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Creación de personajes a través de referentes reales – El ejemplo en «Subnormal»

Hace unas semanas creé una serie de hilos en Twitter sobre creación de personajes, los diferentes métodos que conozco, los que más empleo y por qué considero que alguno de ellos me resulta más efectivo y más divertido que los demás. Entre ellos mencionaba la construcción de sus dimensiones, la batería de preguntas, la creación a partir del eneagrama de la personalidad o el de utilizar como arquetipo a referentes reales, que es sin duda mi preferido.

Así que, queridísimas amigas de Escribiendo Cómics, creo que lo mejor que puedo hacer es tratar de explicar cómo utilizo yo el método que más me gusta y utilizar para ello ejemplos reales en mi última obra: «Subnormal, una historia de acoso escolar», editada por Panini, dibujada a las mil maravillas por Miguel Porto y con Iñaki Zubizarreta de protagonista.

Al lío.

¿Qué es un arquetipo?

Dice la RAE: modelo original y primario en un arte u otra cosa. Dejando a un lado ese enigmático «u otra cosa«, el concepto de modelo original y primario en un arte viene muy bien para acompañar la explicación que suelo a dar a mis alumnos y alumnas cuando he de explicar cómo funciona un arquetipo.

Un arquetipo a la hora de crear un personaje es un modelo desde el que partir para luego modificar, matizar, componer y esculpir hasta llegar a un personaje único que tenga su propia voz y sea diferenciable de los demás.

¿Qué ocurre si no trabajamos el arquetipo y nos quedamos en su fase primaria? Pues que podemos caer en algo que en la mayoría de las ocasiones deberíamos evitar: el estereotipo, un personaje que ya sabemos cómo va a actuar en cada situación porque tiene una imagen y una personalidad inmutables.

Hoy en día existen cientos de listados de arquetipos diferentes. Dentro de la creación literaria tenemos clasificaciones de arquetipos para villanos, para héroes, para mentores, para acompañantes y hasta para mascotas. En el campo de la psicología están los famosos 12 arquetipos de Jung y una infinidad de ampliaciones y propuestas de otra gente que los amplían hasta los 74 e incluso hasta los 108.

¿Por qué partir entonces de personas reales y utilizarlas como arquetipos?

Pues porque basándome en mi propia experiencia he llegado a la conclusión de que utilizar un modelo real otorga algo de genuinidad a los personajes de dos formas diferentes.

Por un lado tenemos la máxima de que cada persona es diferente de las demás, tiene su forma de actuar, de pensar, de expresarse de moverse y, por tanto, ese «modelo original y primario» ya resulta auténtico y único por el simple hecho de que ni siquiera tendría hueco en alguno de esos listados de más arriba. ¿Os imagináis una clasificación que incluyese como arquetipos cosas del tipo de «el vecino de arriba», «mi prima Josefa», «mi padre» o «el chico que me gustaba en primero de la ESO»? Sería infinita, ¿verdad? pues de eso se trata exactamente, de tener a nuestro alrededor y almacenados en nuestro recuerdo cientos de modelos desde los que podríamos partir.

Por otro lado resulta más sencillo evitar aquello del «arquetipo poco trabajado se convertirá en un estereotipo» por razones obvias. Por mucho que «tu jefe» te parezca «el típico jefe» a poco que escarbes, observes, analices e indagues, te darás cuenta de que tiene rasgos, manías o modismos, que lo convierten en único. Y quizás ahí es donde radica la parte más divertida de todo esto. No se trata de quedarte en la superficie de la persona desde la que vas a partir. Además de la fase posterior de modificar, matizar, componer y esculpir, es fundamental un estudio previo que te permita conocer bien el punto de partida.

¿Cómo utilicé este recurso en «Subnormal»?

Pues a pesar de que lo utilicé con al menos 4 o 5 personajes voy a centrarme solo en dos de ellos que tampoco quiero aburrir, Víctor, el «líder» de los acosadores y la profesora.

Este es Víctor en el cómic.

