Si has leído más textos de estos que voy subiendo al blog te habrás dado cuenta de que parece que solo existe una perspectiva crítica o negativa con respecto a mi visión del mundo de los tebeos.
Pero no, en realidad tengo que reconocer que existen una serie de motivos por los que por mucho que de vez en cuando me enfade o me saquen de mis casillas según qué cosas, acabo volviendo una y otra vez al escritorio a poner en marcha nuevas historias.
Hay épocas, ciclos, altibajos, decepciones, traiciones, mierdas… Claro que las hay, si existen en la vida tienen que existir en cualquier parte de la misma por simple traslación.
Cuando estoy en uno de esos momentos de bajona, de desconexión o de profunda decepción con el entorno comiquero o conmigo mismo por haber cometido la estupidez de querer hacer tebeos de forma más o menos profesional trato de buscar de alguna manera un ancla con la misma palabra clave de siempre: ILUSIÓN.
Y ojo, que esto no es un texto de «persigue tus sueños», de «positive thinking» ni esas vainas. No voy por ahí, querida amiga. A mí las crisis me duran meses y solo sano después de un periodo de reflexión profundo en el que poco importan las frases de camiseta y los «si te caes, te levantas».
Alguna vez ya escribí sobre lo que opino de la conceptualización que se hace de palabras como «resiliencia» o de corrientes filosóficas como el estoicismo. Me siento, gracias al cielo, bastante lejos de esos planteamientos vendehumos.
2025, en lo personal, decidió entrar en nuestra casa y darnos la mayor paliza de nuestras vidas. En lo profesional trajo cosas maravillosas que permanecerán ahí durante mucho tiempo y plantó la semilla de cosas muy bonitas que florecerán en los próximos años. Es muy difícil navegar a la vez en dos ríos tan diferentes y mantener siempre una buena actitud y la amabilidad necesaria. Siento mucho si alguna vez alguien ha sentido que me he pasado de frenada, trabajo en ello aunque pueda parecer lo contrario.
Como ya he repetido tantas y tantas veces, la función principal de este blog no es ser un listo de los tebeos. Me gusta analizar cosas, sí, pero no pretendo que mis análisis sean tenidos por «brillantes», por «valientes» o por «certeros». Para mí pensar en el entorno que me rodea, tratar de comprender cómo funciona cada engranaje y hablar sobre ello me sirve para expresarme y para tratar de organizar mi cabeza.
¿Tengo siempre razón? No, ni la tengo, ni la quiero tener. Me equivoco en la toma de decisiones todos los días, imagino que como todas. Me equivoco también en las acciones y en las reflexiones, solo faltaba.
¿Eso va a provocar que deje de hacer lo que hago? Eh… me temo que eso se responde solo. Hay parte de lo que hacemos que es indisociable de lo que somos.
En cualquier caso, hoy he abierto esto para hablar de ilusión y por tanto de las luces y no de las sombras. He llegado a la conclusión de que en esos momentos más difíciles, esas épocas en las que no sales de una y te llega otra, hay una serie de elementos que me acaban llevando de nuevo a reconectar, a disfrutar y a seguir remando.
Hala, ya no doy mucho más la turra, son estos:
1.— Me divierte escribir
El otro día, en un documental muy breve acerca de la historia del videojuego en España, el director hacía una reflexión el alto: no entiendo que alguien le pueda pedir a una inteligencia artificial que le escriba esto o aquello, es como transformar la parte más divertida en un trámite burocrático.
La clave es «la parte más divertida». El proceso. Buscar el engranaje interno de cada historia. Preguntarse acerca de los cómos y los porqués. El diseño de personajes. La creación de mundo. Todas las fases de la escritura fría primero y de la escritura caliente después.
Todo eso. Todo ese trabajo del que con suerte le va a llegar al lector un diminuto tanto por ciento no es divertido, es divertidísimo. Es un juego, pero no pienses en un juego de rellenar huecos o de pasar el rato, para mí el propio concepto de «jugar» tiene un carácter casi ritual.
2.— Además de divertirme, me emociona escribir
En el texto dedicado a mi proceso completo de escritura ya hablaba de que experimento un profundo contagio emocional cuando escribo. Me guste más o menos, quiera o no, cuando estoy escribiendo suelo meterme demasiado en la piel de los personajes. Da igual si son una aventurera alocada o una zarigüeya pervertida.
Sonará todo lo tópico que quieras, pero escribir me permite meterme en miles de mundos, comprender miles de razones y plantearme miles de dudas. Y eso, emocionalmente, es oro.
3.— El cómic permite manejar la narración de formas únicas
Escribir me gusta en general. Escribo prosa, escribo en blogs, escribo para el audiovisual y, sobre todo, escribo tebeos. El cómic me permite cosas que cualquier otro modo de expresión no es capaz de reflejar de la misma forma y eso lo vuelve tremendamente sexy.
4.— Tengo buenos amigos en los tebeos
Después de varios años pululando por los callejones comiqueros patrios puedo reconocer que he hecho amigos. Gente con la que empecé en todo esto y ahí sigue, gente a la que quiero de forma genuina y gente a la que me apetece ver siempre que puedo aunque deba cruzarme un país entero para verla.
Es más, gente con la que muchísimas veces ni siquiera hablamos de los tebeos.
5.— Me apasiona comprender cómo funciona todo
En muchos sitios te dirán: si quieres escribir tienes que leer. Cierto, muy cierto. Indiscutible.
También te dirán: si quieres escribir tienes que escribir. Igual de cierto. Podemos discutir conceptos como el de «disciplina» o eso de «escribe sobre lo que conoces», pero poco más.
Pero hay una cosa que me da la sensación que no se dice tanto: si quieres escribir estimula tu curiosidad. Intenta comprender cómo funcionan las cosas. Las que te gustan y las que no. De tu ámbito y de ámbitos que no tienen nada que ver con lo que quieres hacer con tu vida. No se trata de que escribas una biblia con cada cosa, pero pregunta, consulta, muévete, experimenta.
Y, además de eso, haz un esfuerzo por recuperar tu capacidad de asombro. Permítete flipar con las cosas que descubres, con lo que lees, con lo que ves, con lo que escuchas. Intenta apagar el sentido crítico continuo e intenta fluir. ¿Que no te sale, que algo no te atrapa, que no lo consigue? Claro, puede que no sea para ti o que no sea el momento, es lo más normal del mundo. Pero el atracón masivo que nos metemos de todo cada día está haciendo que perdamos la capacidad de maravillarnos, de lo pequeño, de lo mediano y de lo grande. Y eso es una pena, una desgracia incluso.
Hagamos caso, aunque solo sea una vez al poeta aragonés: «te pierdes lo bueno buscando el error, te pierdes lo mejor».
Yo lo intento. Lo consigo solo a veces, pero en ello estoy.