En estos momentos todavía se está celebrando la San Diego Comic Con Málaga y resulta extraño que un tipo con un blog se ponga a opinar. Además ni siquiera estoy allí. Todo lo que me llega, lo bueno y lo malo, es a través de cosas que he visto por redes, que he escuchado y que he ido preguntando porque soy muy de la interrogante.
Apenas voy a entrar en si me parece mejor o peor o si me gusta más o menos, dudo mucho que eso le interese a nadie.
Eso sí, dos pequeños disclaimers antes de arrancar:
- En todos los eventos a los que he acudido en los últimos años en calidad de «persona que hace tebeos» entré con acreditación o eran eventos realizados al aire libre o con espacios poco masificados. O sea: no me he comido una cola ni nadie me ha pedido que abra la mochila para ver si llevo un bocata y un agua.
- Desde el año 2015 he trabajado en la organización de diferentes eventos con planteamientos y presupuestos muy diversos. Ninguno de ellos manejaba unas cifras ni aproximadas a lo del sarao malagueño y algunos se movían en el campo de lo amateur y lo voluntario. No tengo un conocimiento exquisito en torno a cómo se hacen estas vainas, pero algo sé. Además, insisto, soy muy de preguntar y a veces hasta me cuentan cosas.
Aclarado esto, vamos allá.
¿QUÉ ES UNA COMIC CON?
Pues… para mí, que empecé a leer tebeos de superhéroes con 13 o 14 años, es algo así como la madre y la abuela de todos los eventos comiqueros yanquis.
Y los yanquis hacen las cosas… pues… como los yanquis…
Grandiosidad, gigantismo, más fuerte, más impactante, más espectacular, más caro, más presupuesto, más saturado, más gente, más invitadas. Lo más de todos los mases posibles.
Ponerle «Comic Con» a tu movida implica (o debería implicar) buena parte de esa ambición. En España, por lo que sea, a finales de la década de los 10, tuvimos experiencias algo reguleras con eventos que llevaban esas dos palabras en el apellido. ¿Había buenas intenciones? Quiero creer que sí. Incluso consiguieron traer a Frank Miller (en un estado que solo te podía hacer pensar la puta mierda que es el sistema de salud yanqui) y hasta le entregaron un premio Carlos Giménez a Carlos Giménez.
Pero… eso… que salieron regular.
En ese sentido, lo de Málaga tenía la difícil tarea de empezar a jugar con las cartas marcadas. Las españolas somos como somos. Si de repente un día salen un alcalde y un presidente de comunidad a decir que van a meter varios millones de nuestro dinero en que la San Diego Comic Con desembarque en un palacio de congresos de por aquí levantamos las orejas.
¿Por qué? Pues hay muchos motivos, pero el principal es algo que puedes experimentar por ti misma: reúne a cuatro amigas, preparad un proyecto cultural que esté bien. No, no lo hagáis a medias, que esté bien de verdad, uno bueno, bueno, que implique a la universidad, a librerías, a bibliotecas, a autoras, ya sabes, que mole. Llevadlo a una concejalía, a una diputación y a una junta. Contad bien cuánto dinero os dan, hasta el último céntimo.
Pues eso.
Esto parte de inicio con varios millones de dinero público y, a mayores, un montón de sponsors privados que participan o con cash o con especias.
A ver si dejo de divagar y voy llegando al punto: las críticas, comentarios, opiniones y demás sobre las cosas que pasan en un evento, más allá de nuestras filias y fobias (que las tenemos y son inseparables de lo que decimos) pueden enfocarse desde una perspectiva puramente económica: ¿todo esto vale lo que cuesta? ¿El trabajo realizado vale lo que se ha pagado por él?
Ni idea, yo solo pregunto.
A nivel de plantel de invitadas, en todas las áreas del evento: cine, series de televisión, videojuegos, cómic, música, cosplay… Yo no recuerdo nada que se acerque ni siquiera un poco a esto en España.
Y cuando hablo de «nivel» en términos de un evento en el que hay que pagar para entrar me refiero a nombres que por sí solos repercuten directamente en la venta de entradas. Si el día que se anuncia que viene Schwarzenegger se venden X y esa X es mayor que en los días anteriores o con los anuncios previos, Schwarzenegger vende entradas.
