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Diario de un guionista (Segunda parte): Gargamel.

ADVERTENCIA: Esta sección está llena de palabras malsonantes, generalizaciones inciertas, desconocimiento oculto e incluso el uso de horrible “Hoygan”. No te lo tomes tan enserio y coge solo aquello que te sea útil.

Hazme una pregunta.

No, no tengas miedo, puede valer cualquier pregunta, pero tiene que venir implícito que me pides algo con esa pregunta. No me preguntes si existe Dios porque no quiero golpearte con mi ateísmo, está feo golpear a alguien en la cara con algo duro y alargado en la primera cita. De hecho, te voy a habilitar una jugosa línea de puntos para que la rellenes mental o físicamente con la pregunta.

Recuerda que, si escribes sobre la pantalla de tu ordenador, se limpia bastante bien con un poco de papel y alcohol. Alcohol médico, la botella de whisky va mejor para otros menesteres.

Pregunta aquí: ……………………………………………………………………………………………………

Respuestas simples, necesarias y deseadas: Sí; No; Ahora no, pero me encantaría.

¡Qué mundo más maravilloso sería si funciona así! ¿verdad? Lamentablemente en este mundo pragmático, complejo, de esgrimido sarcasmo y egoísmo embotellado… existe Gargamel.

Existe una teoría, circulando en Internet, que mantiene que Gargamel era el bueno de la historia. Se trataría de un monje de la orden Dominica (los que molaron tanto con la Inquisición), viviendo en una iglesia en ruinas y el encargado de dar caza a los pecados capitales con SATÁN a la cabeza (los pitufos y papito pitufo). Yo no creo lo mismo.

Gargamel solo piensa en sí mismo y en como deberían ser los demás.

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Gargamel solo quiere hacer el bien <3

En el mundo real, hay más de un Gargamel. Claramente no tienen forma física, pero sí presencia. Son aquellas respuestas que esconden un doble forro, una intencionalidad indecorosa, un “sí, sí, claro” que en realidad es un “no” enorme.

Todo aquel que quiera dedicarse al mundo del guion, debe enfrentarse a esto de la mejor manera que sepa y pueda; tanto con dibujantes, como con editoriales como con todo aquel implicado en una obra… y ,de paso, también os vale para la vida del día a día… de-na-da.

Todos somos personas y todos somos los protagonistas de nuestras vidas; así que cada uno se toma las cosas y las hace como buenamente quiere. Yo os puedo dar mi versión: mi forma de actuar siempre es de manera sincera. Quiero que lo que yo escribo, hable por sí mismo.

Lástima que, en la mayoría de los casos, es más importante el “Quién eres” al “Qué haces” eso solo dificulta a la par que endurece a los novatos.

No hay sitio para todos los guiones, no todos los autodenominados guionistas somos buenos, aquí no hay lugar para el “artisteo” (o no debería). Somos artesanos, verbalizamos cosas complejas, mostramos y no contamos… eso no nos hace mejores que cualquier persona; solo estamos más “expuestos”.

Si conocéis a alguien que se cataloga como escritor o guionista y le veis un brillito en los ojos de soberbia y de sentirse especial; tachadlo de la lista. Escribir es un trabajo cualquiera, uno que mola y que gusta. El romanticismo es más terreno de las pelis de domingo a mediodía.

Siempre digo que cada historia que hago, se lleva un trozo de mí. Me he vuelto precavido y sobrepaso el mono con una pequeña sinopsis, un cuento corto o cosas por el estilo. Lanzarse a contar una historia exige un esfuerzo mental, sentimental y temperamental enorme. Además, contamos con el hecho de nunca estar seguros, ya que contar una historia es tomar decisiones. Siempre dudamos, nunca estará del todo bien, nunca será suficiente, nunca seremos suficiente.

¿Qué quiero decir con todo esto? Fácil; ¡Qué os den por culo, gargameles! Ya tenemos bastante con nuestra adicción como para que además nos pongan palos en las ruedas. La ambición es desbordante, la necesidad rebosa y las ideas enganchan. Necesitamos que alguien nos dé una mínima seguridad después de haber pasado por el Infierno de incertidumbres.

¿Sabéis qué quiere decir una promesa de meñique? Sí, esa ñoñería de dos personas entrecruzando sus meñiques para prometer algo de forma muy fuerte. ¿Sabéis que originalmente, si esa promesa se incumplía, el que había faltado perdía un meñique? No es que lo extraviara, es que se lo cercenaban con ahínco. Otro día os contaré de donde viene la palabra “testificar”.

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Usad bien la promesa de meñique, copón

Hay algo peor que un “no” y es un “sí” que se alarga y acaba siendo un no. Claramente esto no implica ser tajantes e impacientes. Todo lleva un proceso, a veces largo y tedioso, y tenemos que estar más cachas que Atlas para aguantarlo. Paciencia, queridos y queridas, pero sin pausa.

Ahora quiero hacer una pequeña pausa y dejar el dedo acusatorio en el cajón de dedos. Vamos a mirar hacia dentro. Los guionistas no nos queremos. A ver, nos tocamos como todo ser humano, pero el amor propio y el amor hacia nuestra profesión; es flojito.

Creo que Juan Alberto hizo una lectura bastante acertada en su artículo de “La búsqueda del guionista” aunque quiero matizar algunas cosillas de manera breve, por ahora.

El método que él cataloga como “Stan Lee”, se conoce como el método «Marvel». El método que Juan cataloga como “Alan Moore”, se conoce como el método normal y corriente. Si uno investiga sobre cómo hacer un guion de cómic, se topará con que no hay un método establecido y que “cada maestrillo tiene su librillo”; esto no es del todo así.

Hay formas correctas de hacer un guion de comic y formas incompletas de hacer un guion de comic. Depende de con quien trabajes, será más completo o menos.

Si hoy en día leéis un cómic de Stan Lee, y pido perdón, es bastante malo. Un detalle que siempre nos gusta señalar a los guionistas es que todos sus personajes comparten la misma letra en el nombre y el apellido (haced la prueba) y que desarrolló este método porque el pobre hombre tenía tantas historias a la vez que no tenía tiempo para hacerlas como es debido.

Hoy en día no se utiliza este método, al menos nadie de bien.

stan lee
Stan Lee usaba el método Marvel con esta cara

Pero sí tiene mucha razón en la valoración del guion y del guionista.

Porcentajes, ocupaciones, trabajo mental – trabajo físico, “gargameles” y un montón de historias que grácilmente iré contando en futuras entregas.

¡Hasta más ver!