El arquetipo personalizado que utilicé para empezar a trabajar el personaje se llama Félix (no es su nombre real porque tampoco quiero que nadie se mosquee). ¿Quién es Félix? Los veranos del 96 y del 97 los pasé en Alicante prácticamente solo durante dos meses con mis yayos. Eso hizo que pasase casi el cien por cien de las tardes en compañía de Félix. ¿Y cómo era Félix? era un macarra, tenía un año menos que yo y ya se había metido en más problemas que toda la gente que yo conocía a esa edad junta.

Félix era provocador, buscaba constantemente los límites y había dos cosas que le fascinaban: alardear de las últimas maldades que hubiese hecho (se había metido con alguien, había robado algo, había engañado, había apedreado a un gato…) y conseguir ser el centro de atención a base de acaparar miradas o risas a su alrededor.

¿En qué consistió la fase de modificar, matizar, componer y esculpir para convertir a Félix en Víctor? A pesar de que Félix buscaba ser el centro de atención y disfrutaría siendo el líder en una pandilla, cuando yo le conocí no era así en absoluto. Es más, el resto de la gente del barrio que conocía no querían saber nada de él y solo podíamos quedar si él no iba a estar. Le consideraban peligroso y su enorme tendencia a meterse en líos podía hacer que la tarde terminase teniendo que escapar de algo o de alguien.

Pero claro, cuando yo le conocí tenía 13 años y Víctor en la historia ya tiene algunos más y ha podido encontrar en su círculo cercano a algunos dispuestos a seguirle. ¿Qué pasa con alguien considerado como peligroso si encima tiene un grupo dispuesto a reírle las gracias? Exacto. Si además partimos de alguien en una búsqueda constante de los límites para ponerlos a prueba, llegamos hasta un auténtico psicópata.

A todo eso hay que sumarle los detalles concretos que me iba contando Iñaki, las provocaciones, los insultos, la forma de actuar previa y durante el acoso y todo eso termina de conformar la personalidad y la voz del personaje.

¿Hubiese sido mejor partir de un arquetipo diferente salido de alguna de las clasificaciones habituales? Yo creo sinceramente que no, pero tampoco creo ser el más apropiado para juzgarlo.

Esta es la profesora en el cómic.

En este caso el arquetipo de la vida real que utilicé fue la de una profe de lengua que tuve cuando cursaba octavo de EGB y que pongamos que se llamaba María Luisa.

¿Cómo era María Luisa? pues… vista desde la perspectiva del tiempo es quizás una de las peores profesoras que he tenido en mi vida. Su método, que ella pretendía revestir con un toque de disciplina militar, pasaba por corregir los ejercicios de los alumnos arrancándote la hoja de la libreta cuando algo estaba mal y dejando bien claro delante de toda el aula que eras un burro y un inútil. Por momentos el ensañamiento era tal que entraba en bucle y te dejaba la libreta solo con las tapas.

Además, en algún momento, tenía la costumbre de leer las respuestas erradas de los alumnos en los exámenes mientras les hacía acercarse a su mesa con la única intención del escarnio.

Si todo eso ya definía bastante bien que quizás la docencia no era su fuerte, tenía una espantosa doble cara y solo conseguí aprobar su asignatura cuando a final de curso descubrió que era sobrino de una de sus mejores amigas. Mi nivel dejó de importar, ya solo valía el evitar un posible conflicto así que empezó a tratarme con amabilidad. Una joya.

¿Cómo fue el trabajo para partir desde esta María Luisa y llegar a la profesora que sale en el cómic?

Aunque se pudiese llegar a pensar que apenas había que retocar o esculpir, sí que hubo muchos matices que había que tener en cuenta. La profesora en el cómic no solo es que sea un personaje cruel e hiriente con sus alumnos, es que además huye de manera consciente de su responsabilidad a la hora de poner fin a una situación muy grave y eso es algo que no estaba en el arquetipo original.

Para llegar hasta ahí fueron imprescindibles largas conversaciones con Iñaki en las que iba recordando diferentes episodios vividos con esa profesora.

En resumen

Existen múltiples y variados métodos para la construcción de personajes, pero algo debe quedar siempre claro, aunque yo tenga uno que me guste más que los demás, puede que a ti, lectora, te guste emplear una batería de preguntas, utilizar la fórmula de los personajes de colores o simple y llanamente dejarte llevar por tu intuición.

Como siempre hemos dicho aquí, no hay recursos buenos y recursos malos, solo los hay bien empleados o mal empleados.