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El síndrome del desgaste profesional. Tres pastillas que puedes tomar para vencerlo.

Eh, espera un segundo, este título recuerda muchísimo al de este otro post publicado anteriormente en Escribiendo Cómics. Exacto, intrépida lectora, has acertado de pleno porque la intención es que te recuerde a aquel artículo porque tendrá un enfoque parecido.

Pero, espera otro segundo, ¿cuántos síndromes pueden afectar a los guionistas? ¿no será que estamos exagerando? Ay… ya me gustaría, pero no, cualquiera que tenga una mínima relación con gente del mundillo de las viñetas se dará cuenta enseguida de que este síndrome es tan real y tan extendido que cuesta entender que no haya farmacias en los salones del cómic.

El síndrome del desgaste profesional se define como: la respuesta que da un trabajador cuando percibe la diferencia existente entre sus propios ideales y la realidad de su vida laboral.

¿Cuándo ocurre esto en el mundo del tebeo? Bueno… digamos que la pregunta correcta sería ¿Cuándo NO ocurre? En una industria artística tan precaria como la del noveno arte, la diferencia entre ideales e idealizaciones y realidades es abismal.

¿Entonces ha llegado el momento de prender fuego a tus sueños, pedir dinero a tus padres otra vez y abrir la botella de DYC que guardabas para los malos momentos? ¡No! ¡Nada de eso! ¡Cálmate un instante! Deja que nos pongamos la bata de farmacéutica una vez más y te recetemos tres pildorillas de colores que te pueden ayudar.

Venga, vete a por un vaso de agua.

No idealices las cosas

No idealices Marvel. No idealices DC ni el mercado americano en general. No idealices el mercado francobelga y ni se te ocurra idealizar el mercado japonés. Recuerdas aquella canción de Los Suaves, sí, ya sabes, aquella en la que Yosi se ponía melancólico… vale, se ponía así todo el tiempo… pero la de “no hay sueños en Madrid”… pues en esto es igual: no hay sueños en París ni en New York ni en ningún sitio.

Es más, seguir vendiendo las labores artísticas y culturales con el mensaje ese de “gente viviendo sus sueños” tiene un tufillo de infantilización que da repelús. Las industrias culturales tienen la capacidad de generar muchísima riqueza y los creadores han de participar de esa riqueza, las etiquetas de genios, soñadores, bohemios, magos de la palabra y demás, sobran.

Te contaré algo: no soy capaz de recordar todas las veces en las que alguien se me ha acercado o me ha escrito comentándome que deja el mundo del cómic, incluso yo lo he repetido en más de una ocasión.

Recuerdo un momento entre 2017 y 2018 especialmente trágico. Estaba preparando a la vez tres álbumes para el mercado francés. Tres. Esto era como una especie de victoria. Francia es para algunos una especie de Tierra Prometida o incluso algo así como «el sitio al que hay que llegar para que te consideren apto«. Era la gloria. Por fin iba a saborear el famoso savoir faire gabacho. Nos iban a pagar en condiciones, a gestionar como Dios manda y encima llegarían unas cifras de ventas como corresponde a toda una industria digna de llamarse así…

Pero no fue exactamente eso lo que ocurrió.

No quiero entrar en todos los detalles, seré rápido. Uno de los libros se canceló con medio álbum hecho. A día de hoy aún no sé por qué ni lo voy a saber nunca. Otro de ellos pasó una auténtica odisea antes de ver la luz. Dos años y medio para hacer un álbum de 46 páginas. Tres editores diferentes. Piruetas, requiebros y tantos problemas que el retorno de Ulises a su casa se queda en «agradable paseíllo por el campo».

¿Y el tercero? Pues para poder hacerlo hubo que recurrir a un abogado que revisase el contrato y redactase una rotura unilateral por nuestra parte porque ya se habían acumulado demasiados impagos. Gracias a meses de desesperación y papel legal mediante, conseguimos acabar el tebeo y cobrar hasta el último centavo.

En todo ese tiempo lo tuve muy claro: iba a dejar de hacer cómics. Era una cuestión de salud mental y física. Si te acuestas cada día con el mismo problema en la cabeza y cuando te levantas sigue ahí, hay que buscar una manera de deshacerse del problema.

