro más que a los autores que son capaces de encargarse de todo el proceso de hacer un libro de principio a fin y, aún por encima, después se patean salones de todo el país y a veces de toda Europa con sus cajas de acá para allá.

En España existe todo un mundo inmenso de la autoedición en el mundo del cómic. Si alguien está interesado en saber más sobre ello le recomiendo que se pase por NEUH, una asociación de autoeditores que han creado su propia red de apoyo que les permite tener presencia en prácticamente todos los eventos relevantes del país.

Ahora bien, la autoedición debe ser un acto consciente y una decisión organizada, no un refugio para escapar del rechazo. Si tu idea es sacar un cómic con este método porque quince editoriales te han dicho que no les gusta, piénsatelo.

Analiza bien las causas del rechazo. Entiende que puede que la historia no esté lo suficientemente elaborada, que el dibujo no tenga el acabado idóneo, que la temática no sea oportuna o esté muy manida, que los personajes estén poco definidos… En cualquier caso, puede que tu proyecto lo que necesite sea trabajo, no irse a la imprenta directamente.

Piénsalo, ¿si elegiste como primera opción la edición tradicional y todos te han rechazado porque piensan que tu producto no es vendible, crees que es buena idea afrontar la venta por tu cuenta y riesgo? Es posible que te salga bien, no digo que no, pero ¿no sería mucho mejor pararse a reflexionar un instante antes de caer de rebote en un mundo tan complejo?

Resumiendo (y repitiendo): la autoedición debería ser considerada como una opción de principio, si simplemente es un plan B, una huida o el último clavo al que agarrarse, es posible que te equivoques y que sufras mucho durante todo el viaje que supone.

Conclusión

El fracaso es parte del proceso creativo. Nos equivocamos al escribir, nos equivocamos al montar el dossier, al moverlo y al reaccionar ante las negativas.

No hay que preocuparse, es parte de todo este follón de hacer tebeos. Lo mejor que se puede hacer es escribir y escribir y seguir escribiendo, escuchar las opiniones de todos los demás, seleccionar los buenos consejos, desechar aquellos que nos dicen exactamente lo que tenemos que hacer y no emprender caminos arriesgados cuando lo que necesita nuestro proyecto es revisión.

De un modo u otro, sigue escribiendo y cuando te canses escribe más.

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