En ese sentido, en cuanto a nombres internacionales de diferentes sectores, no hay nada similar.
Yo no sé cuánto tiempo se lleva trabajando en la preparación, lo que sí sé es que cuanto antes cierras la presencia de alguien más barato te sale. No solo por caché (que ya no implica tanto si es antes o después) sino por viajes, alojamientos y demás. Aquí se intuyen prisas, pero solo se intuyen.
En cuanto a la cantidad y calidad de las charlas, mesas redondas y actividades disponibles durante el evento no puedo opinar más que viendo el programa. Se plantearon muchas, casi infinitas, no te las acabas. A priori, más allá de consideraciones puntuales, daba la sensación de que la oferta era correcta.
Entonces, en cuanto a todo lo que se ofrece se puede decir que es abundante. ¿Hay cine? Sí, lo hay. ¿Hay videojuegos? Sí. ¿Hay espectáculos musicales? También. ¿Y cosplay? Claro, cómo no va a haber cosplay. ¿Hay cómic?
Y aquí llegamos a una de las madres del cordero. En nuestra queridísima piel de toro tenemos la tendencia de despreciar inmediatamente todo aquello que no se hace como nosotras queremos. Además convertimos esa diferencia en premisa y negamos la mayor. Podremos decir que no nos gusta el lugar que ocupa el cómic en un tinglao que lleva la palabra cómic en la marca. Podremos decir que el cómic no necesita rodearse de ningún otro añadido para crear un evento masivo (bueno…). Incluso podemos decir que el mejor bocadillo del mundo es el de pepino con yogur de fresa. Cada una opina lo que le da gana y muchas veces nuestras opiniones son una mierda. Decir que este finde en Málaga «no hay cómic» es absurdo.
Yo no lo voy a hacer porque me canso, pero vuelvo a lo de antes, que alguien coja solo los nombres de las invitadas únicamente relacionadas con los tebeos y lo contraste con los eventos realizados en España en las últimas tres décadas. ¿Cuántos eventos hay que al menos se acerquen?
SÍ, SÍ, PERO LOS DINEROS
Muy cierto, querida amiga: los dineros.
Las entradas para este sarao cuestan un ojo de la cara, es más, las del año que viene y el siguiente serán todavía más caras. ¿Lo que hay dentro justifica pagar tanto? ¿Siendo un evento que recibe varios millones de euros de dinero público tiene sentido que las entradas sean tan caras? ¿Tiene sentido que además de pagar la entrada dentro tengas que pagar hasta 90 lereles (lo que cuesta un juego nuevo de Nintendo) por hacerte una foto con alguien?
Insisto: ni idea.
Si algún día acudo a ese evento será porque alguien me acredita para ello y nunca he pagado ni pagaré por hacerme una foto con nadie. ¿Entiendo que alguien lo haga y le mole ese rollo? Me cuesta, pero lo entiendo.
Pero más allá de lo que yo piense creo que el tema es volver de nuevo al punto de partida: esto es una Comic Con. Un evento organizado por alguien con una firme intención: ganar un pastizal. ¿Se puede decir que es un evento cultural? Se puede. ¿Se puede decir que esto lo que quiere es que el público viva una experiencia que recordará toda su vida? Ay, amiga… ahora mismo eso te lo dicen hasta de un helado de pistacho.
Lo cierto es que es un negocio y ya sé que siempre cito a mi yayo con la misma frase: el que monta un negocio es para ganar dinero.
Que dentro del sistema en el que nos movemos alguien decida montar un embolao carísimo a todos los niveles no es bueno ni malo, es. Y el tema no es que alguien quiera ganar muchísimo dinero con algo, es si lo genera como retorno y si el que cuesta lo vale.
Cuando se organiza una feria de este tipo hay una serie de responsables que cobran por realizar una serie de funciones. Esto es lo lógico y lo normal. Yo no tengo ni idea de cuánto han cobrado aquí la gente de organización ni cuáles eran exactamente las funciones, pero es fácil presumir, viendo lo que se gana en otros eventos, que hablamos de cantidades de cinco cifras. Al menos en los cargos de mayor responsabilidad.