Así que ¿de qué me sirvió tener idealizado el mercado francés como la que iba a ser la solución a todos mis problemas? Pues ya te lo puedes imaginar: sumó toneladas de frustración.

Así que, por favor, para evitar el síndrome del desgaste profesional no te hagas castillos en el aire.

La realidad no es lo que cuenta la gente en Facebook

Algo que descubrí nada más aterrizar en el mundillo es que las redes sociales, especialmente Facebook, está lleno de grupos relacionados con el cómic. Los hay de compra y venta, los hay de opinión, de promoción e incluso algunos destinados a informar sobre novedades y sobre cómo debería funcionar el mundo de las viñetas.

Si hay algo peculiar y particular es que dentro del noveno arte patrio hay un montón de gente dispuesta a decirle a todos los demás cómo han de hacerse las cosas a todos los niveles. Te dirán a qué precio han de poner los editores los libros, te dirán en qué formato deben publicar, te dirán cómo has de escribir, cómo has de dibujar, cuánto debes cobrar, en qué editor puedes confiar y en cual no.

Cada día se crean publicaciones infinitas en las que alguien del sector le explica a todos los demás cómo deben ser las cosas en contraposición a lo que opina cualquier otro y se genera una burbuja, un efecto patio de vecinos en el que cada semana hay que estar pendiente de la nueva polemiquita del mundito.

¿Y sabes qué es lo peor de todo? La gente miente en redes sociales. No lo digo yo. En el último estudio de la revista Computers in Human Behavior, afirman que solo el 16 por ciento de la gente es totalmente honesta en internet. “El problema” – añade a las conclusiones del estudio el psicólogo Miguel Ángel Rizaldos – “es que hay gente que al mentir tanto y forzar al máximo para que no se note, se acaba convirtiendo en un actor que representa un personaje y quiere resultar creíble.”

¿Ves por dónde voy? De lo que leas en Facebook sobre la realidad del mundo del cómic es mejor que te creas solo el 16 por ciento. Si te dejas llevar por lo que leas allí dentro es muy posible que te crees una imagen parcial, poco veraz y muy distorsionada de la realidad. Eso provocará que tu síndrome del desgaste profesional llegue antes y lo ponga todo perdido.

Diversifica tu talento, amplía tu realidad

Si eres guionista es muy posible que tu talento y tus capacidades giren en torno a escribir. Una muy buena manera de aprovechar ese talento es buscarle salidas más allá del mundo del cómic o incluso opciones diferentes sin salirte del sector.

La manera más habitual de llegar al desgaste profesional es sentir que fracasas una y otra vez. Preparas un proyecto y nadie te lo publica, preparas otro y ocurre lo mismo y otro y otro y otro. Tus expectativas y la realidad nunca coinciden hasta que consigues que salga uno. Pero… te van a pagar una miseria… y caes de nuevo en el pozo de la frustración.

Si sabes escribir tienes otras posibilidades para ampliar tu realidad: puedes escribir para webs, para revistas, puedes ofrecerte como ghost writer, puedes ofrecerte para realizar encargos, adaptaciones, podrías probar a montar un proyecto de serie, de obra de teatro, una novela o incluso (cuidao ahí) todo ello a la vez. Yo te recomiendo algo que a mí me ha funcionado, me ha hecho mejor escritor de lo que era y me ha ayudado a ganar en salud mental: ponte a impartir talleres de escritura. Pueden ser cortos, de dos horas, puedes hacerlos en centros sociales, en asociaciones de vecinos, en bibliotecas, en institutos… enseñar a otros es una de las mejores formas de asentar conocimientos y de adquirir mayor técnica y encima estarás ayudando a los demás a incrementar sus capacidades.

Resumiendo, si sientes que tienes el síndrome del desgaste profesional, deja de perseguir mundos de piruleta más allá de nuestras fronteras porque podrías provocarte un extra de frustración, deja de creerte todo lo que leas sobre el mundillo en las redes sociales, la gente miente mucho todo el tiempo y explora nuevas vías de dar salida a tu talento.