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El síndrome del impostor, tres pastillas que puedes tomar para vencerlo.

síndrome del impostor

Un buen día te levantas a media mañana, enciendes el ordenador, retomas ese proyecto que el día anterior te parecía una maravilla y ¡BOOOOM!, llega un pensamiento terrible que se instala en tu mente: “yo no valgo para esto”, “¿a quién pretendo engañar?”, “lo mejor es que deje de escribir y me prepare unas oposiciones, como la gente de verdad”.

Bueno, calma, ha llegado el día, tienes una enfermedad y es bastante grave: el síndrome del impostor. Y créeme le pasa a todos alguna vez, es más, sería aun más preocupante si no te pasase nunca, porque estarías instalado en una complacencia terrible.

Hoy en Escribiendo Cómics nos ponemos la bata de farmacéutica y te recomendamos tres pastillas que puedes tomar cuando te asalte el síndrome. Tres recetas que puedes aplicar y que te ayudarán a superar tus males.

Allá vamos, prepara un vasito de agua.

DÉJALO

Sí, así de duro, de cruel y de terrible. Déjalo. No, no es una bromita típica de los graciosetes de la web. Si realmente sientes que has escogido mal tu profesión, que no deberías estar haciendo esto bajo ningún concepto y que eres una fracasada total a la hora de contar historias, no le des más vueltas y déjalo.

Hay algo peor que no tener trabajo y es tener uno que vives como un infierno día a día. Así que, si tu síndrome del impostor ha crecido tanto como para pensar que el simple hecho de encender el ordenador y ponerte a escribir es una tortura porque estás engañando a todo el mundo, para, abandona, ya está, búscate otra cosa.

Ahora bien, si escribir no es tu profesión todavía, si consideras que aun estás aprendiendo y quieres crecer, quizás te estás enfrentando a un episodio pasajero del síndrome del impostor. Ya sabes, como todas esas veces en las que Peter Parker tiraba el traje de Spiderman a la basura y decía: “se acabó, ¿a quién quiero engañar? Yo no valgo para esto”.

Bien, tranquila entonces, respira, no tires todavía el ordenador por la ventana, aun hay esperanza, quizás sea el momento de probar alguna de las otras recetas.

DEJA DE COMPARARTE CON LOS DEMÁS

La mayoría de los casos de síndrome del impostor se producen por comparación. Vemos como diferentes compañeros de profesión van cumpliendo objetivos y llegando a metas que a nosotros se nos resisten. Leemos sus trabajos y nos parecen una maravilla. Contemplamos lo bien que les va, todo lo que logran y después observamos nuestro cajón de proyectos llenos de telarañas y, claro, nos asaltan las dudas, los miedos y los “tenía que haberme hecho abogada”.

Basta. Si de verdad quieres superar tu síndrome empieza por analizar tu trabajo sin compararlo con el de nadie. Es absurdo valorar tu trabajo como “es peor que el de fulano” o “mejor que el de mengano”. Se supone que estás creando arte y no compitiendo en un torneo de guionistas, así que la comparación no tiene cabida en todo esto.

¿Sientes que podrías mejorar? Mejor dicho ¿sientes qué deberías mejorar?, bien, ese es un buen punto de partida, y establecer una “guerra” con tus compañeros no te va a servir de nada más que para llevarte disgustos. Si de verdad quieres que tus guiones mejoren dedícate a trabajar duro, analiza tus escritos, busca sus puntos débiles, muéstraselos a lectores críticos, organiza lecturas en alto con gente que no tema dar sus opiniones, recoge todo lo que te digan y reescribe. Abandona la pereza, la falta de disciplina y la creencia en las musas. Todo eso no te va a servir de nada, ni ahora ni en el futuro.

La mejor receta contra el síndrome del impostor es olvidarte de él un rato y seguir escribiendo hasta tener algo que puedas enseñar. Y una vez que lo hagas, sé humilde, escucha y, si hace falta, reescribe todo desde cero.

A LO MEJOR ERES UN FALSO IMPOSTOR

En el año 2016, un estudio psicológico de una universidad estadounidense concluyó que muchas de las personas que dicen sufrir el síndrome del impostor mienten.

Sí, mienten. Algunos lo hacen de manera consciente y, por lo tanto, tienen un problema grave de hipocresía o puede que estén utilizando el síndrome como una falsa modestia o una estrategia para mostrarse como peores o más incapaces de lo que son en realidad. En pocas palabras: están como regaderas.

Sin embargo, otros, los más preocupantes, ni siquiera son conscientes de que están mintiendo.

De algún modo algo les hace autosabotearse ya que consideran en todo momento que no reúnen las capacidades suficientes como para el desempeño de una profesión concreta. Muchas veces estos autoataques vienen derivados de problemas de confianza o de autoestima, e incluso cuando la gente alaba su trabajo no son capaces de conectar esos halagos con su labor, pero sí que magnifican cualquier crítica.

Es importante que si ves que alguien se está pasando en eso de machacarse, le recomiendes algunas cosillas:

No rechaces ni ignores los cumplidos. Tienes que empezar a creerte las cosas buenas que dicen de ti.

No dejes que el miedo te paralice. No permitas que tu temor a ser “desenmascarado” te impida desarrollarte, evolucionar.

Cada vez que sientas que tu confianza se va al carajo, recuerda lo mucho que has tenido que trabajar, lo mucho que te has tenido que esforzar para conseguir algo en concreto.

Si te sientes tan farsante que te pasas a la línea del perfeccionismo extremo, tienes que tener en cuenta que el trabajo perfecto no existe ni va a existir nunca. Tranquilo, hay millones de cosas que no puedes controlar.

En fin, piensa ante todo que si estás en un momento en el que crees que no sirves para escribir, es muy probable que sea un problema pasajero, algo que olvidarás en cuanto te pongas a currar a tope, a preparar un nuevo proyecto o consigas un momento ilusionante.

Está claro que todas tenemos fantasmas, no les dejes machacarte y, por supuesto, no les hagas tú el trabajo.