Aquí es donde ya podemos empezar a hablar de cosas muy serias. Si el máximo responsable de un evento se ha embolsado una cantidad de cinco cifras y una de sus tareas es que los accesos funcionen de forma fluida, sin caos, sin cortes y respetando la ley en cuanto a si se puede o no se puede registrar a la gente, y resulta que esa parte sale mal tenemos un problema porque parte de ese dinero es dinero público.
Si alguien gana mucho dinero por diseñar el espacio para un concierto y resulta que decide poner un montón de sillas al sol teniendo una previsión de casi treinta grados de máxima tenemos un problema porque es dinero público.
Si alguien cobra un pastizal por coordinar los espacios para las charlas y su labor es que todo vaya como un reloj y ocurre que algo falla y hay que reconfigurar sobre la marcha tirando de improvisación, pues…
Así podríamos estar un rato con cosas que han pasado, que están pasando y que pasarán. El discurso de «es la primera vez, es normal que ocurran errores» es del todo comprensible cuando Marina, Teresa y José montan las jornadas del cómic de un barrio de Donostia, pero no olvidemos que aquí hay millones de dinero público. Millones. Varios. En plural. De tu pasta.
Si los equipos no están engrasados o no funcionan o no están habituados al espacio o no saben muy bien cómo va la vaina es que se han escogido mal los equipos. Si alguien cobra un montón de dinero es porque su labor debe estar a la altura porque esto no es un experimento y, sé que soy pesadísimo, pero: los experimentos con gaseosa, con tu pasta y con la mía, no.
Y que conste que esto no es una crítica, es apenas un comentario por muy vehemente que pueda sonar.
Las Comic Con son como son. ¿Que te gusta ese rollo y lo disfrutas? A tope con eso. ¿Que no te gusta y te parece lo peor que le puede pasar al mundo del tebeo porque esto o porque lo otro? A tope con eso también.
Pero si es una Comic Con es una Comic Con para todo. Si aquí hay gente que ha montado algo para sacar muchísimo dinero, genial, pero si las cosas no valen lo que cuestan hay que ponerles una lupa encima, contrastar los servicios prometidos y facturados con los prestados y ajustar en consecuencia.
¿Se pueden cometer errores? Por supuesto, solo faltaba. Pero a la hora de hacer balance de esos errores, cuando todo el mundo haga cuentas, habrá que establecer los errores que se meten en el saco de «esto no puede pasar y debemos pedir perdón por ello».
LO QUE SÍ ES UNA CRÍTICA
Hay algo que es evidente que pasa una línea roja y que sí que debería quedar fuera de toda duda.
Sí, lo de la IA.
Que en un evento dedicado al mundo del arte y el entretenimiento uno de los sponsors monte su tenderete de «hazte una foto y te convertimos en súperheroe con una IA» y se organicen mesas redondas como «Play & Prompt: Creatividad, IA y las nuevas profesiones del audiovisual» es terrible.
Es espantoso, es demencial y es una mierda.
Hay veces en las que nos decimos a nosotras mismas que debemos seguir haciendo pedagogía y explicar por qué las inteligencias artificiales generativas están llevando a cabo el mayor robo de obras de arte de la historia.
Y sí, es cierto, es necesario seguir explicándolo.
¿Pero tenemos que explicárselo a uno de los mayores bancos del mundo?
Nos toman por gilipollas.
A base de la idea de que tenemos que acostumbrarnos a convivir con la IA nos la meten doblada una y otra y otra y otra y otra y otra vez.
Y habrá quien diga que por un tenderete en una feria y por una mesa redonda no se puede echar al traste y blablablá blibliblí…
Se puede comentar, opinar, hablar, debatir, criticar y todo lo que quieras, claro, pero también hay líneas rojas y si se pasan hay que alertar sobre ello y denunciarlo.
En una Comic Con, sea en San Diego, en Málaga, en Las Vegas o en Calahorra es ofensivo, es repugnante y es inadmisible que se monten estas cosas.
Imagina que en el salón del automóvil alguien montase una charla para enseñarte a robar un Opel Corsa. Imagina que en la semana del turrón de Xixona alguien te enseñase a robar las almendras.
«Ya estás exagerando» ay, amiga, dijo el maestro: «xa ves, mexan por min e teño que dicir que chove».